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Un James Bond aburrido y ombliguista
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estreno de 'spectre'

Un James Bond aburrido y ombliguista

Gracias al hackeo a Sony sabemos que 'Spectre' se hizo con prisas, con un presupuesto inflado y sin un guión acabado para vampirizar rápidamente el éxito de 'Skyfall' (2012). Y se nota

Foto: Fotograma de 'Spectre'
Fotograma de 'Spectre'

Empecemos corrigiendo prejuicios generados por la maquinaria promocional: En primer lugar, 'Spectre' no es tan mala como la espantosa canción perpetrada por Sam Smith para su banda sonora nos hizo temer. En segundo, tampoco es ese canto al feminismo que sus productores nos quisieron vender al incluir en el reparto a Monica Bellucci en la piel de la primera amante de Bond de su misma quinta -Bellucci tiene 51 años, Daniel Craig 47-; al fin y al cabo, el espía le da puerta después de solo dos escenas y uno meneo rápido para irse con Lea Seydoux, que tiene 30 años y cuyo personaje, pese a ser capaz de empuñar un arma, también está en la película en modo florero. Y, dicho sea de paso, que su relación con Bond pase velozmente de flirteo a amor eterno resulta inexplicable tanto porque entre Craig y Seydoux hay tanta química como entre una tetera y un salchichón como porque, en realidad, no hay mucho en 'Spectre' que nos dé a entender que 007 es capaz de invertir emociones en algo más que un Vodka martini.

Apenas queda rastro, en efecto, del escarpado paisaje interior mostrado por el personaje en las más recientes entregas previas de la saga. Y su pérdida de humanidad parece haber ido acompañada de una pérdida de interés por parte de Craig. Y su expresión de aburrimiento de algún modo encuentra reflejo en la nuestra, mientras lo vemos en una sucesión de escenas que resultan visualmente imponentes pero que parecen haber sido diseñadas solo para ser admiradas. No se integran orgánicamente en la historia y, como resultado, la película en su conjunto acaba teniendo no solo el aspecto de un anuncio de coches sino también su profundidad. Todo cuanto uno siente a la salida del cine es decepción por no poder permitirse un Aston Martin.

No hay mucho en 'Spectre' que nos dé a entender que 007 es capaz de invertir emociones en algo más que un Vodka martini

Gracias al hackeo a Sony del año pasado sabemos que 'Spectre' se hizo con prisas, con un presupuesto inflado y sin un guión acabado con el fin de vampirizar rápidamente el éxito de 'Skyfall' (2012). Y se nota, sobre todo por el modo en que la sucesión de explosiones y cambios de estilismo y localizaciones exóticas trata de distraernos del tamaño de los boquetes argumentales. La falta de consistencia argumental, todo sea dicho, ni es nueva ni importa: la mayoría de espectadores no sería capaz de recordar la trama de una película de Bond ni aunque le pusieran una pistola en la nuca.

A nivel temático, eso sí, 'Spectre' se hace una pregunta: ¿Es Bond relevante en la era del ciberterrorismo, los drones y la vigilancia constante? Es decir, la misma cuestión que ya planteaba 'Skyfall', y la idea de la que partía 'Casino Royale' (2006) y que tal vez también jugó un papel en 'Quantum of Solace' (2008) –acordarse de ella no es ni fácil ni agradable--. Estas películas siguen dando la murga con algo en lo que todos coincidimos: que sí, que seguimos queriendo a Bond; siempre y cuando, claro, las películas ofrezcan diversión y estilo y no solo dos horas y media de ombliguismo, como es aquí el caso.

En todo caso, la fijación con legitimar la vigencia de Bond en 2015 resulta particularmente inapropiada dado que, del mismo modo que Bond está aquí azotado por los fantasmas de su pasado –en ese sentido, las últimas cuatro entregas de 007 componen algo así como una minisaga dentro de la saga--, lo mismo puede decirse de la película misma. 'Spectre' alude de forma tan integral a las aventuras pasadas y la iconografía de 007 que funciona casi como un álbum de 'Greatest Hit's. Incluye una clínica de salud en lo alto de una montaña suiza, como en 'Al servicio secreto de Su Majestad'; una brutal pelea en un tren como en 'Desde Rusia con amor'; el tipo de guarida villana ridículamente suntuosa que aparecía en 'Solo se vive dos veces' o 'La espía que me amó'; un Rolls Royce como el de 'Goldfinger', una chaqueta nehru como la que vestía el 'Doctor No'… Y así. Y, cómo no, incluye el regreso de la organización criminal que da a la película su título.

Por lo demás, 'Spectre' son un montón de localizaciones exóticas, una persecución de bólidos, dos chicas Bond, un duelo de tortazos, una escena de tortura, un tiroteo, una carrera a contrarreloj y un número indeterminado de cambios de vestuario, todo ello ordenado y estructurado más o menos como siempre en ese sentido las pelis de Bond, como los episodios de 'El equipo A', son un poco todas iguales.

La mayoría de espectadores no sería capaz de recordar la trama de una película de Bond ni aunque le pusieran una pistola en la nuca

Lo que sí cambia es el tono. El director Sam Mendes parece haber hecho 'Spectre' para los fans de lo que el personaje era antes de que las pretensiones de realismo de 'Casino Royale' y 'Quantum of Solace' llevaran la saga a un terreno más austero. 'Spectre', en cambio, es tan risible que a ratos parece inspirada en 'Austin Powers', especialmente si hablamos de Oberhauser (Christoph Waltz), el tipo de villano que explica todo su diabólico plan al detalle antes de acabar con su némesis. Clichés como ese son parte de lo que hizo a la saga llegar a tal punto muerto que se hizo necesario un 'reboot'.

Craig ha hecho cuatro películas de Bond, y quizá no deberían tratar de convencerle de que haga una quinta –él llegó a decir que prefería cortarse las venas--, porque de hacerla corre el riesgo de mirarse un día al espejo y encontrarse a Roger Moore devolviéndole la mirada. Tal vez deban contratar un nuevo actor, y a un director y unos guionistas capaces de tener al menos una idea original. O, mejor, tal vez deban dejarlo correr un tiempo. Tras ver 'Spectre' uno tiene la sensación de que, si estamos una década o dos sin saber de Bond, tampoco pasa nada. Después de todo, como tan sabiamente nos hizo saber él mismo una vez, hay que vivir y dejar morir.

Empecemos corrigiendo prejuicios generados por la maquinaria promocional: En primer lugar, 'Spectre' no es tan mala como la espantosa canción perpetrada por Sam Smith para su banda sonora nos hizo temer. En segundo, tampoco es ese canto al feminismo que sus productores nos quisieron vender al incluir en el reparto a Monica Bellucci en la piel de la primera amante de Bond de su misma quinta -Bellucci tiene 51 años, Daniel Craig 47-; al fin y al cabo, el espía le da puerta después de solo dos escenas y uno meneo rápido para irse con Lea Seydoux, que tiene 30 años y cuyo personaje, pese a ser capaz de empuñar un arma, también está en la película en modo florero. Y, dicho sea de paso, que su relación con Bond pase velozmente de flirteo a amor eterno resulta inexplicable tanto porque entre Craig y Seydoux hay tanta química como entre una tetera y un salchichón como porque, en realidad, no hay mucho en 'Spectre' que nos dé a entender que 007 es capaz de invertir emociones en algo más que un Vodka martini.

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