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"La frontera que separa la cordura de la locura es papel de fumar"
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Beatriz García Guirado

"La frontera que separa la cordura de la locura es papel de fumar"

'El silencio de las sirenas' (Salto de página, 2016) es la onírica e insólita ópera prima de Beatriz García Guirado

Foto: Beatriz García Guirado. Foto: Stefania Vara
Beatriz García Guirado. Foto: Stefania Vara

El navegante portuguésFernando de Magallanes no tuvo su mejor día cuando decidió llamar "Pacífico" al más extenso, profundo y peligroso de los océanos de la Tierra, plagado de huracanes, tifones, tsunamis y alfombrado por volcanes activos. Uno de esos tsunamis se lleva a la infiel esposa de Oless Svalbard, un teleoperador sueco aficionado al buceo que ve cómo, cuatro años despues,la misma costa de la Baja California se convierte en un cementerio para miles de ballenas varadas. Cuando, en una inmersión enaquellas aguas violetas, Svalbard cree ver a una sirena, inicia una búsqueda con el fin de confirmar la existencia de la legendaria criatura... y para llevarle la contraria a su esposa que le habla desde el sumidero de la ducha.

'El silencio de las sirenas' (Salto de página, 2016) es la onírica e insólita ópera prima de Beatriz García Guirado, escritora y periodista de El Confidencial. Una novela hipnótica y envolvente en la que el lector se sumerge en apnea, sin más oxígeno que su capacidad de fascinación. Conspiraciones, personajes excéntricos, presagios inciertos y lirismo aventurero en una historia en la que lo primero que nos inquieta es su forja.

Pregunta.¿Cómo arrancó ‘El silencio de las sirenas’? ¿Fue una de esas historias que te asaltan ya armadas o de las que maduran lentamente?

Respuesta. Pues fue algo extraño e intenso y con tres parones largos que marcaron la construcción de la historia. Hace unos tres años estaba en una situación bastante complicada y recuerdo que pasé una semana sentada en el sofá sin moverme, intentando convencerme de que tal vez los demás tenían razón y me había equivocado de camino. Y un buen día, esa desazón se convirtió en rabia y empecé a escribir la historia de un ‘loser’ que cree ver una sirena y se obsesiona por comprobar si lo que vio es real, que era como yo me sentía en aquel momento. Era una novela de aventuras, sin más. Escribía de forma compulsiva; me levantaba de madrugada y al volver de trabajar continuaba. Cuando terminé, lo metí en un cajón.

Pasado un tiempo, me di cuenta de que el personaje estaba muerto, era como un bodegón vacío de humanidad, y empecé a escribir de nuevo la historia, pero en escritura automática, como un flujo de conciencia de Oless, que recapitulaba sobre su propia vida y, de repente, en mitad de ese soliloquio demente, apareció el fantasma de su mujer para echarle una bronca monumental, y luego otros personajes, que no tenían ninguna importancia en la novela, emergieron para increparle y cuestionar sus pensamientos. Pobre tío… Y la novela volvió a dormir. Pero ‘El silencio de las sirenas’ tal cual puede leerse surgió mientras estudiaba 'Arteterapia y psicoanálisis' de Jung, cuando, de pronto, comprendí que no era una simple aventura de buzos, sino un viaje más profundo, donde la parte sumergida de toda historia, los procesos inconscientes y los sueños del personaje, tomaban la misma relevancia que las acciones, se fundían con ellas. Lo que hice, no sé si con mayor o menor fortuna, fue evidenciar nuestros mecanismos mentales en la propia construcción de la historia.

Lo que hice, no sé si con mayor o menor fortuna, fue evidenciar nuestros mecanismos mentales en la propia construcción de la historia

P.Un teleoperador sueco y buzo viudo a causa de un tsunami y de dudosa estabilidad mental… ¿Cuál es la genealogía creativa de Oless Svalbard?

R. Quería contar la historia de un perdedor: un tipo divorciado, con un trabajo anodino, una madre arpía y un padre ausente, que iniciaba un viaje delirante cargado de pasado pero de dudoso futuro. Y al principio mi intención era reivindicar que pese al infortunio, todos podemos ser Ulises, aunque nuestra Odisea sea poco menos heroica. Pero entendí, y es una idea que sobrevuela la novela, que ya no existen héroes, porque tampoco existen dioses a la manera griega que decidan nuestros destinos, y que Oless era más bien como el capitán Nemo, un ‘un ‘outsider’’, un hombre que buscaba aislarse del mundo en su propio submarino mental con el peligro que conlleva no poder volver a la superficie. Sin embargo, eso no le resta mérito, porque incluso para bajar a determinadas profundidades se necesita coraje. Ten en cuenta que conocemos el mar tan poco como nuestra propia mente…

Y en realidad, Oless Svalbard es, como todos los personajes, una gran parte de mí y un cuarto de historias que me han contado y personas que he conocido. ¿Estabilidad mental? La frontera que separa la cordura de la locura es papel de fumar.

P. ¿El mar es para usted una afición, una obsesión o sólo el escenario narrativo idóneo para su historia?

R. El mar fue primero un escenario, luego un símbolo y a medida que avanzaba la historia, una obsesión. Yo soy de Badalona, una ciudad costera al lado de Barcelona, y he vivido siempre junto al mar. Y recuerdo que ya de niña me encantaba caminar hacia las olas, pero me asustaba lo que podía haber bajo el agua o venir del mar, como si estuviese esperando algo.

