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"Hay mucho rock en la derecha: Carla Bruni empezó con Clapton y acabó con Sarkozy"
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entrevista con el director de la revista 'ruta 66'

"Hay mucho rock en la derecha: Carla Bruni empezó con Clapton y acabó con Sarkozy"

La mítica publicación cumple treinta años, sacando pecho en el momento más bajo del rock en España

Foto: Alfred Crespo, director de 'Ruta 66' (Juan Pérez-Fajardo)
Alfred Crespo, director de 'Ruta 66' (Juan Pérez-Fajardo)

A sus cincuenta años, Alfred Crespo todavía suena emocionado cuando habla del primer número de 'Ruta 66' que compró en su vida: "Lo pillé el día que me fui a la mili. Tenía veinte años y me quedé enamorado. De camino al cuartel de León, me dio tiempo a leérmela entera dos veces. En portada estaban David Bowie y Mick Jagger en una foto horrible, medio borrosa. Me quedé enganchado, sin tenerlo previsto. Fue un flechazo: luego la he comprado y guardado durante todos estos años". Ahora ejerce de codirector en los tiempos más duros, inciertos y estériles del rock and roll en España. Derrochando tanta pasión como modestia, confiesa que los directores de "el ruta" siguen poniendo pegatinas en los sobres de los envíos a suscriptores y cogiendo el carrito cada mes para acercarse a Correos. Durante mas de una hora Crespo compartió recuerdos, anécdotas y análisis.

PREGUNTA. En la época en que compró el primer número de Ruta 66 el contexto social en España era muy distinto: había servicio militar obligatorio, una homofobia rampante y mucho sentido católico de la culpa. Quiero decir que apostar por Jagger y Bowie en 1985 era cuestionar el pensamiento dominante. ¿Cree que ese espíritu sigue vivo en la revista de alguna manera?

Los valores del rock and roll ya no suponen ningún desafío para el sistema. Ni nosotros vamos a cambiar el mundo ni podemos reinventar las cosas

RESPUESTA. No. Los valores del rock and roll ya no suponen ningún desafío para el sistema. Ni nosotros vamos a cambiar el mundo ni podemos reinventar las cosas. El rock and roll se ha convertido en un placebo. Eso lo tengo clarísimo. Las bandas de ahora ya no cambian nada. El rock es como la paella de los jueves, que la sigues disfrutando pero no tiene capacidad para para generar cambios sociales. Es una apuesta segura. De hecho, más que descubrir una nueva contracultura, Ruta 66 se dedica a revaluar cosas de la vieja que se nos pasaron por alto.

P. Hace unos meses, durante un congreso universitario, se puso a contar anécdotas del Mobile World Congress de Barcelona. Decía que las prostitutas pagaban a las limpiadoras de los hoteles de lujo para que deslizaran sus tarjetas por debajo de las puertas de las habitaciones. También contaba que los grandes ejecutivos no pasaban por el recinto de la feria hasta bien entrada la tarde. ¿Hay más rock and roll en los directivos de grandes corporaciones que en las estrellas de la música?

R. Hay mucho más vicio en el mundo de la empresa que en un festival rockero como el Azkena Rock. A la hora de cierre, en el Azkena quedan cuatro gatos, cuando los directivos de Sony o de Panasonic seguro que tienen mucha mejor cocaína y pueden aguantar varios días de fiesta. Nosotros nos hemos hecho mayores y tenemos menos dinero que ellos. Los que van con traje, corbata y tarjeta de empresa pueden tener comportamientos más extremos que Axl Rose. Y luego duermen en hoteles de lujo donde pasar a gusto la resaca.

placeholder Alfred Crespo, director de 'Ruta 66' (Juan Pérez-Fajardo)
Alfred Crespo, director de 'Ruta 66' (Juan Pérez-Fajardo)

En los años setenta, Rod Stewart tenía tanto dinero que se compraba equipos de fútbol. Ahora quienes lo hacen son Silvio Berlusconi y Roman Abrámovich. Sarzoky es una estrella de rock, de manera muy literal. Carla Bruni estuvo con Eric Clapton, luego con Mick Jagger y acabó con él. Hay mucho rock and roll en la derecha. Es lo más triste de todo.

