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"Si la muerte me mira de frente me pongo de lao". En la carretera con Ilegales
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los chicos de la banda

"Si la muerte me mira de frente me pongo de lao". En la carretera con Ilegales

Crónica personal del regreso a los ruedos del legendario grupo de rock asturiano tras la repentina muerte de su bajista

Foto: Los Ilegales en el concierto del pasado 23 de abril en el Teatro Barceló de Madrid
Los Ilegales en el concierto del pasado 23 de abril en el Teatro Barceló de Madrid

¿Dónde están los chicos de la banda?

Los chicos de la banda comen juntos el domingo, antes de volver a casa. La banda es Ilegales y sus miembros almuerzan después del primer concierto de esta gira, por salas, recién empezada el pasado sábado, 23 de abril, en el Teatro Barceló, de Madrid. Después del primer concierto, después del viaje en tren que los trajo de casa, después de la rutilante noche después del primer concierto. Lleno, tras agotar las entradas tres semanas antes de la fecha.

Los chicos de la banda tienen un líder, autor de canciones, guitarra -guitarras, porque el líder de la banda y las guitarras son la misma cosa, el líder de la banda es una tesis doctoral antropomorfa con doctorado en guitarras-, voz. Genio único, inconfundible, inclasificable, líder indiscutible e indiscutido, Jorge Martínez. Cuarenta años de música encima de sus hombros, papá revolver que protege a sus hijos.

Concierto de Los Ilegales el 23 de abril en la sala Barceló (Madrid)

Al bajo, coros, Willy Vijande, veintitrés años después en esa posición en Ilegales, reconocible en aquel de veintitrés años antes en cuanto se calza el instrumento y empieza a tocar.

En la batería, coros, taciturno, en la batería que brama, Jaime Belaústegui.

Estos tres nombres ya bastan para llenar las pistas que se enfrentan a los escenarios, allí donde se celebre la liturgia de la música en directo, tres nombres grabados a cincel en la piedra que recoge la historia del rock and roll en español.

Pero, desde hace poco más de un año, la banda tiene un cuarto componente, el más joven, Mike Vergara, teclados, guitarra, coros, y el que hace rugir la marabunta de perros y sonidos de ambulancia en canciones como 'El número de la bestia' y 'Revuelta juvenil en Mongolia'.

El bajista de Ilegales era Alejandro Blanco. Hace mes y medio, a Alejandro se le paró el corazón, ese animal extraño y caprichoso

Ilegales, en este regreso de hace un año tras cinco de ausencia, es cuarteto y tiene dos guitarras.

Mike Vergara, en esta vuelta de la banda, con disco, 'La vida es fuego', completa la formación.

Hasta hace mes y medio, el bajista de Ilegales era Alejandro Blanco, Jandro Espina, que sucedió, esos veintitrés años atrás, a Willy Vijande. Hace mes y medio, a Alejandro se le paró el corazón, ese animal extraño y caprichoso, se le paró de modo repentino, irremisiblemente, y la muerte, tan narrada por Jorge en sus letras, en las que nos enseña a ponernos de lado cuando nos mira de cerca, esa, cazó depredando a Jandro, antes de que al bajista le diera tiempo a ladearse.

Y, por esos simples giros del destino que sabemos que existen porque nos lo contó Dylan, Willy estaba. Y Willy volvió.

Y, el domingo, antes de volver a casa en tren, y después del primer concierto, en Madrid, de la gira por salas, los chicos de la banda están comiendo.

¿Dónde estaban los chicos de la banda?

El sábado pasado, los chicos de la banda madrugaron para coger el tren entre Oviedo y Madrid, después de meses de ensayos en un local cerca de la ciudad, en una casita que mira al monte, a la que se llega tras franquear caminos cuestudos y enrevesados, tan cotidianos en Asturias. Después de ensayos y después de la promoción los días antes, en que Jorge contestó, contestó, contestó entrevistas.

A las cinco de la tarde, en las puertas del Teatro Barceló, hay gente que espera para entrar, aunque hasta las siete y media no será posible. A las cinco y media, se bajan de una furgoneta Jorge, Willy, Jaime y Mike para empezar la prueba de sonido. En la mesa, el veterano Vicente Ros, pieza clave para hacer hablar con nitidez a voces e instrumentos durante treinta y una canciones.

En la prueba, canciones enteras, estribillos, acordes, la tensión justa para el desafío, primer concierto tras la muerte de Alejandro, el foco en la vuelta de Willy; está alto, está bajo, voces en los micros.

Martínez desuella la vida con sus letras para mostrarnos el paraje que habitamos: guerra, heroína, enajenación y ventanas para que las atravesemos

Hay más momentos en la prueba, instantes, sobre los que habrá que volver.

Algunos minutos después de las ocho y media, en el escenario, Jorge y Willy vuelven a estar en la misma línea. Algunos minutos después de las ocho y media, empieza a sonar 'Los chicos desconfían'. Algunos minutos después de las ocho y media, empiezan dos horas de rock and roll en vena, dos horas de rock and roll incorrecto, alto, sudoroso, ese que ayuda a seguir adelante porque no hay alternativa, ese que cuenta la vida como es, esa vida que Jorge Martínez, con sus letras, desuella para mostrarnos el nada fácil paraje que habitamos, lleno de guerra, heroína, enajenación y ventanas que nos llaman para que las atravesemos, ventanas que no se alejan de las ventanas que tanto le gustan a Leonard Cohen, porque los mundos de las canciones de uno y de otro, que son el mundo, nos narran la guerra, la toxicomanía, la enajenación y los despojos del amor. Aunque pueda parecer que hablan de cosas distintas.

'Los chicos desconfían' - Ilegales

Dos horas de sala llena, de canciones coreadas, todas, los himnos, con treinta años, pero tan vigentes que amedrentan, 'Europa ha muerto', 'Tiempos nuevos, tiempos salvajes', 'Agotados de esperar el fin', el magnífico final de 'Destruye', pero también los últimos temas, porque en el concierto hubo tiempo para las canciones de antes y de ahora, hubo tiempo para esa alhaja hipnótica, adictiva, excepcional que es 'Enamorados de Varsovia'.

Volvamos a la prueba de sonido.

Hay instantes, siempre, aparentemente marginales a lo que está sucediendo, menos iluminados, pero que definen, de modo sencillo e íntimo, lo que más tarde se vuelve complejo y público.

Cuando parece que la prueba se termina, es un espejismo. Mike Vergara, el más joven de la banda, se queda solo en el escenario, sentado en el escalón, con la guitarra sin amplificar, haciendo sonar, para sí, las cuerdas, haciendo hablar a las cuerdas, en un instante imperceptible que resume la soledad sonora, el hermosísimo oficio de la música.

¿Dónde estarán los chicos de la banda?

Continúa la gira de Ilegales. Aquí tienen el calendario y los lugares. Acudan, si pueden, acudan a los conciertos.

Si quieren una lección magistral de rock and roll sin resuello; si quieren seguir coreando himnos; si quieren volver a ver juntos en la misma línea a Martínez y a Vijande; si quieren ver la veteranía de una pieza de Belaústegui y la juventud atrevida de Vergara; si quieren seguir el rastro de lo que Espina dejó en herencia; si quieren seguir asombrándose con ese diamante hecho sonido que es 'Enamorados de Varsovia'…

En fin, si quieren ver una banda que, ante un acontecimiento inesperadamente brutal, se levanta y lucha. Si quieren seguir asombrándose ante el genio de la música de Jorge Martínez, acudan a sus bolos.

Si quieren sentir algo tan intenso de ese modo tal como el placer que provoca el sexo cuando rompe, de ese modo y no de otro, vayan a ver a Ilegales.

¿Dónde están los chicos de la banda?

Los chicos de la banda comen juntos el domingo, antes de volver a casa. La banda es Ilegales y sus miembros almuerzan después del primer concierto de esta gira, por salas, recién empezada el pasado sábado, 23 de abril, en el Teatro Barceló, de Madrid. Después del primer concierto, después del viaje en tren que los trajo de casa, después de la rutilante noche después del primer concierto. Lleno, tras agotar las entradas tres semanas antes de la fecha.

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