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Cuando en España mandaban los pósteres de la 'Super Pop'
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repaso a la historia de la revista

Cuando en España mandaban los pósteres de la 'Super Pop'

El libro 'Yo también leía Super Pop' analiza el fenómeno de esta publicación para fans que llegó a despachar un millón de ejemplares

Foto: Portada de la mítica revista 'Super Pop'.
Portada de la mítica revista 'Super Pop'.

Corría 1977, el año en que explotó el punk, cuando la industria editorial española se puso a cocinar uno de sus proyectos más ambiciosos. “Mariano Nadal, el dueño de publicaciones Heres, tenía las ideas muy claras. Veía el mundillo de las fans en alza con ídolos como Miguel Bosé, Camilo Sesto y John Travolta. Eran los tiempos de la fiebre disco. Entre una broma y otra, me habló de crear 'Super Pop'. A los seis meses vendíamos medio millón de ejemplares y al año alcanzamos el ansiado millón”, explica el periodista y novelista Jordi Sierra i Fabra. La revista nació como la hermana pequeña de 'Pronto', con su logo en la portada, una iniciación de las adolescentes al mundo de la prensa rosa.

¿Dato escalofriante? La primera actuación de Miguel Bosé tuvo lugar en el madrileño Florida Park en 1977 y fue retransmitida por Televisión Española. Ser hijo de Luis Miguel Dominguín y Lucía Bosé tiene sus ventajas mediáticas. A partir de entonces, 'Super Pop' alimentó las carreras de Los Pecos, Mecano, Madonna, Duran Duran, Luis Miguel, Eros Ramazzotti, Alejandro Sanz y el elenco de 'Sensación de vivir', entre muchos otros. Cuando no había carnaza sobre los ídolos del momento, sencillamente se fabricaba. “Recuerdo un día con Hombres G: no había noticias y puse a mi hija sobre una mesa con el titular 'Hombres G se comen a una fan'. La resonancia que tuvo fue espectacular. Si hubiera existido Twitter, se habría convertido en 'trending topic' mundial”, recuerda Fabra. ¿Qué tuvo 'Super Pop' para desatar esta locura colectiva?

Sexo y militarismo

Ignacio Moreno Segarra, investigador cultural, nos da una primera visión del fenómeno. “Uno de los recuerdos más vivos que tengo de la revista es el póster que colgaba en la habitación de una vecina mía muy pija, Elenita. Un póster de tamaño natural de Madonna que tenía en su anverso uno de los grandes aviones metalizados de la película 'Top Gun'. Recuerdo cómo me fascinaba esa mezcla de sexo y militarismo. Yo nunca compré la revista porque tenía un sesgo de género muy claro, era una publicación 'de chicas', pero recuerdo su importancia iconográfica en nuestra juventud donde el acceso a las imágenes era muy restringido, más en un pueblo pequeño, donde para cultivar una sensibilidad marica las dos únicas fuentes que disponíamos eran la 'Super Pop', con sus guapos cantantes, y los eróticos catálogos de Damart con sus abultados paquetes de felpa”, recuerda.

Cursillo matrimonial

Segarra señala que la estudiosa de referencia en este campo cultural es Angela McRobbie, autora entre otros del clásico 'The aftermath of feminism: gender, culture and social change' (2008). ”McRobbie fue la primera en analizar este tipo de revistas como parte de las subculturas femeninas a partir de la década de los cincuenta, que a diferencia de las masculinas, no se desarrollaban en la calle sino en el hogar y alrededor de una serie de restricciones sobre vestimenta, modales... En sus análisis, deja claro que los discursos sobre el romance en estas publicaciones, especialmente en relación a los cantantes/actores, preparaban a las adolescentes para el matrimonio heterosexual y su adoración del varón, además de enfrentar a las mujeres entre ellas", cuenta Segarra.

