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Los negros literarios también pagan el 21% de IVA. Así trabaja un 'ghost writer'
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PRESENTADORES Y TERTULIANOS, PRINCIPALES CLIENTES

Los negros literarios también pagan el 21% de IVA. Así trabaja un 'ghost writer'

Los negros literarios ya no escriben para novelistas sin nada que contar. Las editoriales los han puesto a sueldo de las estrellas televisivas. Y no cobran en negro. Son autónomos que pagan el IVA cultural

Sus caras, sus firmas, jamás aparecerán en los libros que escriben. No son escritores del NO -aquéllos, como Robert Walser, que retrató Enrique Vila-Matas en ‘Bartleby y compañía’- y que se negaban, porque sí, a crear nueva novelas. [ARRIBA VÍDEO REPORTAJE]

Las editoriales españolas pronuncian un eufemismo. Los llaman “colaboradores externos o escritores por encargo”; los editores anglosajones, con cierto prestigio y sin rubor, ‘ghost writers’. Angelina Jolie, por ejemplo, firmó ‘autógrafos de ’un libro suyo’, junto a uno de estos profesionales. En España, se les conoce de una manera despectiva: negros literarios.

No están bien vistos –de hecho, nadie los ve-. Tienen mala prensa por algunos recientes escándalos como aquella novela de Ana Rosa Quintana (‘Sabor a hiel’) y sus párrafos idénticos a otra obra de Danielle Steel o de Ángeles Mastretta.

Los negros literarios, por lo menos en este país, escriben a destajo para escritores reputados que suman tres libros en cinco años o para aquéllos que ni tienen tiempo para sentarse delante de un papel en blanco o carecen ya de historias sobre las qué escribir.

Antes y después de la crisis

Antes de la crisis económica, los negros literarios incluso suplantaban la pluma de empresarios de capital de provincias, que querían una buena, bonita y barata biografía como herencia impresa. Aunque, últimamente, su clientela es de otro color, menos verde dinero, más rosa.

“Yo antes escribía para gente seria, para escritores con cierto nombre. Ahora, no. El 99% de mis encargos, sino todos, y presumo que el de mis colegas de profesión también, son para tertulianos o presentadores de televisión”.

Son las palabras de M.A.T., uno de los tres negros literarios consultados para este reportaje, que se despacha a gusto en el testimonio del vídeo que antecede a estos párrafos.

“De los tertulianos de televisión que han publicado una novela, ninguna está escrita por ellos. Ninguna. La última de Pilar Eyre (‘Mi color favorito es verte’), sí. Es tan absolutamente mala, que es imposible que un negro literario haya podido escribir eso”, prosigue M.A.T.

Así, nos confiesa que su trabajo puede ser desde “reorientar” una novela o boceto de 30 páginas escrito por alguno de estos tertulianos y/o presentadores, “hasta levantar” un novelón, más o menos decente, de 600 páginas, a partir de “un esbozo de idea”, que le cuentan de viva voz, por teléfono o por mail.

Reunión en la Moraleja

“Las editoriales no hacen ni el huevo. Si es una biografía, te dicen que entres en Google y te busques la vida. Aquí no hay briefing, como en las agencias de publicidad. Y parte de tu trabajo depende de la empatía que tengas con el entrevistado. Te reúnes con él en su mansión de La Moraleja o en una cafetería y llevas una grabadora”, añade.

“Vas y te enteras si quiere una biografía, una novela o un libro de relatos. Sin embargo, en la segunda o tercera sesión, o antes, si no hay ‘feeling’ entre ambos, el famoso puede que llame a la editorial para que te despida”, apostilla.

¿Y los negros literarios cobran en negro de las editoriales?, le preguntamos a M.A.T., con tono de chiste malo. “No, claro que no”, responde. Obviamente no están en plantilla, pero son colaboradores de confianza.

Porque M. A. T. es autónomo. Está dado de alta como editor –qué paradoja-. Como su nombre y apellido no pueden aparece en las solapas de una novela –ni en CEDRO para cobrar royalties-, tiene el mismo estatus para Hacienda que un consultor, “o un fontanero, lo mismo daría”, ironiza este escritor por encargo.

Sufre también, por tanto, el 21% de IVA cultural. Cada trimestre, confirma. Y el resto de vicisitudes de cualquier autónomo: retrasos en el pago, rebaja de tarifas, etc. Hace su trabajo lo mejor que sabe, es discreto, y traga con lo que le encargan, al precio que marca “el mercado”.

Bazofia televisiva

“Prefiero ser invisible y que mi nombre no conste. Porque no, porque, a menudo, el biografiado es una auténtica bazofia televisiva, tipo Belén Esteban, o porque el texto es malo, y tú sabes que es malo, pero es el que te han encargado”, revela.

Los negros literarios, como él, sobreviven, por tanto del anonimato, mientras sus entrevistados –presentadores, tertulianos, “hijos del Gran Hermano” o protagonistas de la prensa rosa- ganan dinero de la infamia de firmar libros en grandes centros comerciales, ferias del libro o Sant Jordi. A ellos no le va tan mal, pero a sus negros, la crisis económica -y editorial- sí les pasa factura.

“Antes de la crisis, yo cobraba unos 12.000 euros por hacer de negro. Tenía tres o cuatro meses para entregar la novela o el libro. Ahora, los precios van de 2.000 a 3.000 euros por encargo. Y los plazos, que son más cortos, nunca se cumplen, porque el tertuliano de turno se ha ido de vacaciones al Caribe, a tocarse las pelotas; y te ha dejado colgado con el libro a la mitad. Y la culpa siempre es del negro”, se enrabieta.

¿Qué novelas has escrito y para qué ‘escritores blancos’?, le insistimos a M.A.T.

“En este país, si se sabe que has sido tú quién ha escrito como negro una novela de alguien famoso, pierdes tu trabajo”, finaliza M.A.T.

En su tono de voz, se denota esa coletilla aprehendida que no pronuncia pero piensa. “Preferiría no hacerlo”, la frase que repetía, una y otra vez, como una negativa pasiva ‘Bartleby, el escribiente’, el protagonista de aquel relato de que sí firmó Herman Melville.

¿Y la ética de todo esto?, le preguntamos unos días después, a otro de los tres negros literarios entrevistados para este reportaje.

“La ética se la dejo a los editores que me contratan”.

Sus caras, sus firmas, jamás aparecerán en los libros que escriben. No son escritores del NO -aquéllos, como Robert Walser, que retrató Enrique Vila-Matas en ‘Bartleby y compañía’- y que se negaban, porque sí, a crear nueva novelas. [ARRIBA VÍDEO REPORTAJE]

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