Latinoamérica está que arde
"Ser latino es cuestión de actitud", dicen los comisarios de esta exposición para hablar de violencia desatada, de maldita cotidianidad, gestos dolorosos, muerte absoluta y fiesta mortal
Es posible leer la historia de un continente en clave de novela mirando fotografías. Como un cruce de caminos que no se agota y vuelve a cruzarse para mezclarlo otra vez, hasta confundirlo todo. Porque así es la ficción, una montaña de acontecimientos que dramatizan la realidad, que consiguen hacernos creer que la mentira es la verdad y que la verdad es arte. Pero no es así. El arte no es la verdad, eso dice David Shields, un escritor estadounidense que lanzó hace cinco años un obús sobre la línea de flotación de la ficción, con su manifiesto Hambre de realidad (Círculo de tiza).
Y a pesar de todo, el medio de los 52 fotógrafos reunidos en el CentroCentro Cibeles (Madrid) -con motivo de la exposición Latin Fire, dentro de PHotoEspaña- es la prosa, no la novela. Y a pesar de todo, ante la avalancha de información, de escenarios incomprensibles, de violencia desatada, de maldita cotidianidad, de gestos dolorosos, de muerte absoluta, de fiesta mortal, la prosa se vuelve novela ante el espectador desbordado.
'Ser latino es cuestión de actitud', anuncian los comisarios de la exposición en la entrada
“Ser latino es cuestión de actitud”, anuncian los comisarios de la exposición al entrar. Y el objetivo de la misma es ilustrar una actitud. La actitud como continente, cuyas características son similares a las del fuego: “euforia y melodrama”. Alexis Fabry y María Wills, los comisarios, no encuentran motivos templados en la tierra que arde. “El carácter cultural fogoso”, dicen. También explican que en la selección que han hecho se agrupan “imágenes de la vida colectiva en donde masas humanas se enfrentan al statu quo, planteando necesidades de cambio a posturas políticas y sociales que van en contra de principios básicos de bienestar”.
Fabry es el asesor de la colección de Anna Gamazo de Abelló, la mujer del millonario Juan Abelló y la dueña de las 180 fotos que se exponen en la sede del Ayuntamiento madrileño, unos meses más tarde de mostrar la colección de pintura del matrimonio y donar el dinero recaudado en entradas a Cáritas. Una vez más de la ficción a la realidad, de la realidad a la ficción... En las cartelas de este “fuego amigo” puede leerse y descubrirse el motivo de la exposición y, quizá, de la colección: “Latinoamérica ha estado marcada por injusticias, hambre y desigualdad”. No hay continente que no haya pasado por las mismas circunstancias. Al menos, hasta que Suiza quiera desafiar las leyes geográficas y convertirse en continente por imperativo categórico.
La muestra abre el apetito de hambre de realidad, buscando lo real desesperadamente entre las fotos, como si fuera a devolvernos un trago de verdad
La política es el nuevo glamour. El ensayista Iván de la Nuez ha acuñado un término para definir esta actitud que reviste los museos de arte contemporáneo en nombre de un discurso político manoseado: iconocracia. Es la propia dueña del gran Tríptico de Francis Bacon y de los Tres estudios para un retrato de Peter Beard y el Estudio para un retrato, del mismo artista, quien denuncia una situación de desigualdad e injusticia en el mundo. El propio director de CentroCentro Cibeles, el discutido José Tono Martínez, añadió en rueda de prensa que esta exposición “nos habla” de una “realidad paradójica y crispada”. No le falta razón, aunque se refiriese al malestar del continente más “hot”.
“El poder político, en vez de buscar soluciones, en muchos casos degeneró en dictaduras y regímenes políticos autoritarios, que impusieron modelos económicos”, añaden las ilustrativas leyendas y que tan familiares resultan. Acompañan una sucesión de extraordinarias imágenes de fotógrafos de primera categoría: Maya Goded (México), Graciela Iturbide (México), Alberto Korda (Cuba), Adriana Lestido (Argentina), Marcos López (Argentina), Pedro Meyer (México), Milagros de la Torre (Perú), Pablo Ortíz Monasterio (México), José Luis Venegas (México) o Jorge Deustua (Perú), entre otros.
La trama de toda novela es una manera de poner en escena y dramatizar la realidad, explica Shields en el manifiesto citado, pero cuando se recurre a fórmulas obvias, la realidad resulta falsa. Las cartelas se han convertido en panfletos ideológicos infantiloides –aquí y en tantos otros centros de exposiciones- más que en recursos científicos, que justifiquen los motivos museográficos. Esta exposición abre el apetito de hambre de realidad, buscando lo real desesperadamente entre las fotos, como si fuera a devolvernos un trago de verdad. Y lo puede conseguir, siempre y cuando evitemos lo obvio (sin olvidarlo): las intenciones políticas de un espacio cultural controlado por un poder político.
Es posible leer la historia de un continente en clave de novela mirando fotografías. Como un cruce de caminos que no se agota y vuelve a cruzarse para mezclarlo otra vez, hasta confundirlo todo. Porque así es la ficción, una montaña de acontecimientos que dramatizan la realidad, que consiguen hacernos creer que la mentira es la verdad y que la verdad es arte. Pero no es así. El arte no es la verdad, eso dice David Shields, un escritor estadounidense que lanzó hace cinco años un obús sobre la línea de flotación de la ficción, con su manifiesto Hambre de realidad (Círculo de tiza).
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