1963, así empezó la policía a espiar a los españoles
Control y espionaje en el franquismo, y una necesidad nacional como excusa, en una novela negra de uno de los pocos autores que se resisten a escribir al ritmo de la industria
“¿Qué ventajas tendríamos? Cualquier rumor amenazante para el orden público y privado llegaría en todo momento a oídos de la policía. Hay que extender el uso del teléfono, dijo Polo. ¿Quién tiene hoy teléfono? Casi nadie. ¡Estamos en 1963!”. El escritor Justo Navarro (Granada, 1953) ha vuelto al pasado para dar sentido al presente y ha creado al comisario Polo, un visionario del Estado policial que tendrá que resolver un asesinato en pleno auge industrial del franquismo. “Franco está transformando el régimen en un eje de la modernización internacional”, explica el personaje, que quiere colocar en cada casa un televisor, una pantalla que se termine convirtiendo en cámara, para ofrecer grandes servicios al Estado. “Pueden ser en el futuro los ojos y los oídos de la policía, es decir, del bien común”.
Control y espionaje, una necesidad nacional en la nueva novela de uno de los pocos autores que se resisten a escribir al ritmo de la industria. Gran Granada (Anagrama) es la continuación de su otra novela negra, La casa del padre (Anagrama), publicada hace 21 años, 21 años después de los acontecimientos narrados en la primera. Esta vez el escenario es la ciudad natal del autor, que trata de reconstruirse tras una grave riada.
“Surgieron grandes oportunidades económicas. El alud de fango fue providencial. El caos se convirtió en ocasión de riqueza”, cuenta el narrador sobre los acontecimientos que inauguran el paso de un sistema de producción del país a uno especulador. La industria azucarera y tabacalera son sustituidas como fundamento de la economía. Se imponía el modelo turismo-ladrillo.
Navarro cuenta que era una novela pendiente. Siempre ha reconocido estar en deuda con las novelas de misterio y serie negra, que eran las mayoritarias en la biblioteca que abarrotaba la casa de su padre. “Siempre leía policíaca y siempre me ha atraído el origen del presente más que la recuperación del pasado”, dice para aclarar el motivo de su viaje a los sesenta, en pleno desarrollismo tecnológico industrial español. Por eso acudió a un género tan impersonal como la novela negra, con crímenes y criminales –claro-, pero en la que lo sabroso es el decorado. A saber, la música de la época, la propaganda, el origen del pelotazo inmobiliario y el establecimiento de un Estado policial que daba los primeros pasos hacia una sociedad policial.
Ya conocen la contradicción en la que vivimos: la vigilancia se multiplica y las posibilidades para la revelación también. El crimen de la novela reside en el chantaje, en la amenaza de sacar a la luz la vida privada de cualquiera. Ese es uno de los grandes aciertos de esta novela, que mira con el retrovisor a aquellos acontecimientos como origen de lo que vendría más tarde: la asfixia de la vigilancia obsesiva y fuera de control. “Es como una novela de ciencia ficción negra”, asegura su autor y la referencia a Orwell salta. De rebote, confirma que los errores no sirven para aprender, de Pirineos abajo.
“En aquellos años encontramos la semilla de lo que hoy tenemos: en una habitación cerrada ya no tienes ninguna garantía de tu privacidad”. La liquidación del mundo íntimo por las innovaciones tecnológicas empezó en aquel momento, cuando los secretos, la intimidad y la privacidad saltaron por los aires con la excusa de la seguridad. “Estoy en contra del ideal del Estado policial y en contra de la sociedad policial. El primero era un Estado desvergonzado; la sociedad policial convence de que la policía eres tú”.
El comisario Polo tiene una frase definitiva: “El estado policía va a ser sustituido por la ciudad policía”. Sí, Navarro ha escrito una novela contra la Razón de Estado. Pero qué lejos ha quedado su Polo de nuestro Comisario Villarejo, la realidad siempre se extralimita. "Las fábulas son imitaciones pálidas de los dragones que pueblan la realidad", reconoce el escritor.