"Por otro lado, las revistas como 'Super Pop' creaban un mundo de placeres populares donde las adolescentes se podían retirar no solo de las demandas de los estudios sino también de la presión de los ritos de romance heterosexual. Ese aspecto me interesa mucho: cómo este tipo de prensa se convierte en un refugio femenino lleno de fantasías pseudo-masturbatorias (muy evidentes en otro tipo de revistas más 'hardcore' como el 'Nuevo Vale') que al mismo tiempo prepara a las lectoras para que se relacionen con los chicos de una determinada manera”, afirma.

La estrella y el harén

Más que la fraternidad, las revistas del ramo de 'Super Pop' fomentaban la competición entre chicas. “En estas publicaciones, los discursos románticos giran en torno a que un hombre (la estrella pop o el protagonista de la fotonovela) solo podía amar a una chica, lo que establecía la rivalidad entre las mujeres cuyas relaciones de amistad nunca se cultivaban. En la lógica romántica de la estrella pop y el harén de seguidoras, el afecto es siempre visto como una competición (“yo soy más fan”) y el resto de admiradoras como rivales, nunca como lo que en realidad eran: compañeras de aficiones que utilizaban la cultura pop para establecer redes de amistad. Al mismo tiempo que prepara a las lectoras para que se relacionen con los chicos, sus novios, imitando esa admiración amorosa que se tiene con la estrella pop y que es claramente patriarcal: el hombre es el rey de la casa como lo es del escenario”, denuncia.

Subvertir la propaganda

A pesar de todo, Segarra reconoce cierto valor a 'Super Pop': “Un análisis superficial siempre sitúa a la estrella, el actor/cantante, como un elemento activo y a las fans como un elemento pasivo, pero este tipo de revistas, que llevan alimentando la imaginación de las 'teenyboppers' (adolescentes fanáticas de la música pop mayoritaria) desde hace décadas, se han convertido en un sitio de lectura compartida, de construcción común de mitos y de elaboración de relatos. Existe una línea de participación en la cultura pop muy interesante que lleva desde las cartas de las lectoras en ese tipo de revistas a la apropiación de los 'fanzines' de las 'riot girls' y la literatura escrita por fans alrededor de fenómenos como 'Crepúsculo' y que utiliza el pop como una lengua común”.

¿Machista o emancipadora?

Coincide en esta visión el comisario artístico Iván López Munuera, director de alabadas exposiciones como 'Fan Riots' (2014) y 'Pop politics: activismos a 33 revoluciones por minuto' (2012), celebrada en el Centro de Arte Dos de Mayo de Móstoles (Madrid). “Como en todo medio, hay una diferencia entre la emisión del mensaje y su recepción. Puede que los contenidos fuesen machistas, excluyentes, que habilitaran una geografía concreta (occidental, heteronormativa y blanca mayoritariamente), pero la recepción puede diferir. Estos elementos pueden verse como emancipadores, ya que las discusiones que pueden mantenerse 'a posteriori', así como las historias inventadas sobre los ídolos y estrellas (tan típicas del fenómeno 'fandom'), pueden no estar contenidas en el primer mensaje, pero sí pueden recalibrarse en otros contextos. Incluso si los fans no son conscientes de estas agendas políticas”.

Pedimos a Munuera que nos ponga un ejemplo. “Digamos que un actor, actriz o cantante ha tenido una cirugía plástica. Puede que el artículo haga bromas sobre esto, pero se abre el debate sobre lo natural, el canon físico, lo protésico… Una estrella que ha tenido un aborto o ha abortado puede abrir muchas discusiones sobre la gestión del cuerpo, incluso si el artículo trata de condenar esta práctica”, señala.

Ídolos ambiguos

Grace Morales es una veterana periodista madrileña, que se hizo conocida en los años noventa por sus cáusticos artículos sobre costumbrismo y subculturas en el 'fanzine' de culto 'Mondo Brutto'. Ahora colabora en 'La Vanguardia', 'Jot Down' y 'El Butano Popular'. También ha escrito un libro destripando la grabación y el efecto social del primer álbum de Mecano. “Solía comprar la revista cuando fui fan de Tequila, mejor dicho, me la compraba mi madre con bastante fastidio, porque la identificaba con prensa del corazón, algo que nunca ha entrado en casa. Eso fue entre los años 79 y 81”.

