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Abrir fosas para cerrar el duelo por los desaparecidos en Argentina
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MEMORIA HISTÓRICA

Abrir fosas para cerrar el duelo por los desaparecidos en Argentina

El documental 'La noche del mundo' recopila los testimonios de familiares que han encontrado en el Pozo de Vargas los restos de sus seres queridos asesinados durante la dictadura de Videla

Foto: Carolina Meloni junto a los restos de su tío encontrados en el Pozo de Vargas. (F. Ávila / Universidad Europea)
Carolina Meloni junto a los restos de su tío encontrados en el Pozo de Vargas. (F. Ávila / Universidad Europea)

Desaparecidos, NN (no identificados) o 'chupados'. La dictadura que dirigió Argentina de marzo de 1976 a diciembre de 1983, y que fue encabezada por Jorge Rafael Videla hasta 1981, empleó toda clase de términos para ocultar el secuestro, la tortura y el asesinato de miembros de movimientos sociales, sindicales y estudiantiles. Borraron sus nombres, difuminaron los calificativos para encubrir el delito y, por último, se deshicieron de lo único que podía probar los crímenes que cometieron: los cuerpos de sus víctimas.

De los 30.000 desaparecidos durante la dictadura, en torno a 70 fueron asesinados y apilados en el Pozo de Vargas, ubicado en la provincia de Tucumán. El pozo, de unos 40 metros de profundidad, estaba en una finca privada y abastecía de agua al ferrocarril, pero su dueño decidió colaborar con los militares. A partir de ese momento, la finca se convirtió en el escenario de un procedimiento repetitivo. Los militares llegaban sobre las 12 de la noche y cortaban la luz de toda la manzana, llevando en sus camiones los cuerpos de desaparecidos procedentes del centro de detención Arsenal Miguel de Azcuénaga. Pero no sólo transportaban cadáveres. Los testigos relatan que también hubo detenidos con vida, a los que se les tiró vivos al pozo o bien se les disparó justo antes de que cayeran a la fosa. Es por ello que, además de los restos humanos, también se han encontrado proyectiles. El pozo fue ocultado de forma deliberada y los cuerpos permanecieron sepultados en el fondo. De hecho, los primeros 20 metros del pozo estaban llenos de materiales para cubrir los cadáveres. No obstante, tras la muerte del dueño de la finca, en 2005, los arqueólogos consiguieron entrar y constatar así lo relatado por los testigos.

Vídeo: 'La noche del mundo'

Por el momento, se han recuperado 60 desaparecidos pero solo se han identificado 48 a través del ADN, gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), y quedan 10 metros por excavar. Una de las víctimas identificadas es Hernán Eugenio González, estudiante de medicina que fue secuestrado el 17 de septiembre de 1976 en la universidad. "Su secuestro coincide con una gran redada que hicieron los militares porque Videla iba de visita a Tucumán y querían evitar conflictos porque era una provincia caracterizada por ser combativa contra las injusticias y había muchos movimientos sociales, estudiantes y obreros”, explica Carolina Meloni, sobrina de González.

La familia de Meloni recibió la noticia del descubrimiento en mayo de 2014, lo que le provocó una “sensación extraña”. “Por una parte, es una sensación de alivio y de paz porque después de 40 años por fin sabes dónde está. Todos tenemos la certeza de la muerte, pero hasta que no te lo dice un médico o un antropólogo siempre cabe alguna esperanza. Pero por otra parte, tomas conciencia de cómo ha sido la muerte de esa persona y lo que ha podido sufrir”, indica Meloni, que lo resume de la siguiente manera: “Es un sentimiento difícil de explicar, es cerrar el duelo”.

Después del anuncio del hallazgo de los restos de su tío (parte del cráneo, parte de la mandíbula y un fémur), Meloni, profesora de la Universidad Europea de Madrid, decidió poner en marcha un proyecto de investigación sobre el pozo que ha dado como resultado el documental 'La noche del mundo', que se proyecta este fin de semana en Matadero Madrid. A través de los testimonios de familiares de desaparecidos, antropólogos forenses, arqueólogos, abogados y jueces, entre los que se encuentra Baltasar Garzón, este documental realizado por un equipo de docentes de la Universidad Europea retrata el horror de los secuestros y asesinatos y el efecto causado en las familias de las víctimas.

A juicio de Meloni, impedir el duelo a los familiares es también una política de exterminio: “La metodología de la desaparición tiene por objeto extraer a una determinada persona de la sociedad e impedir a su familia tener constancia de qué ha pasado con él. La sociedad argentina ha estado sumida en el terror durante décadas y hay familiares que todavía tienen miedo. Es una política de terror para asustar a la gente, para que no se rebele”.

En este línea también se pronuncia Alicia Noli, jueza federal en Argentina y esposa de otro de los desaparecidos, Enrique Sánchez, a quien vio por última vez el 14 de septiembre de 1976, cuando tres hombres se lo llevaron de la casa en la que vivían. La noticia del hallazgo de los restos de Sánchez le permitió “poder terminar”. “Es una sensación de encuentro”, señala y reivindica que permite demostrar que “estuvo, corporeizar su nombre y su memoria”, en contraposición al uso del término “desaparecido” para remarcar que eran personas sin identidad. Fue su hijo, que tenía un mes cuando su padre fue secuestrado, quién sintió más “urgencia” de ver los restos porque era su “primer encuentro” con su padre.

