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Primavera Sound, el cortijo del indie. Parte II: 'The Soprano Years'
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una trilogía siciliana

Primavera Sound, el cortijo del indie. Parte II: 'The Soprano Years'

La cara oculta del fundador del festival de música más importante del mundo en tres capítulos: de los orígenes modestos al triunfo, pasando por los cadáveres que quedaron en el camino

Foto: 'Gabi Soprano' (Enrique Villarino)
'Gabi Soprano' (Enrique Villarino)

Durante tres días, en tres entregas, reconstruímos el nacimiento, expansión y consolidación del Primavera Sound como el festival hegemónico de la industria musical española que hoy conocemos. Este segundo capítulo, centrado en la década pasada, arranca con su salto al Parc del Fórum y su alianza estratégica con la revista 'Rockdelux', y repasa la cruenta guerra entre festivales y las groseras formas laborales del dueño del festival: Gabi Ruiz.

[Primavera Sound, el cortijo del indie. Parte I: 'The Pulgoso Years']

[Primavera Sound, el cortijo del indie. Parte III: 'La ley del silencio']

Tras el ensayo general de 2001, el Primavera Sound pasaría a convertirse en lo que hoy es: un festival de indie con un importante refuerzo de música electrónica, y no al revés. El recinto del Poble Espanyol sólo podría acoger tres ediciones, ya que el interés del público no dejó de crecer desde 2002. En 2004, con los Pixies de cabezas de cartel, la gente se colaba por todos los rincones, pero daba igual. Era obvio que el Primavera necesitaba más espacio y lo resolvió trasladándose en 2005 al Parc del Fórum. Allí sigue.

Dos detalles muy significativos marcan el rumbo del festival en esta nueva etapa. El primero: Gabi Ruiz, director del festival, firma la paz con los directores de 'Rockdelux' y declara a la revista su asesora artística. Será una alianza estratégica para afianzar el prestigio mediático del festival, pero también será providencial para la revista, que a rebufo del auge del Primavera, obtendrá las mejores cifras de venta de su historia. El segundo: Gabi traba amistad con un joven potentado barcelonés llamado Pablo Soler. Así logrará reforzar otro flanco imprescindible si quiere redimensionar el festival: el económico.

Los Pixies en el Primavera Sound

Pablo Soler, abogado de familia adinerada, había abierto en Madrid el club Nasti. "Llegó como un mesías, una especie de héroe del indie. Era un señor que podría estar ganando millones como abogado y prefería ganar menos para que continuase la escena indie de Malasaña. ¡Era el hombre del año!", recuerda un cliente asiduo. En 2000, los hermanos Morán se querían deshacer de la sala Maravillas para centrarse en el Festival de Benicàssim (FIB) y se la traspasaron a él. Soler había fundado en Barcelona la distribuidora y discográfica indie Inane, pero no cuajó, y avistó en el Nasti de Madrid su futuro como empresario de la noche. También montó 'Pistas', un fanzine de niños ricos, a todo color, en papel couché y con una oficina. ¡Un fanzine con oficina! ¡Un fanzine que incluso pagaba a sus redactores!

El Nasti pasó a ser la embajada madrileña del Nitsa y la relación entre Gabi y Pablo cristalizó en un gran proyecto, convertir el Primavera en el festival indie más importante de España. En 2011, el Nasti era un mar de pérdidas que asumía Soler pagando religiosamente cada mes a empleados y proveedores. En 2013, ya lo cerró. Cuentan que Soler también asumía las pérdidas de los años más flojos del festival. Quién sabe.

El Primavera del Fórum no sería posible sin ese niño pijo que va con el carrito de golf por el recinto del festival

"El dinero lo pone siempre Pablo, siempre", aseguran desde Madrid. "El Primavera del Fórum no sería posible sin ese niño pijo que va con el carrito de golf por el recinto del festival", añaden desde Barcelona, refiriéndose también a Pablo. La cuestión es que mientras Soler ayudaba a crecer al festival con su aportación financiera, Alberto Guijarro, de la sala Apolo, se encargaba de las relaciones del Primavera con el Ayuntamiento, la Generalitat y demás instituciones. Era evidente, ya entonces, que Gabi Ruiz no podía sentarse en esos despachos. Soler y Guijarro ascendieron a intocables e imprescindibles lugartenientes del Primavera Sound, pero no todos los empleados de Murmur Town gozarían del mismo respeto y trato.

Trabajar en Murmur Town

Héctor Castells tiende a la exageración y el delirio, como quedó probado en 'Sideral. Estrella fugada', la novela que publicó en 2013 y donde relataba la vida del discjockey catalán. Pero no miente al describir el ambiente que se respiraba en Murmur Town, empresa para la que colaboró algún año. "Gabi exigía un nivel de sumisión. Te castigaba, le gustaba hacerte bromas duras y si te rebotabas se creaba tensión. Al ir encocado y eufórico, daba mucha caña a la gente. Había ese punto de lamer el culo a Gabi. Eran bromas muy abusivas. Esto pasaba más con Fra, con Coco... Les metía caña de cara a la galería y ellos no se rebotaban. Se lo aguantaban porque tal vez creían que no les salía a cuenta pararles los pies", explica.