Con el paso del tiempo, ha confirmado que su intuición era correcta: “La recuerdo como un medio de promoción de los artistas de las discográficas y noticias sensacionalistas sobre los ídolos pop: entrevistas y reportajes sentimentales, con muchas fotos y maquetación 'kitsch', con fondos rosa y estrellitas. Era una llamada al consumo de discos, sobre todo. Estaba dirigida claramente a chicas adolescentes, con su sección de moda, peluquería y confesiones pseudosexuales. Todavía no había un mensaje individualista tan radical, se llamaba a cierta comunidad entre las fans de un grupo o cantante. El machismo, no sé, los ídolos de esa época eran muy ambiguos en la imagen y parecían casi niñas”, apunta.

Consumismo militante

'Super Pop' pasará a la historia de nuestro país por haber incendiado el fenómeno fan con toneladas de pósteres, pegatinas y carpetas, que las lectoras paseaban por España como auténticas mujeres-anuncio. “Igual que en la clónica, el 'Bravo alemán', 'Super Pop' trata el fenómeno fan como una forma de consumo cualquiera. Recuerdo la sección de cartas, donde participaba alguna 'arrepentida' que lo había dejado porque no era vida cuando una llegaba a los 20 años, y te habían dejado varios novios que no entendían que estuvieses persiguiendo a Miguel Bosé por toda España, jajaja…”, explica Morales.

Posdata coreana

¿Son las revistas tipo 'Super Pop' una reliquia del pasado? “El único ámbito cultural donde creo que podemos encontrar un consumo parecido en la actualidad es en Corea del Sur con los exitosos seriales adolescentes y la música pop, los K-dramas y el K-pop. Debido a unas extrañas circunstancias geopolíticas y culturales, no solo el capitalismo conserva su inocencia, al menos en la fachada, sino que los géneros sexuales conservan sus diferencias maniqueas”, señala Segarra.

¿Y dentro de nuestra cultura? “Que las estrellas adolescentes del ámbito anglosajón se hayan hipersexualizado, que sus discursos musicales se llenen de violencia, puede ser visto (y aquí me tiro a la piscina) como reflejo de un capitalismo, al menos problemático, donde el consumo cultural en la preadolescencia pasa de las canciones Disney al macarrismo hip-hopero”

Más macarras que los Rolling

Por último, señalar dos curiosidades. Primera: los ídolos adolescentes no eran tan virginales como parecían. “Recuerdo estar con dos artistas tipo Pedro Marín y montar tanta fiesta que destrozamos el hotel Los Lebreros de Sevilla. Eran peores que los Rolling Stones”, explica Magda Bonet, redactora de la revista rival 'Fans'. Segundo fenómeno: cierto nivel de caos estético era uno de los principales atractivos de 'Super Pop'. “No sé en qué derivó en los años posteriores, pero la revista que yo conocí era muy divertida. Un día aparecían los Rolling Stones con un texto delirante y a la semana siguiente salían Alaska y los Pegamoides detrás de los ídolos adolescentes Chan y Chevy. Una locura deliciosa”, recuerda Morales.

Corría 1977, el año en que explotó el punk, cuando la industria editorial española se puso a cocinar uno de sus proyectos más ambiciosos. “Mariano Nadal, el dueño de publicaciones Heres, tenía las ideas muy claras. Veía el mundillo de las fans en alza con ídolos como Miguel Bosé, Camilo Sesto y John Travolta. Eran los tiempos de la fiebre disco. Entre una broma y otra, me habló de crear 'Super Pop'. A los seis meses vendíamos medio millón de ejemplares y al año alcanzamos el ansiado millón”, explica el periodista y novelista Jordi Sierra i Fabra. La revista nació como la hermana pequeña de 'Pronto', con su logo en la portada, una iniciación de las adolescentes al mundo de la prensa rosa.

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