El Holocausto judío cabe en siete cajas de cartón
Dory Sontheimer cuenta su historia en 'Las siete cajas'. Una novela sobre el descubrimiento de sus raíces y de una familia separada y marcada por los horrores de la Segunda Guerra Mundial
El 7 de octubre de 2002, Dory Sontheimer enterraba a su madre, Rosa. Había sido una enfermedad larga y ya se había preparado para el inevitable final. Durante sus últimos meses Rosa había protagonizado momentos de aparente locura en los que gritaba frases en alemán y avisaba de que la Gestapo iría a detenerlos. Dory no dio importancia a estos episodios que meses después cobrarían una lógica que no esperaba.
Tras enterrarla se dirigió a la casa de su madre. Allí visitó su habitación de soltera para recoger unas cuantas cosas. Empezó a rastrear en el armario, y en el altillo descubrió algo que ella no recordaba. Siete cajas de cartón, cerradas y numeradas habían sido dejadas para que Dory las descubriera. Abrir la primera de ellas supuso un punto de inflexión en su vida. En esas siete cajas estaba todo su pasado, sus raíces, su herencia. Una familia destruida por el nazismo que ella desconocía y que sus padres no se habían atrevido a contarle. Siete cajas llenas de odio, de dolor, y de muerte. Telegramas, cartas, fotos… un rompecabezas que Dory Sontheimer ordenó para poder darlo a conocer al mundo.
La farmacéutica Dory Sontheimer se apuntó a la universidad para aprender a escribir libros de forma profesional. Sólo ella, sólo su voz podía honrar a todos sus familiares muertos en campos de concentración. Así escribió Las siete cajas (editorial Circe), un libro con dos historias, la de la propia Dory, y la de sus abuelos, que fueron enviados a Barcelona huyendo del nazismo incipiente y se encontraron de lleno con otro conflicto: la Guerra Civil. Castellanizaron sus nombres y apellidos para alejar cualquier duda y su abuelo Kurt fingió tener tifus para no acudir al frente. La historia de sus abuelos es la de la gris Europa del siglo XX.
Para la autora descubrir esas siete cajas “fue una catarsis, una liberación”, reconoce a El Confidencial. Siempre que preguntaba por su pasado sus padres optaban por ocultárselo, aunque a los 18 años le confesaron que eran judíos. Por ello tras leer el contenido fue una persona nueva, liberada. Todavía recuerda la primera carta que encontró, el telegrama que decía que su tía Dorel había muerto en el bombardeo de Tel Aviv. “Para mí aquello fue como un shock, pensar qué había ahí dentro. Intuí que había un legado histórico importante, que era de nuestra familia, pero que quizás también era un documento de lo que pasó a miles de familias, y ahí tomé la decisión de transmitirlo”, explica Dory Sontheimer.
'Ninguna de las familias que lo sufrieron hablaron, y los que lo perpetraron tampoco, fue una generación del silencio. Se enquistó'
En los documentos se ve como el ascenso del nazismo va tensando el contenido de las cartas, que en un principio hablan con libertad de lo que ocurre en Alemania, para más tarde contener posdatas que pedían que se quemaran para no dejar pruebas. Así hasta llegar a aquellas que anunciaban la muerte de un ser querido. Había demasiada tragedia dentro, tanta que en ocasiones Stonheimer tuvo la tentación de dejar de leer.
Una de las cajas fue especialmente difícil de leer y asimilar. La que hacía referencia a sus abuelos maternos. “Me impactó mucho ver todo su trayecto, desde la deportación, hasta que los llevan a la muerte”, añade emocionada. En Las siete cajas, y en sus recuerdos hay una palabra que se repite: silencio. El de las víctimas y el de los verdugos. Toda una generación prisionera de sus recuerdos. “En mi familia no se comentaba nada, pero luego contrastando opiniones me di cuenta que ninguna de las familias que lo sufrieron hablaron, y los que lo perpetraron tampoco, fue una generación del silencio. Se enquistó, tenían claro que querían callarlo, querían preservar la historia. Esto me marcó, pensé: con lo que han pasado, encima han arrastrado estas cajas toda la vida”, cuenta la autora.
'Supieron manipular a la sociedad para culpabilizar a un grupo humano de todos los males que sucedían. Surgió un fascismo que encandiló a la sociedad'
En las primeras páginas de Las siete cajas se cuestiona ese silencio, principalmente el de aquellos alemanes que permitieron que sus amigos, vecinos y conocidos fueran masacrados. “No me creo que no supieran nada, fue una intoxicación europea a todos los niveles. Es muy difícil situarse en el momento histórico: la crisis del 29, seis millones de parados, la pérdida de la primera guerra mundial… Pero supieron manipular a la sociedad para culpabilizar a un grupo humano de todos los males que sucedían. Surgió un fascismo que encandiló a la sociedad. Y cayeron… es horroroso, porque cayeron en aceptar un crimen. Supongo que el miedo les hizo callar, porque en una dictadura el que no estaba de acuerda se jugaba su vida. Esto tiene que servir de ejemplo, tenemos que saber la importancia de un voto político, de la responsabilidad ciudadana, y de que cuando ves cosas que son agresivas o corruptas, tienes que poner un límite”, critica Stonheimer.
Memoria histórica
Con Las siete cajas rompe el silencio de su familia y crea un libro que obliga a recordar, a enfrentarnos al pasado más horrible para evitar que se repita. Dory Sontheimer confiesa a este medio que cree que es “fundamental recuperar la memoria histórica”. ”Es importante saber hacerlo sin rencor, con diálogo, entendiendo que seguro que nadie fue perfecto. Y esto es una misión del gobierno, hay que superar esta situación, tender la mano al que no está en el poder, y saber reconducir, esto es la democracia. Tienen la obligación de reconocer lo que se hizo mal para evitar que vuelva a repetirse”, añade.
Para la autora Alemania es un ejemplo de cómo afrontar la memoria histórica: “Después del 89 lo hicieron muy bien. La nueva generación empezó a preguntarse qué había pasado, porque yo recuerdo ir a Alemania antes de la caída del muro y preguntar por Sachsenhausen, el campo de concentración de Berlín, y nadie te quería decir ni dónde estaba ni cómo se llegaba ni nada. Ahora están haciendo un reconocimiento enorme acerca de lo que ocurrió, y tiene que ser duro reconocer que mataste a 9 millones de personas porque sí”.
Tras desempolvar esas siete cajas Dory Sontheimer se dedicó a buscar y a conocer a todos sus parientes que tuvieron que irse de Alemania. Israel, EEUU, cada uno en una parte del mundo, pero en todos se siente reconocida. La historia de estos descendientes del Holocausto será contada en su próxima obra. Su pasado estuvo demasiado tiempo escondido y silenciado, y como ella misma explica “esconder aquello era dar la razón a aquellos que creen existe un hecho diferencial con un determinado grupo humano, y sólo existen dos razas: los decentes y los indecentes y cada uno tiene derecho de pertenecer a la que quiera”.
El 7 de octubre de 2002, Dory Sontheimer enterraba a su madre, Rosa. Había sido una enfermedad larga y ya se había preparado para el inevitable final. Durante sus últimos meses Rosa había protagonizado momentos de aparente locura en los que gritaba frases en alemán y avisaba de que la Gestapo iría a detenerlos. Dory no dio importancia a estos episodios que meses después cobrarían una lógica que no esperaba.
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