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'Trumbo': Stalin no compartía bocatas
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estreno de 'trumbo, la lista negra de hollywood'

'Trumbo': Stalin no compartía bocatas

Paradójicamente, la cinta que recrea la vida del célebre guionista comunista ofrece un guion muy pobre y cuajado de clichés

Foto: 'Trumbo'.
'Trumbo'.

Hundirle la vida a la gente por su ideología es algo malo. En eso estamos todos de acuerdo. Por consiguiente, la caza de brujas anticomunista emprendida en Estados Unidos por el Comité de Actividades Antiamericanas (HUAC) y el senador Joseph McCarthy hace siete décadas fue algo también muy malo. Y la lista negra de Hollywood, en virtud de la cual los estudios cinematográficos -presionados por miembros del Gobierno y profesionales de la industria- se negaron a contratar a todo aquel que fuera sospechoso de tener vínculos con el partido comunista, fue síntoma de un país totalmente paranoico acerca de la amenaza roja. Es decir, algo malísimo. Decir esto -que es algo sobre lo que solo un auténtico tarado se atrevería a discrepar- es la única razón de existir de 'Trumbo', y por tanto se entiende que a lo largo de más de dos horas de metraje se nos repita una y otra vez. Y otra.

Tráiler en español de 'Trumbo'

Durante los años de la lista negra, los guionistas lo tuvieron algo más fácil que el resto. Ellos al menos podían seguir trabajando escondiéndose detrás de seudónimos o firmando sus textos con el nombre de algún testaferro. El más famoso de esos escritores fue el carismático y excéntrico Dalton Trumbo, que durante 10 años se vio obligado a escribir clásicos como 'El demonio de las armas' (1950) o 'Vacaciones en Roma' (1953) con nombres falsos, al tiempo que producía en serie guiones de serie B para pequeñas productoras a precio de saldo. Con el tiempo, gracias a la obstinación de Kirk Douglas y de Otto Preminger, su nombre finalmente apareció en los créditos de 'Espartaco' (1960) y 'Éxodo' (1960).

Clichés y Wikipedia

La historia en realidad es bastante conocida, y aquí es contada sin buscarle colores ocultos ni experimentar con estructuras. Se mire como se mire, de entrada, es feo que una película sobre un guionista genial tenga detrás tan poco guion. 'Trumbo' se limita a poner imágenes a la entrada de su héroe en la Wikipedia, las adereza con una sucesión de clichés típicos del cine biográfico y las corona con un clímax en el que Trumbo, ya anciano, recibe una ovación mientras acepta un premio honorífico. Es un final propio de telefilme y, por tanto, idóneo para una película que tiene aspecto de telefilme.

Hasta ese epílogo, todo cuanto aprendemos del protagonista es que era tan tenaz en su vida personal como lo era en su trabajo, sus creencias políticas y el sentido de autoridad moral que proyectaba sobre los demás. En otras palabras, 'Trumbo' retrata a Trumbo a brochazos. Lo contemplamos teniendo éxito a mediados de los cuarenta, enfrentándose al HUAC en 1947, pasando un año de cárcel en 1950 y regresando de forma clandestina al trabajo apoyado de forma estoica por su familia. Por culpa de los brochazos, en ningún momento llega a ser un personaje particularmente amable, aunque por supuesto el director Jay Roach se empeña en demostrar que era un hombre admirable.

Trumbo se pasa la película repartiendo sermones, al Congreso, a su familia, a colegas y productores y a sí mismo mientras aporrea su máquina de escribir

Con ese fin, Trumbo se pasa la película repartiendo sermones, a los miembros del Congreso, a su familia, a sus colegas y amigos, a productores y ejecutivos, y a sí mismo mientras aporrea las teclas de su máquina de escribir sentado dentro de la bañera, fumando como un carretero y hasta arriba de bencedrina -esa era, al parecer, su rutina creativa-. El inevitable discurso final le da al personaje una última oportunidad de hacer un resumen de todo lo que ha venido repitiendo durante toda la película, aunque esta vez sin gritar tanto.

Stalin y los bocatas

En el proceso, la película no muestra interés alguno en explorar el talento creativo de Trumbo, ni en investigar de forma seria sus convicciones políticas -esta versión del escritor no es un verdadero comunista sino más bien un remedo de Bernie Sanders, quizá porque en Hollywood los rojos siguen causando reparo-. Para explicar la ideología de su héroe, la película incluye una escena en que él se la explica a su hija, y en que literalmente iguala el comunismo a la generosidad de un niño que durante el recreo comparte el bocata con un compañero -“¿Y Stalin compartía medios bocatas en los gulags, papá?”, podría haber preguntado ella-. Y apenas se preocupa por reflejar las contradicciones de un hombre que gustaba de vivir bien, y quizás estaba más preocupado por restaurar su lucrativa carrera que en vivir de acuerdo con sus principios.

'Trumbo' no se preocupa por reflejar las contradicciones de un hombre más preocupado por su carrera que en vivir de acuerdo con sus principios

'Trumbo', decimos, está dirigida por Jay Roach, cuyo currículo incluye títulos como 'Los padres de ella' (2000), 'Los padres de él' (2004) y la saga 'Austin Powers'. En otras palabras, que Justin Bieber publicara un disco de arias no sería más inapropiado que su presencia tras la cámara en esta película. Saber eso hace que resulte más fácil explicar por qué el relato posee un tono casi cómico, a pesar de que lo que cuenta no tiene ni puñetera gracia, y por qué casi todas las interpretaciones están exageradas hasta niveles caricaturescos. Por mucha nominación al Oscar que lograra por su trabajo, Brian Cranston encarna a Trumbo con la actitud de un perro que se come un hueso.

Hundirle la vida a la gente por su ideología es algo malo. En eso estamos todos de acuerdo. Por consiguiente, la caza de brujas anticomunista emprendida en Estados Unidos por el Comité de Actividades Antiamericanas (HUAC) y el senador Joseph McCarthy hace siete décadas fue algo también muy malo. Y la lista negra de Hollywood, en virtud de la cual los estudios cinematográficos -presionados por miembros del Gobierno y profesionales de la industria- se negaron a contratar a todo aquel que fuera sospechoso de tener vínculos con el partido comunista, fue síntoma de un país totalmente paranoico acerca de la amenaza roja. Es decir, algo malísimo. Decir esto -que es algo sobre lo que solo un auténtico tarado se atrevería a discrepar- es la única razón de existir de 'Trumbo', y por tanto se entiende que a lo largo de más de dos horas de metraje se nos repita una y otra vez. Y otra.

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