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Historia de Jordi, un pequeño pirata cultural
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¿Es posible ponerle puertas a Internet?

Historia de Jordi, un pequeño pirata cultural

El Foro del Banco Sabadell organizado por El Confidencial debate sobre la propiedad intelectual en internet con Lorenzo Silva, Carlos Sánchez Almeida y Juan Carlos Tous

Lorenzo Silva agarra su teléfono y se busca en Google. No alimenta su ego, sino su indignación. Ha tecleado su nombre, ha limitado la búsqueda a la última semana. “La primera respuesta es una página que se llama Imaginariums, donde un señor que se llama Jordi, que no sé quién es, ha colgado un enlace a un libro que se titula Y al final, la guerra. Es un libro de dos autores idiotas, que se llaman Luis Miguel Francisco y Lorenzo Silva, que estuvieron dos años y medio entrevistando a 200 personas para poder escribir este libro sobre la intervención de España en la Guerra de Irak”.

El escritor, premio Planeta 2012 con La marca del meridiano, está acompañado del abogado Carlos Sánchez Almeida y del fundador de Filmin, Juan Carlos Tous. Los tres componen el Foro del Banco Sabadell, organizado por El Confidencial, sobre los nuevos retos de la propiedad intelectual en la red, titulado: Piratería en internet. ¿Cómo poner puertas al campo?

Las fuerzas reaccionarias han desarrollado sus operaciones militares y nos han quitado todos los derechos [Carlos Sánchez Almeida]

Silva lamenta que ese esfuerzo que hizo tenga un retorno económico nulo por la vulneración de sus derechos sobre su creación, bajo la seña del “multiformato”. “Esto es como entrar en una librería y encontrar una estantería en la que dice: “Libros robados”. Esa librería está abierta, vendiendo libros robados y sin problemas. Para que nos entendamos, el “multiformato” quiere decir que esto es “mangao”, en román paladino. Y Jordi lo sabe y Jordi está como dios haciendo esto. No sé si el 1 de julio [entrada en vigor del Código Penal] le darán un susto a Jordi y los demás Jordis se enterarán”, cuenta.

En esa página con miles de enlaces hay anuncios de empresas que pagan al tal Jordi por las visitas que genera, atraídas por el tráfico de creaciones en propiedad gratis. Silva representa a los creadores de esas obras agraviadas, que esperan que la reforma del Código Penal –con una pena máxima de seis años para este tipo de delitos– aleccione.

Piratas a gran escala

“La gente en España estaba dispuesta a ir a la velocidad legal, sólo faltaba que pusieran el carné por puntos. La gente en España estaba dispuesta a no fumar en los bares, sólo faltaba que pusieran una multa administrativa de 10.000 euros. Está dispuesta, tan dispuesta que lo hicieron al día siguiente. Pero hizo falta eso”, relata con ironía el escritor. Reconoce que la vía legal no es lo que más le agrade, pero las consecuencias legales terminarían con lo que hay en estos momentos: “Un régimen de absoluta impunidad sobre el derecho a la propiedad intelectual”.

Ponerle puertas al campo de internet trae consecuencias: podría cerrar la fuga de derechos de los autores limitando estas conductas delictivas. ¿Con eso estaría resuelto el problema? Carlos Sánchez Almeida asegura que estos “pequeños piratas” no son el problema: “Se está apuntando sobre pequeños piratas y se deja escapar a los grandes piratas, con sociedades instrumentales para tributar en Irlanda o en paraísos fiscales. Quien más dinero gana son las operadoras telefónicas y no se ve que ese volumen que le estamos dando revierta en la creación cultural y de contenidos”, asegura.

'Multiformato' quiere decir que esto es 'mangao', en román paladino [Lorenzo Silva]

El abogado pide mayor inversión a quien más capacidad económica tiene y quien más beneficios cosecha con internet, las empresas cuyo negocio es la intermediación (operadoras, distribuidoras, productoras), interesadas en “expoliar la cultura”. “Los poderes públicos no están obligando a estas grandes empresas a invertir. Cuando la banca y la empresa inviertan en cultura dejaremos de hablar de piratería”. Por eso piensa que lo que hay que cambiar no es la ley, sino la sociedad. ¿Cómo? Con educación, educando desde la base. En esto coinciden los tres ponentes. De hecho, es en lo único que coinciden, porque en la reforma de la LPI no hay líneas de trabajo para potenciar estos hábitos.

