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Curso básico de infidelidad (a la manera romana)
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Curso básico de infidelidad (a la manera romana)

Verónica Forqué debuta en el teatro emeritense junto a Melanie Olivares, Fele Martínez, Tomás Pozzi, Javier Mora o Carmen París con 'Los hijos de Vulcano'

Foto: El elenco de 'Los hijos de Vulcano' (Festival de Mérida)
El elenco de 'Los hijos de Vulcano' (Festival de Mérida)

En la antigua Roma el sexo era cuestión de hombres. No era un tabú, pero los hombres eran los únicos que podían tener escarceos ya fuera con mujeres como con varones, siempre que fueran esclavos, porque lo que se ensalzaba era la potencia y la masculinidad. Quizá por eso la infidelidad también era una cuestión de sexos. Al hombre le estaba permitido tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, mientras que si las adúlteras eran ellas... el crimen podían ser uno de los más graves que podían cometer. La moral romana lo consideraba un atentado contra la 'puditcia', que durante la antigüedad pasó de ser un crimen juzgado en el ámbito familiar a llevar parejas penas económicas, el exilio o la muerte. El 'partener' podía ser retenido por el cornudo marido, que había visto ninguneada su virilidad, y, se cuenta, era normal sodomizarlo.

El Aedo Demódoco cuenta en el canto VIII de 'La Odisea' que la hermosa Afrodita le estaba poniendo los cuernos a Hefesto con Ares. Cuando Hefesto se enteró, urdió un plan y tejió un hilo invisible que colocó en el lecho para que los amantes quedaran atrapados. Pero la jugada no le salió redonda y cuando pidió ayuda a los dioses para que juzgaran a su casquivana esposa, estos, lejos de solidarizarse con el humillado esposo, se burlaron de él.

Marta Torres adapta y dirige este mito a la romana en 'Los hijos de Vulcano', que se estrena hoy en el Festival de Teatro Clásico de Mérida, para abordar algo tan contemporáneo como el matrimonio, el sexo y la infidelidad, pero entendida esta como un acto de liberación y no como un pecado o un acto de rebeldía. "Desde la música y el lenguaje de la comedia, y con una perspectiva actual, nuestra intención es presentar a los dioses y sus peripecias para hablar de temas que interesan" y que los espectadores se vean reflejados y rían de sí mismos.

Además del debut de Torres en Mérida, Verónica Forqué también se estrena sobre las piedras milenarias del teatro emeritense dando vida a Aspasia, una madame de un prostíbulo encargada de ayudar a Venus (Melani Olivares) a canalizar sus deseos sexuales con Marte (Javier Mora) ante el desdén de su marido, Vulcano (Fele Martinez). Tomás Pozzi, Santi Marín y Nur Al Levi completan el reparto junto a Carmen París, que da vida a la diosa Fortuna, y Toom-Pak, grupo coocido por hacer música con objetos reciclados, que serán los encargados de poner la banda sonora a esta comedia.

"Está muy bien que en mi vida haya una primera vez para algo. Estoy emocionada y con nervios, pero con más emoción que otra cosa y agradecida al universo", asegura Forqué a sus 60 años a El Confidencial. Su "prostituta muy feliz de serlo" es "una intermediaria del sexo y la alegría, es un personaje generoso, que no pide nada a cambio y va a ayudar a Venus a ser feliz. Y ella está encantada de que una diosa necesite su ayuda", explica la actriz ganadora de cuatro premios Goya.

"Una cosa es la infidelidad y otra, disfrutar del sexo. La infidelidad es una mala cosa en principio. A nadie le gusta que le sean infiel, al menos en nuestra sociedad. Los griegos y los romanos parece que no le daban tanta importancia aunque en este relato vemos cómo se habla de la ira de Vulcano tras saber que Venus le es infiel. A mí no me gusta que me sean infiel. Cuando me ha pasado no me ha gustado nada", asegura entre risas Forqué.

'Los hijos de Vulcano' vuelve a abordar el Mérida el papel de la mujer en la sociedad y sigue dejando en evidencia los vicios y retrocesos que aún arrastramos. Si en la antigua Roma el adulterio se medía por un doble rasero según lo cometieran hombres o mujeres, hoy esa lectura sigue más vigente de lo deseable y los prejuicios continúan imperando. "Lo vemos incluso entre la gente joven. El hombre que liga mucho es guay pero la mujer es una puta. Esta obra tiene un lado feminista. Aborda cómo queríamos que fuesen las relaciones de las mujeres con los hombres, basadas en el compañerismo y la confianza. Que nadie nos diga si podemos entrar o salir y que sonrían con los planes o nos dejen cultivarnos", reflexiona Forqué.

Sin embargo, las estadísticas de violencia de género, el cada vez más preocupante control entre los jóvenes, el machismo que sigue imperando en nuestro mundo y el largo camino que queda recorrer en materia de igualdad hoy sigue ahí. Por eso, la actriz sostiene que aunque "la gran revolución del siglo XX ha sido la de las mujeres", nosotras somos las que "tenemos que reaccionar".

"Sabemos lo que hay que hacer, pero no sé si es que lo tenemos en el ADN esto de que la mujer tiene que decir a todo que sí y el hombre puede hacer lo que quiera. En mi generación lo he atribuido a la educación, pero es que también sucede entre los jóvenes. Somos las mujeres las que debemos reaccionar porque el control no lleva a la felicidad, ni a la nuestra ni a la de ellos. Hay que ser amigos", añade. Y para reaccionar nada mejor que el humor, la risa y el teatro clásico, que nos recuerda que todavía nos queda mucho por espabilar... también en los asuntos de alcoba.

En la antigua Roma el sexo era cuestión de hombres. No era un tabú, pero los hombres eran los únicos que podían tener escarceos ya fuera con mujeres como con varones, siempre que fueran esclavos, porque lo que se ensalzaba era la potencia y la masculinidad. Quizá por eso la infidelidad también era una cuestión de sexos. Al hombre le estaba permitido tener relaciones sexuales fuera del matrimonio, mientras que si las adúlteras eran ellas... el crimen podían ser uno de los más graves que podían cometer. La moral romana lo consideraba un atentado contra la 'puditcia', que durante la antigüedad pasó de ser un crimen juzgado en el ámbito familiar a llevar parejas penas económicas, el exilio o la muerte. El 'partener' podía ser retenido por el cornudo marido, que había visto ninguneada su virilidad, y, se cuenta, era normal sodomizarlo.

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