Gabi exigía un nivel de sumisión. Te castigaba, le gustaba hacerte bromas duras...

Mucha gente ha presenciado escenas de este tipo. Algunos las han relatado, entre vergüenza e irritación. Son personas demasiado cercanas al Primavera como para contarlas abiertamente hoy, pero años atrás hablaban de trato esclavista. "Coco es buena persona, pero, las buenas personas son más fáciles de maltratar", sopla un extrabajador. Otra voz cercana califica la relación de Gabi con sus empleados de "vasallaje". Alguno describe sus modos de "pequeño fascista". Otros se refieren a él como el "típico jefe que siempre va a los cumpleaños de sus empleados". Todos se saben bien pagados: es el premio a la militancia, una forma de crear adeptos". Castells lo resume como una suerte de "dictadura del terror con momentos tiernos".

Y del mismo modo que ataba en corto a sus trabajadores, trabajaba duro para ahogar todo movimiento de la competencia. "Exigía militancia, una pertenencia integrista marca de la casa. Si pinchabas en el Nitsa no podías pinchar en Razzmatazz". Eso podrían explicar discjockeys del Nitsa a los que se les cerraron las puertas cuando pincharon en el Razz. No es que no pudieran volver a pinchar en el Nitsa: no podían ni siquiera entrar en la sala. "Eran políticas muy Gabi, eran reacciones desproporcionadas de un personaje que ya estaba escalando a otro nivel", describe Castells.

La competencia del lavandero

El Primavera había firmado la paz con el Sónar y el FIB, pero le había salido un nuevo competidor, José Cadahía. Le llamaban el lavandero porque su primer negocio fue una franquicia de la cadena de lavanderías y tintorerías 5àsec. En una turbia maniobra que daría para otro artículo, Cadahía y su socio Daniel Faidella se quedaron la sala Zeleste y la refundaron como Razzmatazz. La guerra por los discjockeys, esta vez contra Razzmatazz, llegó a tal punto que daba que hablar en Europa. Así lo explicaba el DJ Ángel Molina en 2007: “Barcelona es famosa porque si vas a un club a pinchar no puedes ir a otro. Hay una competencia o mafia que al final sólo afecta al profesional y al público. Esto en Berlín no pasa y aquí ha adquirido una dimensión un poco preocupante y estúpida”.

Barcelona es famosa porque si vas a un club a pinchar no puedes ir a otro. Hay una mafia que al final sólo afecta al profesional y al público

Pero la guerra ya no era solo por dominar la escena barcelonesa de clubs: era una guerra entre festivales. Cadahía, gestor de Razzmatazz, pasó de montar ciclos de invierno en su sala (el Wintercase) a organizar en 2006 el festival Summercase y lo ubicó en el mismo recinto que el Primavera, el Parc del Fórum. Cadahía pisaba fuerte, sí, pero carecía del pedigrí indie de Gabi y, sobre todo, de esa red de acólitos que se había ido trabajando desde los años 90. Iba a por todas, pero en pocos años se quedaría sin nada.

Lo insólito es que aquella lucha sin cuartel por impedir que cualquier discjockey pinchase para la competencia se extendió por el país. Es bien conocida en Madrid la historia de dos discjockeys que recibieron una oferta para pinchar en el festival Summercase. No tenían ninguna relación laboral con Ruiz, pero ese mismo día llegó la llamada del Primavera: no podían pinchar en el Summercase. A uno de los dos discjockeys se le encontró un hueco para pinchar en el festival barcelonés. Cobraría mucho menos, pero tenía que aceptar la oferta o atenerse a las consecuencias. Aceptó.

"Nosotros no conocíamos esa estructura tan jerárquica y siciliana del Primavera. Nosotros no éramos parte de la familia. Lo que pasa es que la familia llega hasta donde a él le da la gana", explica uno de los implicados. Y el problema podía ser mayor si estabas en el núcleo de Murmur Town y querías desvincularte. Una noche, hace años, se sinceró una persona en esa situación. "Prefiero alejarme de la familia", soltó, desde su nuevo puesto. Y añadió una mueca para remarcar la palabra escogida. Tal vez dijo famiglia.

"Nosotros no conocíamos esa estructura tan jerárquica y siciliana del Primavera. Nosotros no éramos parte de la familia"

Tony, Carmela, Christopher, Silvio...

En 2001 ocurre otro hecho que marcará el devenir del Primavera. Un mes después de que el festival pise el Poble Espanyol con Armand Van Helden , Canal + estrena 'Los Soprano'. Gabi Ruiz se engancha a la serie al instante. Incluso ve las nuevas temporadas antes de que lleguen a España.

placeholder Gabi Ruiz durante la rueda de prensa. (EFE)
Gabi Ruiz durante la rueda de prensa. (EFE)

No habla de otra cosa. Desde su casa de Sitges, muestra excitado su admiración por Tony Soprano, el mafioso protagonista del serial. Era previsible que antes de la tercera temporada le cayese un nuevo apodo: Gabi Soprano.