¿El campo es de todos?

“Nos toca recuperar las libertades que nos han quitado”, dice Sánchez Almeida para señalar que, después del triunfo en la calle del 15M, “las fuerzas reaccionarias han desarrollado sus operaciones militares y nos han quitado todos los derechos con las reformas que ha emprendido este Gobierno”. Tajante y explosivo. “El campo ya se cercó y se cercó a favor de los intereses del capitalismo”, añade. “¿Cómo nos defenderemos a partir de ahora? Mi experiencia dice que cuanto más se endurece una ley, más estímulos hay para ganar dinero vulnerándola”.

Lorenzo Silva aclara los límites del campo: “La propiedad intelectual no es el campo. La propiedad intelectual es Cervantes, es Calderón, es Espronceda, es Galdós y dentro de nada García Lorca. Lo que hizo ayer Javier Marías no es el campo, es un señor que está vivo, que está produciendo y que tiene derecho a que su trabajo no sea pisoteado”.

Juan Carlos Tous también pide derechos y libertades que no perjudiquen a su negocio. Para el fundador de Filmin, la reforma del Código Penal es un paso importante... que llega tarde. Piensa que la mejor vía para respetar las libertades y los derechos de todas las partes es el diálogo, porque pasamos por un nuevo paradigma en el que las formas de consumo han cambiado. La prioridad es la inmediatez.

“Hay que reflexionar, pero siempre teniendo en cuenta el marco normativo de la actividad, la creación de conciencia con una educación al respeto a la propiedad intelectual y, por último, la adaptación de la industria. El modelo que hemos tenido hasta ahora ya no es válido: no puede ser que una persona tenga que esperar meses y meses una película para poderla ver en tu casa”, explica Tous.

Prefiero ser el pequeñito de un gran pastel, que el pequeñito de un pastel pequeño [Juan Carlos Tous]

Otro punto en común entre las tres visiones: la industria no ha hecho lo suficiente. “Pero no se le puede pedir a una industria que invierta en un entorno de desprotección, que no le garantiza sus inversiones”. Almeida insiste en este hecho y pide que la obra llegue al mayor público posible, en el menos tiempo posible para que nadie recurra al “mercado negro”. Consumir ágil y barato. “Es imprescindible que se recupere el diálogo y el respeto entre los autores y su público. La industria los utilizó como escudos humanos y esto se tiene que superar. Lo fundamental es que el mundo de internet y el mundo de la cultura caminen juntos. En un marco de represión no florece la cultura”.

Silva ha publicado 60 libros en 20 años, es muy crítico con el papel de la industria frente a la digitalización. Cuenta que la primera reacción que tuvo fue la de “arrastrar los pies” y dejar ese espacio a sus competidores. “Fue un error letal que cometió la música, el cine y los libros”. Silva digitalizó 20 libros de golpe. “Ese espacio lo ocuparon competidores que no pagan impuestos y se lo llevan crudo. Estamos hablando de gente que 'nada en las aguas heladas del cálculo egoísta', como dice Marx en el manifiesto del Partido Comunista".

En ese sentido, Tous avisa: Netflix llegará en octubre, noviembre o diciembre. “Y harán el mercado más grande y convencerán a la gente de que hay buenos contenidos en internet, con películas a la carta. Prefiero ser el pequeñito de un gran pastel que el pequeñito de un pastel pequeño”.

Y una propuesta para el Gobierno o los futuros gobernantes: que todo el dominio público literario español esté accesible para todos los españoles. “Ya, mañana”, pide Lorenzo Silva, para garantizar el acceso a la cultura y hacer pedagogía. Quizá así se logre explicar la diferencia entre lo que tiene derechos de autoría y lo que es libre y gratis.

Lorenzo Silva agarra su teléfono y se busca en Google. No alimenta su ego, sino su indignación. Ha tecleado su nombre, ha limitado la búsqueda a la última semana. “La primera respuesta es una página que se llama Imaginariums, donde un señor que se llama Jordi, que no sé quién es, ha colgado un enlace a un libro que se titula Y al final, la guerra. Es un libro de dos autores idiotas, que se llaman Luis Miguel Francisco y Lorenzo Silva, que estuvieron dos años y medio entrevistando a 200 personas para poder escribir este libro sobre la intervención de España en la Guerra de Irak”.

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