P. Hace poco entrevisté al guitarrista Igor Paskual, que me dijo que "el rock and roll español es la nada absoluta". Mucha gente cree que hemos pasado de artistas de altura como Loquillo, Calamaro y Gabinete Caligari a otros mucho más insustanciales como Pereza, Quique González y Dani Martín. ¿Se está aguando demasiado el género en nuestro país?

R. Ahora el rock and roll vuelve a ser underground. Está Loquillo, que estará siempre, pero el resto es muy minoritario. Nadie se atreve a programar a bandas clásicas como Burning en una sala de más de ochocientas entradas. Los Enemigos hacen, como mucho, una Riviera, de 1.800 personas, cuando en 2002 llenaban tres veces esa sala. En Barcelona tocan en Bikini, donde caben quinientas personas. Loquillo graba un disco en directo y vende ocho mil entradas en Granada. El resto están en el underground. Además las ayudas públicas se han ido a otro lado, concretamente a grupos del tipo Vetusta Morla. Las marcas no apuestan por el rock and roll: solo alguna de alcohol. Rockdelux, que no es una revista de rock, pilla anuncios hasta del Corte Inglés. A nosotros nos llaman las cuatro discográficas y promotoras de conciertos rockeros que quedan y una pomada para borrar los tatuajes. El anunciante medio de Ruta 66 son festivales de música surf, garaje y psicodelia.

P. También queda Andrés Calamaro. ¿A él no lo considera rock and roll?

Las ayudas públicas se han ido a grupos del tipo Vetusta Morla. Las marcas no apuestan por el rock and roll: solo alguna de alcohol

R. Sí, claro, soy superfan, tanto de la música como del personaje. El caso es que está mucho más en Argentina que aquí. Calamaro viene a España y toca para dos mil personas en Razzmatazz, mientras que en Argentina se hace dos estadios de Boca Juniors. Allí sí se vive el rock and roll de forma intensa. El Indio Solari mete en 110.000 tíos en un campo de fútbol sin pagar un anuncio, ni hacer una entrevista, ni pegar carteles. ¿Por qué se ha ido Bunbury a Los Ángeles? Porque vende mucho más en México y el sur de Estados Unidos que en su propio país. Si quitamos La Movida, aquí el rock and roll nunca ha sido masivo. No existe tradición. Burning llevan cuarenta años pero su tope de seguidores es muy pequeño.

P. ¿Qué le parece la liga de M-Clan y Fito & Los Fitipaldis, que muchos consideran que no componen verdadero rock and roll?

R. Yo les respeto. Puedo entender porque hacen lo que hacen. La gente, a veces, es un poco injusta. M-Clan han sido durante muchos años una banda de rock militante con un punto sureño y un rollo Joe Cocker. Entiendo que lo que hacen ahora no guste a un sector de sus fans, pero hay bandas de rock internacionales a las que se les ha permitido cualquier cosa. Todavía hay heavys que siguen yendo y disfrutando de los conciertos de Bon Jovi. En cambio, los ajustes de cuentas con los grupos españoles son muy brutos y muy crueles.

A Bob Dylan se le ha permitido un disco asqueroso de versiones de Frank Sinatra. Ese álbum es una puta mierda y la gente paga ochenta euros por escuchar esas canciones en directo. ¿Bob Dylan haciendo de crooner? Eso es imposible porque no sabe cantar. Si lo hubiera hecho un artista de aquí le mataban. A mí no me gusta la mayoría de lo que hacen M-Clan, pero tampoco que los pobres hagan una versión de la Steve Miller Band y les caigan tantas hostias que casi se tengan que ir del país. El escaso público rockero español sigue siendo demasiado intransigente en algunas cosas.

