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Diez años de infierno para la noche de Madrid
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Habla Vicente Pizcueta

Diez años de infierno para la noche de Madrid

La capital vive un punto muerto, entre la extinción de los locales de La Movida y la larga hostilidad del PP contra el ocio nocturno.

Foto: Joy Eslava
Joy Eslava

La semana que acaba trajo un sobresalto para los amantes de la música: la emblemática sala Joy Eslava se ponía a la venta, aprovechando la demanda de grandes locales en el centro de Madrid por parte de cadenas internacionales de ropa, franquicias de comida basura o incluso del gigante Disney. Poco después, la alarma fue desmentida, pero el problema sigue ahí. ¿Está amenazado el circuito de la salas de la capital, que brilló especialmente durante La Movida?

Preguntamos a Vicente Pizcueta, veterano en la gestión cultural y portavoz de Noche Madrid. “Este es un debate que ya se planteó cuando Inditex ocupó las instalaciones del Ocho y Medio en la Gran Vía. Estamos ante algo permanente que tiene varios factores: sobre todo, se ha hecho una pinza entre la crisis económica y la liberalización de los arrendamientos urbanos. Todo empieza con el famoso decreto-ley Boyer de 1985 y se ha ido agravando. Cada vez quedan menos espacios de estas características: piensa en el cierre del Pasapoga o del Bali Hai, entre otros. Todos hemos visto el proceso de homogeneización de la Gran Vía, ocupada por grandes superficies de moda o comida rápida. El centro de las grandes capitales europeas se ha ido haciendo cada vez más uniforme, hasta casi resultar indistinguible. Eso empobrece la imagen de las ciudades y la oferta cultural. Es una pena porque uno de los principales atractivos turísticos de Madrid es la experiencia de la vida nocturna”, explica.

Locales destartalados

Vayamos a los ejemplos prácticos. Cualquier veinteañero que lea hoy una crónica de La Movida, la explosión cultural que sacudió Madrid en los ochenta, tendrá problemas para encontrar la mayoría de los locales que se mencionan. Pensemos en Rock-Ola, Archy, Jácara, Morasol y tantos otros. ¿A qué obedece esta evaporación? “Solo ha sobrevivido el circuito de Malasaña: el Penta, La Vía Láctea y alguno más. Probablemente, en otra ciudad europea, pongamos Londres, Berlín o Amsterdam, lo mínimo que hubieran hecho es poner una placa conmemorativa en Rock-Ola. La reflexión sociológica sobre La Movida y su importancia cultural todavía está por hacer. No ha pasado el tiempo suficiente para que se consolide. Ahora, por ejemplo, recuerdo la relevancia que tuvo el Voltereta, pero la memoria de todo aquello todavía no se ha recuperado”.

Probablemente, en otra ciudad europea, como Londres, Berlín o Amsterdam, lo mínimo que hubieran hecho es poner una placa conmemorativa en Rock-Ola

El problema, en todo caso, es que cuando se termine esa reflexión, lo mismo ya no queda nada que conservar. ¿Le parece un problema? “Tampoco es que La Movida fuera El Escorial (risas). La mayoría de las salas legendarias de esa época fueron espacios precarios, cogidos con pinzas, gestionados con mucha imaginación y pocos medios. Casi todos fueron locales tirando a destartalados. Se ignoraron espacios como el Pasapoga, con sus cortinas tapizadas, que con la llegada de la música electrónica se supieron aprovechar más. En los años ochenta primaba el interés humano, la revolución social que se estaba viviendo. Daba igual el tipo de locales. Era todo bastante espartano”, recuerda Pizcueta.

'Histeria' (Tino Casal)

¿Nostalgia de La Movida?

La pregunta del millón podría ser esta:¿La noche madrileña ha ido a mejor o a peor desde los ochenta? “Es un asunto con muchas aristas. En ese momento se produjo una situación irrepetible. Incluso a nivel internacional. Se puede comparar con el Berlín de la vanguardia electrónica y la California del auge del hippismo. España explotó en los ochenta, no solo Madrid, sino todo lo que ocurrió en Valencia con la llamada ruta del bakalao, que tuvo muchísima proyección. Son momentos de una tensión social y política especial. California era el centro de la lucha contra la guerra de Vietnam, Berlín era una ciudad acorralada y España pasaba de una dictadura a una democracia”.