Tal vez aprendió de Tony Soprano que un trabajador suyo lo es las 24 horas del día. Es muy Soprano eso de exigir a una chófer del festival que le lleve a Sitges a las 7.45 de la mañana y que, cuando esta le diga que está tan agotada de haber conducido dos jornadas enteras que teme causar un accidente si hace un viaje más, se la despida sin contemplaciones. Y tal vez la fuente que le inspiraba a la hora de manejar a sus empleados, tuvo algo que ver a la hora de tratar a sus enemigos con más sofisticación.

Arcade Fire en el Summercase 2007

Cadahía montó el sello Sinnamon, cuyos grupos españoles tendrían las puertas cerradas para tocar en el Primavera, of course. Y los contactos estratégicos que le faltaban en el indie, los suplía con contactos con las marcas más predispuestas del mercado. En una negociación estratosférica consiguió un cheque de Movistar para montar en 2008 un festival alrededor de Radiohead, el Daydream. Ese año, al acabar el Primavera, Gabi ordenó desmontar todos los escenarios, aunque le costase más dinero que dejarlos montados, para que Cadahía tuviese que pagar por volver a instalarlos.

Yo soy la escena

En dos años, Sinnamon empezó a hacer aguas por todas partes hasta que las deudas aconsejaron a su jefe cerrar la empresa y poner tierra de por medio. Debía tanto dinero que había cola para partirle las piernas. Cadahía huyó a Brasil y Faidella a Chile. El Summercase, el Wintercase y Sinnamon desaparecieron del mapa. Gabi Ruiz se quedó sin enemigo (mejor para él), pero Barcelona se quedó sin un contrapoder que equilibrase la imparable hegemonía del Primavera. Los delirios de grandeza y la sensación de que él es la persona que más ha hecho por la industria independiente española se disparan por las nubes. No cabe duda que el Primavera quintuplica las dimensiones del famélico indie de los 90, pero el calificativo independiente cada vez será más cuestionado. No solo por la salvaje entrada de las marcas, sino por la imposibilidad de muchos grupos y sellos de actuar con independencia... respecto al festival.

Los delirios de grandeza y la sensación de que él es la persona que más ha hecho por la industria indie española se disparan por las nubes

Murmur Town se erigió en la empresa más solvente y poderosa del sector. No sólo por el festival. También organizaba giras internacionales y además, tenía las llaves de La 2 de Apolo, club donde cada fin de semana actuarían grupos españoles y programarían fiestas sellos y activistas del indie estatal en condiciones económicas ventajosas. El Primavera es ya el agente más poderoso de la escena y ese 'trátame a este grupo bien, pero a este otro ni agua' consolidará una red de clientelismo indie que llega hasta nuestros días. Discográficas con más de una década de recorrido jamás han colocado un artista en el festival, mientras otros han tenido las puertas siempre abiertas. Cada festival escoge en función de sus gustos, pero el poder del Primavera generará una brecha entre los que tocan o programan allí y los que no; los que están conmigo y los que creo que están contra mí.

Tras emplear todas las artimañas posibles para romper el monopolio de Sónar con el circuito de la música electrónica, tras plantar cara incluso a Radio 3 por su fea costumbre de cubrir los festivales solo si la organización corría con los gastos, Gabi Ruiz decidió crear su propio monopolio. Ya tenía vía libre. Todavía le faltaba montar El Segell, La Botiga y la agencia de contratación de grupos nacionales, pero aquel conglomerado que soñaba cuando montaba conciertos de Australian Blonde en 1994 cobraba quince años después una dimensión ya absolutista. Incluso amenazante.

El 'trátame a este grupo bien, pero a este otro ni agua' consolidará una red de clientelismo indie que llega hasta nuestros días

El carrito de golf

Esta segunda entrega acaba con una triste escena. Es de madrugada en el Parc del Fórum y un carrito de golf sale desde la zona VIP lleno de gente. En la parte trasera viajan cinco o seis personas, unas sobre otras. Todos lo están pasando desorbitadamente bien. Gritan y alzan sus copas de plástico en dirección al público que se arrastra de un escenario a otro. La noche es joven como ellos. Varios pasajeros del carrito son los riechistes de turno. Otros son firmas de la prensa gratuita y digital. Al volante está tío Gabi.

(Mañana repasaremos la década de los 10, el indiscutido monopolio del festival, las múltiples maniobras de acoso a la prensa de Gabi Ruiz y la acongojada complicidad de algunos sellos, revistas y grupos supuestamente independientes. Será el tercer y último capítulo: 'La ley del silencio').

[Primavera Sound, el cortijo del indie. Parte 3: 'La ley del silencio']

Durante tres días, en tres entregas, reconstruímos el nacimiento, expansión y consolidación del Primavera Sound como el festival hegemónico de la industria musical española que hoy conocemos. Este segundo capítulo, centrado en la década pasada, arranca con su salto al Parc del Fórum y su alianza estratégica con la revista 'Rockdelux', y repasa la cruenta guerra entre festivales y las groseras formas laborales del dueño del festival: Gabi Ruiz.

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