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El miedo es una enfermedad venérea
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ESTRENO DE 'IT FOLLOWS'

El miedo es una enfermedad venérea

Llega el nuevo éxito del cine de terror. Un filme de bajo presupuesto que se ha convertido en el título de culto por su original planteamiento: el sexo mata (y salva)

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No hay nada más contagios que el miedo. Se huele, se palpa, y se transmite. Ver a alguien atemorizado hace que uno se acojone. Una reacción en cadena que se entiende viendo un filme de terror. Si tu acompañante está pasándolo mal con lo que ocurre en pantalla, tú también lo pasas mal. El siguiente paso en esta red de contagios era unir el miedo y el sexo. Lo intentó con horribles resultados Cherry Falls en el año 2000, y han tenido que pasar otros 15 años para que un director se atreva a sugerir algo tan natural como que echar un polvo puede ser el origen de la peor de las pesadillas.

De todo eso habla It follows, el nuevo filme de culto del terror actual que juega con una genial premisa. Si follas, mueres. En el sexo está el origen de una maldición que te persigue hasta matarte. Pero también en el sexo está la salvación. Sólo follando de nuevo puedes salvarte y pasar esa maldición al siguiente. No conviene contar nada más de la película de David Robert Mitchell, que se estrena tras su exitoso paso en multitud de festivales fantásticos.

En su planteamiento el realizador ya incluye una soterrada crítica a la hipócrita sociedad americana, preocupada por el que dirán y capaz de condenar cualquier escena de sexo pero no la violencia más explícita. Es por ello que el reverso de It follows (el sexo como condena y salvación) resulta de una mala leche encantadora.

Si bien es cierto que el filme no resulta tan rompedor como otras propuestas aupadas a los altares del género como The cabin in the woods, sí que es una propuesta inteligente y adulta dentro del terror que suele llegar a las salas, cada vez más aburrido y menos arriesgado. Una obra que hay que ver y disfrutar. Uno se encontrará con una película que pasa de explicaciones. Olvídense aquellos que quieren que se les de todo mascadito. En It follows nadie sabrá más que sus protagonistas. No se adentra en absurdas teorías sobre el origen de la maldición, ni de por qué se transmite con el sexo, nada. Estas son sus reglas, si quieres entras y si no, no.

Si uno entra descubrirá una película que juega a meter miedo con lo que no vemos, pero que intuimos que está acechando, como demuestra su increíble escena inicial, una de las más potentes vistas en el cine de terror reciente. En ella, con un plano secuencia de quitar el hipo, una chica sale atemorizada de su casa. Mira para atrás. Alguien la sigue, pero nosotros no lo vemos. Huye de su padre, coge el coche y escapa a toda prisa. El miedo ya se ha instalado en el cuerpo del espectador.

La amenaza sólo se hará presente cuando la protagonista (una sorprendente Maika Monroe) tenga relaciones sexuales y se explique parte del misterio. Es ahí donde el filme pierde parte de su encanto. Al desvelar y mostrar ese miedo como algo físico la película se va desinflando al repetir una fórmula que se parece al de los filmes de terror adolescente. Aún así el realizador se las apaña para que uno nunca sepa si la amenaza es real o no, y juega con su elegantísima puesta en escena a desconcertarnos tanto como lo están sus personajes. Este es otro de sus aciertos, la sobria dirección de Robert Mitchell basada en planos larguísimos y sobrios en vez de en efectismos y montajes frenéticos. Una rareza que hace que uno tenga la extraña sensación de disfrutar mirando, a pesar de que lo que ocurra en la pantalla sea desagradable.

A esto ayuda su capacidad para crear sensaciones a base de una banda sonora llena de sintetizadores y sonidos de ambiente tan eficaces como a veces demasiado machacones. Todo esto en la segunda obra de un realizador al que hay que seguir muy de cerca.

No hay nada más contagios que el miedo. Se huele, se palpa, y se transmite. Ver a alguien atemorizado hace que uno se acojone. Una reacción en cadena que se entiende viendo un filme de terror. Si tu acompañante está pasándolo mal con lo que ocurre en pantalla, tú también lo pasas mal. El siguiente paso en esta red de contagios era unir el miedo y el sexo. Lo intentó con horribles resultados Cherry Falls en el año 2000, y han tenido que pasar otros 15 años para que un director se atreva a sugerir algo tan natural como que echar un polvo puede ser el origen de la peor de las pesadillas.

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