El derecho a la verdad

El caso del Pozo de Vargas es una causa abierta porque todavía quedan restos por extraer. Por ello, los que se han encontrado hasta ahora permanecen custodiados por el equipo forense y los familiares no están autorizados a enterrarlos. Sin embargo, el juez encargado del caso, Fernando Poviña, ha comenzado a permitir que determinados familiares tengan la custodia. “Hay padres y madres que sienten que no van a poder enterrar a sus hijos y el juez les permite tenerlos en una urna, pero no pueden incinerarlos ni enterrarlos porque pueden aparecer más restos en el futuro. Hay gente que tiene los huesos de sus hijos en su casa”, explica Meloni.

Meloni destaca que los crímenes no fueron obra "de unos locos que mataban de forma indiscriminada" sino "una metodología planificada de terror"

En opinión de Alicia Noli, que fue abogada de familiares de desaparecidos antes de ser jueza, el reencuentro con los restos de los familiares asesinados que se retrata en el documental supone un testimonio del “derecho a la verdad” y del papel de víctima que tienen los familiares. “Durante mucho tiempo, las víctimas, los familiares no solo no podían tener justicia, sino que no habían terminado de conocer lo sucedido y la verdad culmina con saber dónde están los restos”, señala y destaca que forma parte del derecho a la información que corresponde a las víctimas y también al conjunto de la sociedad. Por ello, considera necesario profundizar en lo sucedido para poder construir ese derecho a la verdad.

La huella de Hitler

El título del documental, 'La noche del mundo', tiene dos antecedentes. El primero de ellos es una frase de Hegel que se ha interpretado como una alusión a la muerte y que ha sido empleada para describir el holocausto nazi. Y el segundo, según explica Meloni, por el 'Decreto noche y niebla' que firma Hitler antes de la 'Solución final' y que se refería al exterminio de los prisioneros de los campos de concentración. "Es un decreto que los militares argentinos retoman, se inspiran en él para hacer desaparecer a los ciudadanos. Esa idea de noche oscura en la que desaparecen es lo que queríamos transmitir con el título", expone la profesora.

A este respecto, Meloni destaca que los crímenes cometidos por la dictadura argentina no fueron obra "de unos locos, de unos militares que accedieron al poder y se pusieron a matar de forma indiscriminada, fue una metodología planificada de terror". Asimismo, subraya que "lo tremendo" es que lo sucedido en Argentina también se produjo en otros países como Chile porque "había una especie de protocolo a seguir para hacer desaparecer a determinados miembros de movimientos sociales", y alude a la metodología de la Escuela de las Américas, donde fueron entrenados muchos militares argentinos.

Meloni en el árbol plantado en recuerdo de su tío desaparecido. (F. Ávila / Universidad Europea)Para no olvidar el horror vivido, se recuerda a las víctimas en puntos declarados por el Estado como "espacios para la memoria". "La sociedad argentina, sobre todo en la última década, ha hecho un buen ejercicio del derecho a la memoria, un ejercicio social y judicial. Hay una política de visibilización y también pedagógica en las aulas. En el olvido está el peligro. El homenaje y la responsabilidad social están para no transitar esos caminos", apunta.

Como ejemplo de ello, la profesora relata que fueron a la Facultad de Diseño de la Universidad de Buenos Aires a hablar sobre el documental y en el vestíbulo encontraron una pancarta gigante con los 200 alumnos que desaparecieron y que está expuesta de forma permanente "para que todas las generaciones sean conscientes de lo ocurrido". "En España es imposible", lamenta Meloni, para quien en los últimos años ha habido un paso atrás en lo relativo a la memoria histórica en nuestro país. "Aquí también tenemos restos en cunetas y no hay visibilización de ello", critica.

Mientras continúan los trabajos en el pozo para recuperar todos los restos, los familiares de las víctimas siguen recordando y también transformado la finca dedicada al terror. Declarado como espacio para la memoria, el Pozo de Vargas se está convirtiendo en un bosque con un árbol plantado por cada uno de los aparecidos. "Los familiares van a conseguir que ese sitio horrendo donde nuestros seres queridos fueron arrojados finalmente termine siendo una respuesta del amor y la vida. Y va a prevalecer eso: el amor de los familiares".

Desaparecidos, NN (no identificados) o 'chupados'. La dictadura que dirigió Argentina de marzo de 1976 a diciembre de 1983, y que fue encabezada por Jorge Rafael Videla hasta 1981, empleó toda clase de términos para ocultar el secuestro, la tortura y el asesinato de miembros de movimientos sociales, sindicales y estudiantiles. Borraron sus nombres, difuminaron los calificativos para encubrir el delito y, por último, se deshicieron de lo único que podía probar los crímenes que cometieron: los cuerpos de sus víctimas.

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