¿Y hoy, en qué estamos? “En proceso hacia esa sociedad policía que nos proponen los poderosos”. Acude al periódico de la mañana para bajar a la arena su teoría con un ejemplo: “Se propone que la lista mayoritaria sea la de la mayoría absoluta, es una manera de que la sociedad policial liquide a las minorías. Y ya hemos visto que cuanto más mayoritaria es la mayoría, mayores son las tropelías que cometen los gobiernos. Mira Italia, Renzi acaba de aprobar que el que tenga el 40% de los votos asume su poder en mayoría y liquida al 60% del resto de la población, por medios democráticos”.
'No sé a qué memoria puede recurrir un escritor español si no es la guerra, la posguerra, la dictadura, la transición...'
Ese runrún que suena es la corrupción, un ruido imparable y ensordecedor. En Gran Granada también se escucha. Es un fango cultural que lo entierra todo a su paso. Este es un buen país para hacerlo, para corromperse y para que lo escriban. Quizás todos los países sean así, mira Ellroy. Quizá queramos galones con cualquier motivo. Marca España allá donde mires.
"España es un país gótico y criminal", suelta Navarro. "Las novelas negras nórdicas son diferentes, pertenecen a un mundo más civilizado, donde el sospechoso recibe un trato más respetuoso y cuidadoso". Y tampoco tienen a Franco. "No sé a qué memoria puede recurrir un escritor español si no es la guerra, la posguerra, la dictadura, la transición..." No cree tampoco en la "memoria histórica", porque o es memoria o es historia. Una es personal, la otra académica.
En estos 21 años la consideración de la novela negra ha cambiado tanto. Del menosprecio a la "dignidad de la literatura que es capaz de decir la verdad". Justo cree que el género es reconocido hoy como una literatura crítica, que "participa en la sociedad", que tiende a desvelar claves de la realidad que permanecen ocultas. "La novela negra es un foco que ilumina. Es un filtro de ficción para adivinar la realidad". El Navarro lector juvenil se bebía las de Chadler y Hammett y tantas otras consideradas baratas.
'La novela negra es un foco que ilumina. Es un filtro de ficción para adivinar la realidad'
Este libro es homenaje a aquellos maravillosos años de portadas pulp que engancharon a nuestro escritor. De hecho, la edición de Anagrama recupera una de los portadistas más productivos de entonces, Joaquín Chacopino Fabre Chaco.
"Mi padre me leía a Lorca y Hammett", reconoce el poeta Navarro, capaz de memorizar a Góngora, premio Nacional de la Crítica de poesía. "La novela negra es muy recomendable para quien quiera escribir poemas. Porque es uno de los productores de signos poéticos de nuestro tiempo. Mira el cine negro, un filón de imágenes posesivas y asimilables a nivel poético". Socarrón dice que el género le pervirtió, que su sensibilidad fue herida para siempre. Para bien. Y desde entonces se dedica a fantasear.
“¿Qué ventajas tendríamos? Cualquier rumor amenazante para el orden público y privado llegaría en todo momento a oídos de la policía. Hay que extender el uso del teléfono, dijo Polo. ¿Quién tiene hoy teléfono? Casi nadie. ¡Estamos en 1963!”. El escritor Justo Navarro (Granada, 1953) ha vuelto al pasado para dar sentido al presente y ha creado al comisario Polo, un visionario del Estado policial que tendrá que resolver un asesinato en pleno auge industrial del franquismo. “Franco está transformando el régimen en un eje de la modernización internacional”, explica el personaje, que quiere colocar en cada casa un televisor, una pantalla que se termine convirtiendo en cámara, para ofrecer grandes servicios al Estado. “Pueden ser en el futuro los ojos y los oídos de la policía, es decir, del bien común”.
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