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Muere Rafael Sanz Lobato, el último fotógrafo de un país eterno
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pionero del documental antropológico

Muere Rafael Sanz Lobato, el último fotógrafo de un país eterno

Era tan bueno en el retrato de los paisajes y el paisanaje español como hablando de su oficio: “La función del fotógrafo en la sociedad tiene que ver con la memoria histórica”

Foto: Un instante de la rapa das bestas, en la localidad gallega de Morgadanes.
Un instante de la rapa das bestas, en la localidad gallega de Morgadanes.

“Me gusta lo rural y las fiestas populares. Alguno por ahí dice que soy el pionero del documentalismo fotográfico". La última vez que hablamos con Rafael Sanz Lobato insistía en reconocerse como fotógrafo de fin de semana, que trabajaba de lunes a viernes y, de escapada con el coche, fotografiaba sábados y domingo. “La cámara cargada y a recorrer España”. Rafael Sanz Lobato ha muerto ese miércolesa los 83 años.

Su archivo, de casi 500.000 negativos (donado al Museo de Navarra con la condición de no reproducirlo nunca en digital), reproduce un país en sus huesos, eterno. “He sido pionero del documentalismo antropológico”, nos dijo este verano cuando le preguntábamos por su fotografía favorita. Salía de viaje con su cámara, tiraba a cualquier parte y volvía el domingo a última hora.

En uno de sus viajes llegó a la localidad gallega de Morgadanes. Era un día muy soleado, y los caballos habían levantado una polvareda enorme. Él esperaba a los animales a la entrada del corral donde los mozos aguardaban envarados a la izquierda y derecha, para empezar a rapar a las bestas. “Es uno de los momentos más bonitos que he fotografiado”, contaba.

Hijo y nieto de ferroviarios -su abuelo fogonero y su padre maquinista de locomotoras- tuvo su primera cámara en 1952, sin haber estudiado fotografía antes. Todo lo que aprendió lo vio en las fotos de la revista estadounidense Popular Photography, a la que estaba suscrito. Solía recordar que no tardó en entender que para hacer documentalismo no había que pedir permiso.

'La función del fotógrafo en la sociedad tiene que ver con la memoria histórica'

Era tan bueno en el retrato de los paisajes y el paisanaje español como hablando de su oficio: “La función del fotógrafo en la sociedad tiene que ver con la memoria histórica”, así es como entró en contacto con la que él llamaba la “España real”, la rural de posguerra. “Me considero un clásico, porque en todas mis fotos me gustan los encuadres muy precisos y belleza en la composición. No vale cualquier cosa como ocurre en la foto conceptual actual”. Esto no lo hemos comentado todavía, pero nunca hablaba con adornos ni paños calientes.

Siempre antifranquista, siempre con su chapa en la solapa de la chaqueta con los colores republicanos; nunca fotógrafo politizado. Le habría gustado hacer mucho más, pero la vida es tan corta que “a uno le impide estar en todos los sitios que hubiera deseado”. Más para un fotógrafo de fin de semana. Quizá esa condición jugó en su contra, quizá por ello el canon de la Historia de la Fotografía española no le tuvo en cuenta en sus manuales.

Fue un fotógrafo invisible hasta que el Ministerio de Cultura le concedió el Premio Nacional de Fotografía, en 2011. El prestigio ya lo tenía, el reconocimiento le llegó tarde, pero nadie puede dudar hoy de la trascendencia de su trabajo. Como escribe el fotógrafo Paco Gómez, en el prólogo del PHotoBolsillo (La Fábrica), “el reconocimiento popular y los premios le han llegado muy tarde”. “Rafael Sanz Lobato ha sido durante mucho tiempo un fotógrafo incomprensiblemente olvidado. Cualquiera que tenga ojos puede comprobar que las fotografías que generó en los años sesenta y setenta, en esos pueblos olvidados de España, están en el altar mayor de la fotografía española”, añade.

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La importancia de Sanz Lobato no acaba ahí, porque él mismo hacia los tirajes de sus fotos. Buscaba la copia perfecta, explica Gómez, que señala cómo llegó a positivar mejor a medida que perdía la vista. “Es un maestro del laboratorio, por técnica e intuición, y todos sus negativos están trabajados por él con mimo. Los pocos que hemos tenido la posibilidad de positivarlos sabemos de la dificultad que conlleva su ejecución por las sutilezas que contienen y la facilidad con que se puede fracasar en el copiado”, escribe.

A Rafael Sanz Lobato le debemos nuestro pasado. Mientras el país trataba de olvidar aquellos años, él era la prueba molesta de que todo eso había ocurrido, que la mugre y la miseria de un pueblo sometido a la pobreza moral de una dictadura existieron. Si los fotógrafos ven más que nadie, si nunca se olvidan de su cámara incluso cuando no la llevan encima, él fue el testigo de lo que nadie quería ver, ni mirar. Como esas dos ancianas envueltas en el luto, en Miranda del Castañar (Salamanca), sentadas en las escaleras de su casa, que se tapan la cara. Sanz Lobato es un fotógrafo sin truco con una máxima inmortal: “El bromuro de plata es un producto maravilloso”.

“Me gusta lo rural y las fiestas populares. Alguno por ahí dice que soy el pionero del documentalismo fotográfico". La última vez que hablamos con Rafael Sanz Lobato insistía en reconocerse como fotógrafo de fin de semana, que trabajaba de lunes a viernes y, de escapada con el coche, fotografiaba sábados y domingo. “La cámara cargada y a recorrer España”. Rafael Sanz Lobato ha muerto ese miércolesa los 83 años.

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