P. ¿Cómo evita 'Ruta 66' caer en eso?

R. Bueno, quizá no lo evitamos. Andrés Calamaro nos llama talibanes. Le parece fatal que no publiquemos cosas de artistas a los que está muy enganchado, como el rapero Kanye West. Lo que pasa es que tenemos claro que somos una revista de rock and roll y que no podemos abarcarlo todo. Sabemos de lo que sabemos. O creemos que sabemos. Las tendencias siempre nos han influido poco. También jugamos con una ventaja: el rockero existe. Hay una cuota de público que si tú no les abandonas, ellos tampoco te abandonan a ti. El problema es que se están muriendo de viejos (risas).

P. Antes hablábamos de Loquillo. Yo le he visto hacer campañas publicitarias para bastiones de la derecha como La Vanguardia o el Banco de Sabadell. ¿Qué siente cuando un icono del rock promociona estas cosas?

A Bob Dylan se le ha permitido un disco asqueroso de versiones de Frank Sinatra. Ese álbum es una puta mierda y la gente paga ochenta euros por escuchar esas canciones en directo

R. Lo mismo que viendo a Bob Dylan anunciando bragas. Si pones pelas, entran al trapo, comen igual que todo el mundo. Ya no exigimos nada a los rockeros porque hemos aceptado que el componente revolucionario se ha evaporado del género. Al final, lo que pedimos son buenas canciones.

P. Loquillo no necesita hacer anuncios para comer, lo necesitará para comer en El Bulli o sitios por el estilo. El problema con él es que luego va de rojo sacando discos de canciones de la CNT.

R. Hombre, es una actitud que choca. Lo mismo que su apoyo a Ciudadanos. Cuando llegas a cierto nivel de estrellato, empiezas a hacer cosas delirantes. James Brown pidió el voto para Nixon y apoyó la guerra de Vietnam. Después de caer en posturas así, el público negro seguía yendo a verle. Pasó de asistir a marchas con Malcolm X y Martin Luther King a apoyar al ala dura del Partido Republicano. Incluso tocaba en las convenciones. Llega un punto en que las estrellas creen que están por encima del bien y del mal.

Loquillo ha tocado para el Partido Comunista, ha presentado mítines del Partido Socialista de Catalunya (PSC), ha promocionado el carné joven de Convergencia y ahora está en Ciudadanos. Cuando Pujol sacó un carné joven el número uno fue para Loquillo. Al final es un poco como Jorge Verstrynge. Por eso a mí no me gusta llenar de entrevistas Ruta 66: la inmensa mayoría de los músicos carecen de un discurso sólido. Tienen poco que decir. Preferimos los reportajes o los artículos.

P. Las revistas extranjeras del ramo nunca han tenido miedo de incluir contenidos políticos en sus páginas. En nuestro país, en cambio, detecto una alergia brutal de las publicaciones musicales a posicionarse en conflictos sociales. ¿Encuentra alguna explicación?

R. En el Ruta se permite que cada uno diga lo que piensa, pero tenemos un problema porque esa línea política nunca se marcó desde un principio. Al final, nos hemos centrado en el rock and roll y nos falta un punto social, sobre todo con la que esta cayendo. Me parece una carencia. Lo que no tenemos es una cabeza pensante que apueste por una línea política concreta. Tampoco hay colaboradores que propongan este tipo de contenidos. De vez en cuando, sale una pregunta política en una entrevista, pero seguimos alejados de lo que pasa en la calle. Hay que recordar que cuando empezó 'Ruta 66' nadie le daba dos meses de vida. Imagínate: una revista en blanco y negro hablando de grupos de culto como The Seeds, The Standells y The Chocolate Watchband.

P. Mi impresión es que el rock and roll solo ha tenido un mérito político: acelerar la revolución sexual en un país tan puritano como era Estados Unidos en los años cincuenta. Eso y promover cierto sentido de la fraternidad entre el público blanco y el afroamericano. ¿Está de acuerdo?

