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La filosofía, ese invento del franquismo. Historia de una asignatura en retirada
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La filosofía, ese invento del franquismo. Historia de una asignatura en retirada

Alumnos y profesores de filosofía han llevado este fin de semana las clases a la calle para protestar contra la merma de la asignatura en la nueva ley educativa. ¿Cuál es su historia?

Foto: Clase de filosofía en la calle en protesta contra la Lomce
Clase de filosofía en la calle en protesta contra la Lomce

Homo Velamine, un colectivo ultrarracionalista especialmente conocido por la pancarta que desplegaron en la plaza 2 de Mayo de Madrid durante la alcaldía de Ana Botella con el lema "A cada Botella le llega su 2 de Mayo", organizó este sábado un encuentro para reconstruir una escena de 'El último caballo' (Edgar Neville, 1950) donde varios borrachos y un caballo cortan la Gran Vía al grito de: “¡Abajo la vida moderna! ¡Abajo los camiones!”. En un centro de Madrid paranoicamente militarizado tras los recientes atentados yihadistas, no habían pasado ni los 15 segundos que se tarda en cruzar la calle con un disfraz de caballo para que aparecieran una ambulancia y tres furgones de policía.

Unas pocas horas después, demostrando que no toda reunión de más de 15 personas tiene por qué ser una amenaza para el orden social, comenzaba una jornada de clases en la calle organizada por los alumnos de filosofía de la Universidad Complutense de Madrid en protesta por la reforma de la educación que el gobierno de Mariano Rajoy ha implementado este año.

La LOMCE ha eliminado las asignaturas de 'Educación para la ciudadanía' (2º de la ESO) y 'Ética' (4º de la ESO) y ha convertido 'Historia de la filosofía' (2º de bachillerato), antes obligatoria en todos los itinerarios, en una optativa sólo en el de Humanidades. A cambio, la nueva ley ha aumentado en una hora la carga semanal de las asignaturas supervivientes y les ha asignado a los departamentos de filosofía la docencia por defecto de 'Valores éticos', una alternativa a 'Religión' perfectamente evaluable.

La nueva Ley ha asignado a los profesores de filosofía la docencia de 'Valores éticos', alternativa evaluable a 'Religión'

A uno le terminan saliendo las cuentas si se pone a calcular el número de horas que tenían asignados los departamentos de filosofía antes y después de la reforma. Pero el hecho de que su principal sustento docente sea ahora una alternativa a la Religión, una asignatura impartida por delegados del Episcopado que no han aprobado ninguna oposición publica, probablemente incentivará a los profesores de filosofía a rebajar sus exigencias en la calificación de los alumnos para adecuarse a la oferta de notazas que suelen poner estadísticamente los teólogos, en una búsqueda incesante de “fieles” que justifiquen su presencia en los institutos. Y así, 'Valores éticos' se convertirá en la “maría” más chupada jamás saltada por novillero alguno.

El origen de una asignatura

Sea como fuere, la LOMCE ha reforzado la idea de la filosofía como complemento de la teología, una idea que, paradójicamente, está en los orígenes mismos de la existencia de la filosofía como una asignatura autónoma dentro de los planes de estudio de secundaria en España. Hay que recordar que hasta el plan elaborado por Pedro Sáinz Rodríguez en 1938 para el bando nacional o sublevado en la guerra civil, la filosofía no había sido reconocida como una asignatura en ningún programa educativo previo. Es cierto que durante la II República, Marcelino Domingo (1931) estableció una asignatura titulada “Psicología y Lógica” y otra bautizada “Ética y Rudimentos del Derecho” en quinto y sexto curso de bachiller, y Filiberto Villalobos (1934) hizo lo propio con “Filosofía y Ciencias Sociales” en sexto y séptimo. Pero, como tal, con ese nombre, la filosofía como asignatura independiente en secundaria, es un invento del franquismo.

Hasta el plan elaborado por Sáinz Rodríguez en 1938 para el bando nacional en plena guerra civil, la filosofía no había sido reconocida como asignatura

No en balde, los 200 catedráticos de filosofía que más o menos había en los institutos del franquismo tenían el privilegio (o la obligación) de pronunciar un discurso anual delante del cuerpo de profesores y de alumnos el día de Santo Tomás, el único día festivo del año dedicado a una disciplina del saber. Durante el franquismo los profesores de filosofía daban tres horas de clase semanales en los tres últimos cursos de bachillerato, lo que les ahorraba tener que lidiar con los “mocosos” de los primeros tramos de la educación secundaria, un estatus que encuentra su justificación en la propia tradición filosófica (Platón decía que no convenía enseñar dialéctica a los menores de 30 años).

La ferrea censura que aplicó el franquismo a los contenidos de la asignatura de filosofía (Gustavo Bueno ha contado cómo tuvo que firmar sus manuales de los años 50 con su tío, que era cura, para que pudieran pasar el nihil obstat) lejos de ser una humillación era un gesto de respeto. El régimen consideraba demasiado importante a la filosofía como para que su enseñanza no estuviera doctrinalmente supervisada.