España explotó en los ochenta, no solo Madrid, sino todo lo que ocurrió en Valencia con la llamada ruta del bakalao, que tuvo muchísima proyección

¿Qué ha ido a mejor y qué ha empeorado en estos treinta y pico años? “Desde los ochenta, hemos ganado en calidad de las instalaciones, desde seguridad hasta confort, pasando por el aislamiento. Pero, hablando claro, la última década ha sido un infierno para la noche de Madrid. Cualquier tipo de iniciativa underground lo ha tenido muy complicado. Por una lado, se han acumulado una cantidad brutal de normativas. Por otro, el ayuntamiento ha mostrado muchos prejuicios contra la vida nocturna. Tenían una actitud muy adulta, muy elitista y muy de dar la espalda a todas la actividades de este tipo. Suma a eso la presión fiscal y te puedes imaginar el panorama. Los espacios han mejorado. En estos diez años, hasta hace muy poco, no se han producido aperturas de una cierta relevancia, como han sido Opium o el Teatro Bodevil. Estamos viendo las dificultades que atraviesa este último, mucho mayores que cuando era un local de alterne, que funcionaba sin ningún tipo de problema”, lamenta.

'La chica de ayer' (Nacha Pop)

Modelo Berlín

¿Qué se puede hacer para animar la vida nocturna? “Muchísimas cosas. Berlín, en los primeros años de la crisis, llegó a activar un plan de créditos para los clubes de música electrónica. Así pudieron hacer frente a la subida de los alquileres. Aquí estamos desprotegidos frente a los vaivenes inmobiliarios. En Madrid falta una reflexión público-privada sobre el modelo de ciudad de queremos. Es verdad que el mercado tiene un poder enorme, muy complicado de contrarrestar, pero eso no significa que haya que rendirse. La primero es bajar el IVA cultural para que las empresas pueden estar más desahogadas. Es impensable salir adelante con esta presión fiscal, que se suponía que era algo temporal y extraordinario, pero que ya lleva siete años. Eso afecta especialmente a las empresas más pequeñas, que son las animan la vida cultural”.

La primero es bajar el IVA cultural. Es impensable salir adelante con esta presión fiscal, que se suponía que era algo temporal pero que ya lleva siete años

Por supuesto, la situación también afecta a los locales grandes, por ejemplo Joy Eslava, protagonista del malentendido de esta semana. “Pedro Trapote me dijo que la confusión puede venir de que, en un momento dado, habría podido decir que estaba harto de vivir tan mal y de tener tantos problemas por actuaciones administrativas, que a veces le pueden quitar las ganas de complicarse la vida”. La pelota está en el tejado de Ahora Madrid, nuevos responsables del ayuntamiento. ¿Qué se espera de ellos? ¿Qué actitud han mostrado hasta ahora? “Estamos en un punto muerto, pero esperamos que haya movimiento a partir de mayo. Es necesario un cambio de ciclo después de veinticuatro años de gobierno monocolor. Ahora vivimos una transición complicada. El sector se siente atrapado por problemas generados en la etapa anterior: básicamente, todo lo que tiene que ver con planificación urbanística, actualización de los aforos, nuevos procedimientos de tramitación… Son temas que están el “debe” de la administración. Sí que hemos notado en el nuevo ayuntamiento un mayor nivel de contactos y de proximidad. Hay que seguir apostando por ese diálogo, no como un cheque en blanco, pero sí confiando en que en los próximos tres meses se trace una hoja de ruta y se decida hacia qué modelo de ciudad queremos caminar en cuestiones de ocio, cultura y turismo”, afirma.

Pagar el pato de los ochenta

Pizcueta no mitifica La Movida, sino que es consciente de la factura que trajo. “Fue una explosión animosa en lo vital y en lo cultural, pero también un momento muy caótico. Aún estamos pagando el pato de una cierta imagen de descontrol por lo que pasaba en aquellos años. Por un lado, como marca es muy atractiva, pero a nivel político genera mucho recelo y desconfianza. ¿Otra Movida en Madrid? Los políticos no lo ven claro, y mientras tanto nos falta una red de salas para acoger espectáculos como los que pueden verse en París y en Londres. La percepción del ocio nocturno en Madrid necesita refundarse”.

¿Otra Movida en Madrid? Los políticos no lo ven claro, y mientras tanto nos falta una red de salas. La percepción del ocio nocturno necesita refundarse

Le recuerdo la etapa pop de Esperanza Aguirre, desde que en 2005 destinó un millón de euros de dinero público para un homenaje a La Movida hasta que en 2009 impone a Alaska la Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo. “Por desgracia, esas cosas forman parte de la escenografía política, de cuestiones de imagen, más que de un verdadero compromiso para que haya un plan integral que impulse y proteja la noche de Madrid. Ahora mismo, la situación económica de las empresas de ocio nocturno es terrible”. Veremos si Ahora Madrid es capaz de dar la vuelta a la tortilla.

La semana que acaba trajo un sobresalto para los amantes de la música: la emblemática sala Joy Eslava se ponía a la venta, aprovechando la demanda de grandes locales en el centro de Madrid por parte de cadenas internacionales de ropa, franquicias de comida basura o incluso del gigante Disney. Poco después, la alarma fue desmentida, pero el problema sigue ahí. ¿Está amenazado el circuito de la salas de la capital, que brilló especialmente durante La Movida?

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