En la novela, el agua, el océano, tiene todo un simbolismo relacionado con las emociones, la madre y, por supuesto, el inconsciente. Es curioso que sepamos, por ejemplo, más del espacio exterior que de los fondos marinos, que son desconocidos en un 90%, igual que la mayoría de nuestros pensamientos, inconscientes. La cuestión es por qué conocemos más aquello que nos rodea que a nosotros mismos, qué nos asusta.

Sabemos más del espacio exterior que de los fondos marinos, que son desconocidos en un 90%, igual que la mayoría de nuestros pensamientos, inconscientes

P.“Los enfermos mentales son los únicos que están a salvo del canto de las sirenas porque en su mundo no existen presas ni embalses, sólo un gran océano”. ¿La sirenología es la gran narrativa fantástica que nos faltaba redescubrir?

R. La sirenología del profesor Cooper es una suerte de patafísica oceanografía y también el linde entre la ciencia y la fe, porque la prueba de su existencia, como escribía él, es que podemos imaginarlas. Y ciertamente ha sido un tema recurrente en la historia de la literatura, aunque le faltase la etiqueta; mucho antes de La Odisea, en las leyendas sobre la existencia de mujeres pájaro, las primeras sirenas, y luego en multitud de cuentos, como el de Andersen o el de Kafka, que da nombre al libro… Pero, vamos, más allá del mito, la sirena simboliza a la perversa seductora, la mala mujer, y eso también es una rama de la Sirenología Aplicada, que podría subtitular como: “1.1 Autores y sus Edipos”

P. Su novela baila en el quicio entre realidad y alucinación y el estilo “alucinado” parece querer llevar al lector a una suerte de estado de trance.

R. En cierta manera, aunque puede que yo también lo estuviera en algunos momentos de la escritura. En la presentación del libro en Madrid, la escritora Marina Sanmartín dijo algo que me llamó la atención y fue que solo explicamos nuestros sueños a personas muy íntimas; me refiero a los sueños que tenemos cuando dormimos, y que eso hacía que el lector formase parte de ese acto privado. Y porque también hay algo de bucear en una conciencia ajena, como espejo de la nuestra, como si fuésemos mirones en una lobotomía o como si respondiésemos a la pregunta de qué ocurriría si estuvieses soñando y al despertar el sueño continuase, si no supieses qué es real y qué no. Y tal vez después de esta entrevista vengan a buscarme con una camisa de fuerza, pero creo que todos hemos tenido esa sensación alguna vez.

De cualquier forma, para acompañar a Oless en esta ‘odisea’ es más cómodo dejarte arrastrar por la corriente que imponer la cordura.

En la novela hay algo de bucear en una conciencia ajena, como espejo de la nuestra, como si fuésemos mirones en una lobotomía

P.¿Cuáles son sus padrinos literarios? ¿Y los hermanos generacionales a los que buscaen las librerías?

R. Me gusta mucho Alain Robbe-Grillet porque sus novelas son rompecabezas, como ‘Reanudación’, que tuve muy presente en la escritura del libro; también Henry Miller, Vonnegut y la espiritualidad salvaje y drogadicta de los Beat, y Cortázar y Mario Levrero y esas novelas de corte más kafkiano. Y luego, el realismo sucio de Fante, Carver y, sobre todo, Palahniuk. Algo así como una mezcla delirante-corrosiva.

Yo diría, más que hermanos generacionales, contemporáneos… Y ahora que mencionábamos a Palahniuk, es lo propio citar a Javier Calvo, porque descubrí a los dos casi a la vez. Y luego, por afinidad y mundos compartidos, Francisco Jota-Pérez, Laura Fernández o Colectivo Juan de Madre, que me parecen autores apasionantes.

P.¿Publicar una primera novela hoy es una cana al aire, un brindis al sol, una inmersión de riesgo...?

R. Me lo tomo como un brindis al sol, porque no ocurre todos los días que una editorial de tanta calidad como Salto de Página apueste por una autora novel. Y más en una época como la actual, en la que uno tiene la sensación de que hay más escritores que lectores. A mi juicio, la inmersión de riesgo la ha hecho Salto, porque han sido muy valientes al apostar por una historia extraña y delirante de una autora desconocida, y eso es extraordinario. Así que no pararé de brindar hasta que agarre un buen pedo.

El navegante portuguésFernando de Magallanes no tuvo su mejor día cuando decidió llamar "Pacífico" al más extenso, profundo y peligroso de los océanos de la Tierra, plagado de huracanes, tifones, tsunamis y alfombrado por volcanes activos. Uno de esos tsunamis se lleva a la infiel esposa de Oless Svalbard, un teleoperador sueco aficionado al buceo que ve cómo, cuatro años despues,la misma costa de la Baja California se convierte en un cementerio para miles de ballenas varadas. Cuando, en una inmersión enaquellas aguas violetas, Svalbard cree ver a una sirena, inicia una búsqueda con el fin de confirmar la existencia de la legendaria criatura... y para llevarle la contraria a su esposa que le habla desde el sumidero de la ducha.

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