La Transición

Esta peculiar autonomía de la filosofía se mantiene durante la Transición. El artículo 27.2 de la Constitución de 1978 estipula que "la educación tendrá como objetivo el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales", un artículo que sienta las bases de la psicopedagogía actual al abogar por el fomento de la realización individual a través la expresión de opiones propias que deben ser respetadas por gratuitas o desinformadas que sean. En este contexto de convivencia democrática entendida como tolerancia de la gilipollez ajena, la filosofía es "una reflexión radical y crítica sobre los problemas fundamentales a los que se enfrenta el ser humano", por decirlo con las palabras del Real Decreto que firmó Alfredo Pérez Rubalcaba el 2 de octubre de 1992.

En el contexto de convivencia democrática entendida como tolerancia de la gilipollez ajena, la filosofía es “una reflexión radical y crítica sobre los problemas fundamentales del ser humano“

Durante las últimas dos semanas he participado en varios eventos en defensa del papel de la filosofía, desde la celebración del día mundial (que por cierto comparte fecha con el día mundial del retrete) en la Universidad Autónoma de Madrid hasta la mencionada jornada de clases en la calle de este sábado. También nos hemos burlado de las “kantadas” de Albert Rivera y Pablo Iglesias en el Círculo Podemos Epistemología Naturalizada, una página de humor filosófico en Facebook.

En todas estas ocasiones he escuchado a alguien repetir la expresión del “negro” de Rubalcaba (“la filosofía es una reflexión radical y crítica”) junto con otros topicazos sobre la materia (“la filosofía es el arte de hacer buenas preguntas”). Como si el saber acumulado desde Platón hasta Derek Parfit no estuviera organizado en tradiciones y sistemas, la mayor parte de ellas muy poco radicales y críticas, y como si lo único que hubieran hecho los filósofos durante los últimos 25 siglos hubiera sido formular preguntas impertinentes e irresolubles en lugar de ofrecer respuestas tan precisas como lo permitía la lógica del momento.

Un catálogo de "pajas mentales"

Frente a la concepción de la historia de los sistemas filosóficos como un catálogo de “pajas mentales” que hay que aprenderse de memoria como se aprende la lista de los reyes godos, he intentado defender durante estas dos últimas semanas una idea de filosofía académica como saber de segundo grado indisociable de saberes primarios ya dados por la ciencia, la cultura, la política, etc. Una idea de filosofía académica como tercera cultura entre las letras y las cifras donde no se puede estudiar a Leibniz sin saber cálculo diferencial, ni a Nietzsche sin musicología wagneriana, etc.. Una idea de filosofía académica , en definitiva, que reclama reformar su enseñanza universitaria hasta el punto de ponderar la propuesta sesentayochista de Manuel Sacristán de cerrar todas las facultades de filosofía de España porque en ninguna de ellas se cumple la prueba de acceso de Platón: que no entre aquí quien no sepa matemáticas (o filología, o derecho, o un saber primario relativamente cerrado).

Manuel Sacristán propuso cerrar todas las facultades de filosofía porque en ninguna se cumple la prueba de acceso de Platón: “no entre aquí quien no sepa matemáticas“

Esta idea de la filosofía académica es la que está en peligro de extinción, pero no por la reforma de la LOMCE, ni por el proyecto Bolonia implantado en España por un profesor de metafísica, Ángel Gabilondo, ni tampoco por los recortes en el presupuesto de las universidades destinado a la creación de nuevas plazas para profesores (¿tengo que recordar que prácticamente todos los grandes filósofos, salvo los escolásticos y los alemanes del siglo XVIII en adelante, trabajaron de espaldas a la universidad y en algunos casos, como el de Spinoza, contra ella?).

Si la filosofía académica está en peligro ello se debe en todo caso a la fagocitación semántica de la palabra “filosofía” por parte de su sentido mundano, el sentido en el que se dice que la filosofía del Cholo Simeone es el “partido a partido”. Cabe recordar que el término “ideología” lo acuñó Desttut de Tracy en 1796 para referirse al estudio científico de la relación entre ideas y signos (una disciplina hoy englobada por la semántica y la semiótica) y que fue por una fagocitación de la acepción mundana sobre la académica que se consolidó el significado que actualmente atribuimos a la palabra. Del mismo modo, quizás haya que preservar asignaturas, grados, másteres, doctorados y lo que sea que se titule ahora mismo “filosofía”, por mucho que lo único filosófico de tales instituciones sea el nombre, aunque sólo sea para recordar cómo se llamaban a sí mismos algunos tipos ilustres del pasado.

Homo Velamine, un colectivo ultrarracionalista especialmente conocido por la pancarta que desplegaron en la plaza 2 de Mayo de Madrid durante la alcaldía de Ana Botella con el lema "A cada Botella le llega su 2 de Mayo", organizó este sábado un encuentro para reconstruir una escena de 'El último caballo' (Edgar Neville, 1950) donde varios borrachos y un caballo cortan la Gran Vía al grito de: “¡Abajo la vida moderna! ¡Abajo los camiones!”. En un centro de Madrid paranoicamente militarizado tras los recientes atentados yihadistas, no habían pasado ni los 15 segundos que se tarda en cruzar la calle con un disfraz de caballo para que aparecieran una ambulancia y tres furgones de policía.

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