El círculo femenino de Inge Morath
Siguiendo el rastro de la primera mujer que entró en Magnum, ocho fotógrafas se embarcan en su mismo viaje por el Danubio para unir pasado y presente de su universo
Hace más de dos décadas en Passau, una pequeña región alemana fronteriza con Austria, Inge Morath se encontró con una actriz. Fueron al viejo teatro de la ciudad y la inmoratlizó en blanco y negro junto a sus compañeros. Un foco, una escalera, cinco personajes y un techo abobedado se detenían en el tiempo en esta imagen tomada por una de las mujeres pioneras de la fotografía documental. Morath fue la primera fotógrafa en entrar en la agencia Magnum, pero también la responsable de abrir las puertas de la fotografía a las mujeres y de imponer una mirada calmada, íntima, cercana y poética en un fotoperiodismo dominado por el drama.
Decía, de hecho, que no quería hacer tragedia porque la conocía bastante bien. Estuvo en Irán en los cincuenta, en Rusia en los sesenta o en China en los setenta. Pero su proyecto más ambicioso fue el que le llevó a esa pequeña ciudad alemana. Se propuso recorrer el río Danubio fotografiando todo lo que se iba encontrando en sus orillas. Comenzó su viaje en los años cincuenta partiendo desde la Selva Negra alemana hasta el mar Negro, en Rumanía, pero tuvo que detener su ruta en muchos países por el Telón de Acero. En 1993 retomó el proyecto y completó su trabajo viajando durante dos años por los países del bloque del Este a los que no había podido acceder. Casi estaba terminando su trabajo, era 1995, cuando Barbara Dorsch se paró delante de su objetivo en Passau.
Veinte años más tarde, en 2014, ocho fotógrafas de todo el mundo galardonadas con el premio que lleva su nombre (se otorga anualmente a una fotógrafa documental menor de 30 años) se propusieron seguir el rastro perdido de Morath. Surgió así 'Tras los pasos de Inge Morath. Miradas sobre el Danubio', un caravana que les llevó durante 34 días a recorrer 6.500 kilómetros para atravesar ocho de los diez países por los que se extiende el río más largo de Europa siguiendo la misma ruta que su inspiradora. Ahora se transforma en una exposición (y un documental) que se puede ver, dentro del marco de PHotoEspaña, en el Espacio Fundación Telefónica (hasta el 2 de octubre). Son más de 150 imágenes, entre las que se encuentran 60 copias originales de Morath que dialogan uniendo pasado y presente con la visión de estas mujeres de una ruta que les ha cambiado su mirada y su concepción del mundo y el universo femenino.
Cuatro días después de arrancar su viaje, el 11 de julio de 2014, en el camión-galería con el que iban viajando y parando por los pueblos bañados por el Danubio para exhibir las fotografías de Morath, el rastro apareció frente a sus ojos y el círculo se cerró. De repente una voz empezó a gritar "Inge Morath me fotografió". Era Barbara Dorsch. "Es una mujer corpulenta y entró salatando al camión", recuerda la española Lurdes R. Basolí, una de las ocho fotógrafas impulsora e integrante de esta expedición junto a Olivia Arthur, Claudia Guadarrama, Emily Schiffer, Kathryn Cook, Jessica Dimmock, Clarie Martin y Ami Vitale. Comprobaron que la fotografía que sostenía en su mano era de Inge Morath y, como si nada, "se puso a cantar al Danubio mientras alguien apareció tocando una armónica". Al día siguiente, cuenta a El Confidencial, fueron todas a desayunar a su casa, les regaló unas canciones al piano y terminó enseñándoles más fotografías de su juventud. Entre todas, destacó la copia de esa fotografía ya célebre tomada por Morath, pero esta vez había más gente y estaba la propia fotógrafa.
Seguramente Morath le envió a Barbara esta fotografía para que guardara el recuerdo de su encuentro. Un encuentro que propició 20 años después otro nuevo y que redondeaba una historia muy femenina de mujeres fuertes, pioneras y luchadoras. Como Morath. Como Bárbara. O como estas ocho fotógrafas estadounidenses, mexicanas, australianas, británicas y españolas que partieron, algunas con sus hijos bajo el brazo, al encuentro del Danubio de Morath. Asegura Basolí que una de las cosas que este viaje le ha enseñado de Morath es el respeto por aquellos que salen en sus fotografías. "Mantenía correspondencia con ellos y les mandaba una copia siempre. Es algo que decimos todos los fotógrafos pero que nunca hacemos y yo, gracias a este viaje, lo he cumplido a rajatabla".
El embrujo del Danubio
"¿Cómo voy a fotografiar este río? De camino al nacimiento del Danubio, en Donaueschingen, de repente me vi superada por el pánico. ¿De cuántas maneras se puede fotografiar el agua y qué pueden comunicar tales imágenes? Entonces me tranquilicé: un río no es solo un caudal de agua, un río tiene en sus riberas una historia escrita por generaciones de personas que han plasmado sus historias en ellas". Inge Morath escribió los primeros temores que le asaltaron cuando se lanzó a este proyecto. Siempre, recuerda la comisaria de la exposición, había estado muy ligada al Danubio. "De niña le influyeron mucho las leyendas sobre el río". Por eso eligió al único río que se designa en alemán en femenino para lanzarse a su primer viaje largo, algo muy común en los años cincuenta entre los fotógrafos. Lo hizo sin reservas de hotel, improvisando y dejándose llevar. Atraída, como ella mismo dijo, "por el río, sus inmediaciones, su ritmo".
