Luis González Palma, fotógrafo de lo invisible
'Constelaciones de lo intangible' es el título de la exposición que recorre casi tres décadas de trabajo del artista guatemalteco, en la que sobresalen sus preguntas existenciales y religiosas
Para asimilar el trabajo del fotógrafo –llamémosle así de momento- Luis González Palma es importante imaginar una visita a una iglesia Barroca en el altiplano guatemalteco, en un pueblo pequeño, donde la ceremonia católica se ha mezclado con los ritos paganos y los santos visten ropas de camuflajes y los altares están ennegrecidos y los fieles rezan a aquella mancha ahumada y a Luis eso le fascina, claro.
Frente a la banalidad y al artificio, él indaga en la trascendencia de la imagen. “La fotografía es una excusa, no me interesa. Es un medio y cada vez me cuesta más. Lo que me interesa es la imagen, no la fotografía”, dice con una sonrisa paseando entre las salas de la Fundación Telefónica, donde acaba de inaugurar una exposición retrospectiva, con trabajos desde finales de los ochenta, incluida en PHotoEspaña.
No reivindico el catolicismo, reflexiono sobre el vacío existencial de los seres humanos y su necesidad de crear una religión para aplacar el miedo a la muerte
Gracias a la fotografía accede a la deriva de la historia del arte europeo y lo introduce en sus raíces primitivas, en la memoria de su pueblo, en la identidad de una civilización cuya esencia fue retorcida a la fuerza. Es una constante en su obra, la experiencia y la reflexión sobre el ser humano, la capacidad para comunicarse con el otro. Una definición de lo que es el arte: “Es una forma que te permite hablar un lenguaje que no es posible hacerlo de otra forma. Allá donde las palabras no llegan. Por eso la fotografía está muy cerca de la poesía”, cuenta.
La utilización del pan de oro y las resinas hace de su obra una extraña pieza que borra las distancias que separan desde hace siglo y medio a la fotografía y la pintura. Es que Luis González Palma quiso ser pintor, estudió arquitectura y acabó con una cámara entre las manos porque es lo que mejor se le daba. Y desde entonces esa preocupación por la mirada, por hacer evidentes las contradicciones del ser humano, por estrechar el vínculo entre el arte contemporáneo con la historia del arte.
Tocando lo sagrado
Y por encima de todo, lo sagrado. No tanto el arte al servicio de la Iglesia, como el camino del arte que “intenta acercarse a esa experiencia de la ceguera, la de no poder ver a dios”. Ahí conduce su trabajo, allí le gustaría llegar, al lugar en el que la ceguera se hace sobresaliente. A la imagen que nos confirme que, como seres humanos, estamos a la deriva.
No es frecuente que el arte contemporáneo se pregunte por dios. “Hay más temas, pero éste es un asunto que no desaparece”, reconoce. “Puede que sea una actitud política. No reivindico el catolicismo, reflexiono sobre el vacío existencial de los seres humanos y su necesidad de crear una religión para aplacar el miedo a la muerte. La necesidad de sentir que hay algo después. Eso, la incapacidad del ser humano, iconográficamente es muy rico”.
La serie en la que más evidente se presenta esta revisión sagrada de la que habla es enLa luz de la mente(2005), donde ha fotografiado varios paños de pudor a la manera deZurbarán, Rubens o El Greco, pero eliminando la figura de Cristo. Creo esos paños como los pintaron los maestros y retrató esas “esculturas” de cuerpo ausente. ¿Qué queda? “Un vacío. Es una parte en la que me concentré mucho en la muerte de dios”.
Me parece apasionante la relación entre la belleza y el sufrimiento
Como apunta Christian Viveros-Fauné en el catálogo de la muestra, “González Palma prefiere inventar metáforas antes que capturar la realidad a lo safari”. Hace referencia a dos series básicas en su trayectoria: Jerarquías de intimidad. El encuentro (2004) y Jerarquías de intimidad. El duelo (2005). Son un alejamiento del arte del retrato hacia la fotografía de objetos, paisajes y escenas en interiores. “Continúa siendo un fotógrafo mucho más comprometido con lo que no puede ver que con lo que puede ver”. Es un artista de lo invisible.
Quizá eso, la experiencia de lo sagrado, sea religioso o no, es algo que le une a Francis Bacon y Louise Bourgeois -dos referencias evidentes a lo largo de la muestra. “Me parece apasionante la relación entre la belleza y el sufrimiento. Tan paradójica”, cuenta. “No me puedo quitar este olor a sangre de los ojos”, leyó decir a Bacon una vez en una entrevista. Desde entonces, se ha quedado con todo ese dolor y toda esa visión.
Para asimilar el trabajo del fotógrafo –llamémosle así de momento- Luis González Palma es importante imaginar una visita a una iglesia Barroca en el altiplano guatemalteco, en un pueblo pequeño, donde la ceremonia católica se ha mezclado con los ritos paganos y los santos visten ropas de camuflajes y los altares están ennegrecidos y los fieles rezan a aquella mancha ahumada y a Luis eso le fascina, claro.
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