De joven, me fiaba más de un rockero que de una persona convencional. Ahora ya no pienso así. Los códigos se han ido a tomar por el culo

R. Sí, en estas cosas el rock and roll fue básico. Añadiría el movimiento hippie, que cambió muchas cosas durante el poco tiempo que duró. Luego acabaron todos de ejecutivos en Silicon Valley, pero aportaron otra forma de ver las cosas para mucha gente. El barrizal de Woodstock y el espíritu de San Francisco fue el último gran cambio de chip de nuestra época. Piensa en las drogas, en la liberación sexual y en cierto compromiso político, por ejemplo cuando amenazaron con echar LSD en el agua durante la convención del Parido Demócrata de San Francisco en 1968. El problema es que pasaron de montar el partido yippie a ser una panda de empresarios hijos de puta. De joven, me fiaba más de un rockero que de una persona convencional porque asumía que había unos códigos allí que se iban a respetar. Ahora ya no pienso así. Los códigos se han ido a tomar por el culo.

P. Jaime Gonzalo, uno de los exdirectores de la revista, describe 'Ruta 66' como el equivalente a publicar "una revista de macramé". Supongo que alguna objección tendrá a la frase.

R. Jaime, aparte de escribir de puta madre, tiene un punto desmitificador que ha ayudado mucho a la revista. No estoy tan en desacuerdo: es un capricho y un mininegocio, pero sobre todo es una forma de mantener y fomentar la relaciones sociales con un puñado de gente que nos cae muy bien.

P. Uno de los grandes fracasos de la prensa musical española es no haber sabido conectar con el público femenino. Tampoco se ha dado mucho espacio a los textos y fotos hechos por mujeres periodistas. ¿Por qué esta desconexión?

R. Estoy de acuerdo: es un fracaso. Por un lado, tienen miedo de entrar porque son muy pocas. Nosotros hemos intentado incluirlas un montón de veces. Teníamos una colaboradora llamada Ana Quemarropa que era el alma de la revista y la tía más rockera del planeta Tierra. No se perdía una. Tenemos a Silvix, que hizo una macroentrevista a Lemmy de Motorhead. Tenemos a Anabel Vélez, que es más de blues. También hay unas cuantas más. Dicho esto, el porcentaje es superbajo, pero no sabemos qué más hacer. Hablando de esto, creo que el rock and roll también puso su granito de arena en la liberación femenina. Janis Joplin es crucial en muchas cosas. A las feministas les vino bien un icono que bebía, se drogaba, salía en pelotas y encima cantaba bien.

Janis Joplin es crucial en muchas cosas. A las feministas les vino bien un icono que bebía, se drogaba, salía en pelotas y encima cantaba bien

No había quien le tosiera y le daba igual todo. Follaba con quien le daba la gana. Luego el rock se intelectualizó demasiado y perdió ese punto. Los que no cambiaron tanto como se piensa fueron los de Nueva York. Andy Warhol fue el gran yupi y los grupos que le rodeaban se creían demasiado listos. La Velvet Underground ha influido a mil bandas actuales, pero en su momento el impacto fue mínimo. En esos ambientes todo era un negocio. No se puede vender que todo el que pasó por la Factory era revolucionario. Aquello era una fábrica de litografías en serie. Tenían una visión demasiado mercantil del rock and roll.

A sus cincuenta años, Alfred Crespo todavía suena emocionado cuando habla del primer número de 'Ruta 66' que compró en su vida: "Lo pillé el día que me fui a la mili. Tenía veinte años y me quedé enamorado. De camino al cuartel de León, me dio tiempo a leérmela entera dos veces. En portada estaban David Bowie y Mick Jagger en una foto horrible, medio borrosa. Me quedé enganchado, sin tenerlo previsto. Fue un flechazo: luego la he comprado y guardado durante todos estos años". Ahora ejerce de codirector en los tiempos más duros, inciertos y estériles del rock and roll en España. Derrochando tanta pasión como modestia, confiesa que los directores de "el ruta" siguen poniendo pegatinas en los sobres de los envíos a suscriptores y cogiendo el carrito cada mes para acercarse a Correos. Durante mas de una hora Crespo compartió recuerdos, anécdotas y análisis.

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