Sus ocho herederas tomaron su testigo por casualidad. En 2012 tras una exposición Salzburgo, Basolí, Arthur y Martin deciden emprender esta aventura, del mismo modo que lo había hecho Morath. En seguida se sumaron las demás. Fueron dos años, recuerda Basolí, de Skype y emails, una campaña de crowdfunding y encontrar el apoyo de la Fundación Telefónica para ponerse manos a la obra. En ese tiempo, Schiffer también acababa de ser madre y Kathryn se quedó embarazada. Todas lo tuvieron claro. Los niños iban a bordo y esta caravana, con dos bebés y una niña también, se convirtió en algo más. El círculo femenino del Danubio y de Morath seguía expandiéndose.
"En la vida te encuentras con ciertas encrucijadas. Tener una hija era uno de esos cruces de caminos", afirma Schiffer. "Quería abordar mi faceta como madre y como fotógrafa en los mismo términos, así que llevar a mi hija fue muy importante para mí como mujer y como fotógrafa". Tenía 16 meses, cruzó el Danubio en sus brazos mientras su madre dejaba su Hasselblad por el iPhone. "Descubrí el color y me dio una mirada más libre y espontánea en mis imágenes", agrega.
La individualidad de cada una de sus ocho miradas es lo que sobresale en un primer vistazo a este proyecto colectivo. Fotos de postal, escenas cotidianas de playa, naturaleza viva y cautivadora, soledad y caos. No fue fácil, recuerdan Martin y Vitale. "Había que trabajar muy rápido, precisamente lo opuesto a lo que haces normalmente", recuerda la primera. "El viaje fue un estado de movimiento constante, y de lo que se trataba era de encontrar el equilibrio en el caos", añade la segunda, que asegura que esta aventura cambió por completo su mentalidad. "Desde entonces me enfrento a la vida y a la fotografía de forma distinta. El río fue la metáfora".
Reconoce también Basolí en los textos que introducen sus fotografías en la exposición que otro de sus grandes aprendizajes fue descubrir una consciencia de ser mujer que ni sabía que existía. "Es algo que va creciendo cuando siento una plenitud muy redonda. Me siento más completa tras rodearme de todas estas mujeres", reflexiona. Después, cuando la experiencia ha reposado, se da cuenta de que sin proponérselo sus fotos están llenas de mujeres y también "es cuando me empiezo a preguntar sobre las facilidades que tenemos y no tenemos las mujeres". El caso de su compañera Cook es el más ilustrativo. Quizás tendría que haber renunciado a un proyecto similar si quería ir acompañada por su bebé. Aquí no hubo dudas. "Es muy fácil integrarlo y vale la pena. Solo hay que mirar las fortografías de Kathryn. Es absurdo plantear esos límites y más cuando ves cómo merece la pena", dice Basolí.
De esta forma tan natural ellas también han sido unas pioneras como lo fue Morath. Ella, periodista y traductora (hablaba siete idiomas), se topó con 25 años con la fotografía. Fue cuando Robert Capa la invitó, junto a Ernst Hass, a París para que formara parte de uno de sus proyectos más ambiciosos: fundar la agencia Magnum. Allí empezó a trabajar como editora, fue ayudante de Cartier-Bresson -junto al que conoció y se enamoró de España y cuya influencia se ve en muchas de las instantáneas que pueblan esta exposición- y en 1955 entró en la agencia más famosa y prestigiosa del mundo.
Fue la primera mujer en hacerlo. También la llaman la dama de la fotografía del siglo XX, aunque la mejor definición la dio su marido, el dramaturgo y guionista Arthur Miller (se conocieron en el rodaje de 'Vidas rebeldes', donde ella trabajaba como directora de fotografía): "sus fotografías son el producto de su celebración subjetiva de la vida en cualquiera de sus posibles permutaciones". Precisamente eso representa para estas nueve mujeres el Danubio. Morath le puso imágenes pero también palabras. "La fotografía es un fenómeno extraño... confías en tu ojo y no puedes hacer más que desnudar tu alma". Con el Danubio como fondo.
Hace más de dos décadas en Passau, una pequeña región alemana fronteriza con Austria, Inge Morath se encontró con una actriz. Fueron al viejo teatro de la ciudad y la inmoratlizó en blanco y negro junto a sus compañeros. Un foco, una escalera, cinco personajes y un techo abobedado se detenían en el tiempo en esta imagen tomada por una de las mujeres pioneras de la fotografía documental. Morath fue la primera fotógrafa en entrar en la agencia Magnum, pero también la responsable de abrir las puertas de la fotografía a las mujeres y de imponer una mirada calmada, íntima, cercana y poética en un fotoperiodismo dominado por el drama.