Goytisolo, un infiltrado en la casta
El escritor carga contra "los esbirros de la moderna Santa Humanidad que proceden al desalojo de los desahuciados" en su discurso de aceptación del galardón
Juan Goytisolo, el incurable Quijote, ha apeado de las fanfarrias al Premio Cervantes. Con su etiqueta y su palabra se ha plantado ante el boato del galardón más importante de las letras españolas para bajarlo de los púlpitos a los problemas. "Es empresa de los caballeros andantes, decía don Quijote, 'deshacer entuertos y socorrer y acudir a los miserables'e imagino al hidalgo manchego montado a lomos de Rocinante acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la moderna Santa Humanidad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera o, a Estrecho traviesa, al pie de las verjas de Ceuta y Melilla que él toma por encantados castillos con puentes levadizos y torres almenadas socorriendo a unos inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad".
El premiado ha sido "llano" y "sin rodeos", ha "cervanteado" contra la proliferación de las guerras, el paro, la precariedad, las crecientes desigualdades sociales y el exilio profesional de los jóvenes. Es decir, Goytisolo ha preferido la "exquisita mierda de la gloria", en cita a Gabriel García Márquez, a los violines al servicio de la pluma. "Las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo", dijo.
Reivindicó volver a Cervantes "y asumir la locura de su personaje como una forma superior de cordura". Esa es la lección del Quijote. Y acabó lanzando en el paraninfo de la Universidadde Alcalá de Henares una proclama que ya se había escuchado en las plazas de las ciudades, marcadas por el círculo morado: "Al hacerlo no nos evadimosde la realidad inicuaque nos rodea. Asentamos al revés los pies en ella. Digamos bien alto que podemos". Breve, conciso e indignado, se reconoció contaminado por "nuestro primer escritor" y declaró la batalla a la injusticia.
En la bancada le escuchaba, y tragaba, la Academia (Darío Villanueva, Víctor García de la Concha, José Luis Gómez), la política (Ángel Gabilondo, César Antonio Molina, Montserrat Gomedio, Carmen Alborch) y la industria, su editor Joan Tarrida y los hermanos Visor. El ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, leyó con intensidad desganada el repaso a la vida y la obra del homenajeado.
'Digamos bien alto que podemos'
El otro protagonista de la mañana era el rey Felipe VI, que acudía a la cita como rey,ya que antes lo hizo como príncipe, con el premio a Caballero Bonald hace dos años, cuando su padre se encontraba en el hospital fraguando su cadera. A su izquierda, la reina Letizia, a su derecha, Ignacio González. "Pocos autores pueden considerarse tan cervantinos como Goytisolo", señaló el rey.
"El interés de Goytisolo por nuestra América es conocida", recordó para subrayar los lazos literarios que establece el autor entre ambos continentes. "Hombre de mestizaje" definió el monarca al autor. "Su mirada crítica se dirige a la actualidad", explicó. "Su deslumbrante obra nos enriquece y estoy seguro de que lo seguirá haciendo. Disfrutaremos de ella, pero también nos interpelará, nos ayudará a replantearnos visiones e ideas establecidas y consolidadas. Nos impulsará, en suma, a reflexionar sobre nuestro presente y nuestro pasado, para así quizás afrontar mejor el futuro", zanjó.
A vueltas con la indignación
Juan Goytisolo, con su versión modesta del chaqué, arrancó su discurso haciendo una división entre dos tipos de escritores: quienes se empeñan en su carrera, el triunfo, la promoción y los beneficios. A estos los llama "literatos". Y los otros, los "escritores", que viven su tarea como una adicción, lejos de la visibilidad mediática, a los que cumplir consigo mismo les basta, "modestamente incurables aprendices de escribidor". Cervantes, escritor. Goytisolo, al principio literato, luego escritor. "Incurrí en la vanagloria de la búsqueda del éxito", reconoció. Y señaló a los "parásitos de la literatura", los que buscan la luz de los focos, "ser noticia". Se declaró contra las modas, contra "la ilusión de frescura marchita" de lo nuevo. En ese momento introdujo sus referencias lectoras: La regenta, La lozana andaluza y escritores como Fernando Pessoa, Dámaso Alonso, Góngora, Manuel Azaña y Carlos Fuentes.
Como no podía ser de otra manera, también tuvo palabras para la campaña política de Ana Botella y los restos del escritor: "En vez de empecinarse en desenterrar los pobres huesos de Cervantes y comercializarlos tal vez de cara al turismo como santas reliquias fabricadas probablemente en China, ¿no sería mejor sacar a la luz los episodios oscuros de su vida tras su rescate laborioso de Argel?".
El autor catalán ha preferido priorizar el discurso político y social que el literario, porque a fin de cuentas, las diferencias entre uno y otro ¿dónde están? "Las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo. No se trata de poner la pluma al servicio de una causa por justa que sea sino de introducir el fermento contestatario de esta en el ámbito de la escritura". Goytisolo lo ha hecho, hoy también. El fermento crece y él ha preferido la contestación a la sumisión. Si asumimos la locura como forma superior de cordura, los escuchantes habrán tomado nota, enloquecidos.
Juan Goytisolo, el incurable Quijote, ha apeado de las fanfarrias al Premio Cervantes. Con su etiqueta y su palabra se ha plantado ante el boato del galardón más importante de las letras españolas para bajarlo de los púlpitos a los problemas. "Es empresa de los caballeros andantes, decía don Quijote, 'deshacer entuertos y socorrer y acudir a los miserables'e imagino al hidalgo manchego montado a lomos de Rocinante acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la moderna Santa Humanidad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera o, a Estrecho traviesa, al pie de las verjas de Ceuta y Melilla que él toma por encantados castillos con puentes levadizos y torres almenadas socorriendo a unos inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad".