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"Detrás del poder hay tipejos: el fontanero, el adulador, el que te rompe las piernas"
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"Detrás del poder hay tipejos: el fontanero, el adulador, el que te rompe las piernas"

El escritor de Los Ángeles, icono de la novela negra estadounidense, recupera a sus personajes arquetípicos en 'Perfidia'

Foto: El escritor James Ellroy (EFE)
El escritor James Ellroy (EFE)

Las fajas de los libros son un género en sí mismo. O cómo las editoriales tratan de vender el producto en una sola frase, en un tono entre amable e hiperbólico. Correcto. Ahora bien: ¿Qué se puede decir de una faja que califica a un escritor de “perro diabólico”?En efecto, no suena muy amable. ¿Se imaginan ustedes la faja de un libro de Javier Marías anunciando “el regreso del perro diabólico de las letras españolas”?

No obstante, expresiones como “chucho de belcebú” o “pitbull del infierno” describen el universo de James Ellroy (Los Ángeles, 1948) de un modo tan preciso como cabal. Recuerden: James Ellroy, ex adicto, ex macarra, ex mirón, ex basura blanca, y ahora icono de la novela negra estadounidense;pero también derechista teatrero y bocazas oficial del reino. ¿Quién da más? Posiblemente nadie. Sombreros fuera pues para saludar al perrillo. ¡Guau!

Fotos no, gracias

James Ellroy está en Madrid para presentar algo que podemos calificar de “acontecimiento editorial” sin temor a caer en lo hiperbólico: Perfidia, que publica Literatura Random House (LRH) al grito de "el regreso del perro diabólico de las letras estadounidenses", da inicio a un nuevo cuarteto de novelas sobre la ciudad de Los Ángeles tras el terremoto que supuso el primer cuarteto (La dalia negra, Los Ángeles Confidencial, Jazz blanco, etc.) en los años noventa.

Cuando uno afronta una entrevista conEllroy, no puede evitar pensar en cosas como si el chucho necesitaráhoy un bozal o si el periodista estarádispuesto a llevarse una dentellada a cambio de hacerse con un titular de relumbrón…Y lo que susurra la editorial al reportero antes de arrancar la entrevista, no hace mucho por zanjar la tensión: “Ellroy no quiere que le hagan preguntas políticas”.

Es entonces cuando el reportero dice una cosa en alto (“¿Preguntas políticas?,no,no,claro que no") y piensa otra en bajo: “Jodeeer, ya la hemos liado": El 90% de las preguntas que tiene preparadas son políticas y tiene tres cuartos de hora por delante para lanzarle huesos al perrillo diabólico...

El “no preguntes sobre política” suena a mezcla de orden y consejo de amigo: no le preguntes sobre política, sino quieres volver calentito a casa/morir. La intuición resulta ser correcta, a juzgar por un dato que el reportero conocerá a posteriori: Ellroy acaba de echar de allíal fotógrafo de la agencia EFE por hacerle fotosa destiempo/tocarle el pirindolo. Así que todo apunta a:

-“Buenos días, mister Ellroy”.

-“¡GUAU, GUAU!”

Pero no… La sangre no solo no llegó al río, sino que Ellroy departió alegremente sobre política, quizás porque no se habló de Obama o de Bush, sino sobre la política que a él le gusta narrar: la que transcurre bajo el alcantarillado.

La quinta columna

Pasada la edad de la jubilación, Ellroy ha decidido regresar al lugar del crimen: recuperar algunos de los personajes del primer cuarteto de Los Ángeles, más jóvenes, más frescos y con más motivos para portarse… mal. Y es que, Perfidia es el éramos pocos y parió la abuela del ellroylismo: pocos paisajes morales parecen más adecuados para sus personajes que el de la paranoia quintacolumnista.

La fiesta de Perfidia arranca horas antes de que la aviación japonesa deje Pearl Harbor hecho añicos. Aunque el nuevo cuarteto cubrirá la retaguardia bélica hasta el fin del conflicto bélico, Perfidia se centra únicamente en los días posteriores al bombardeo de Pearl Harbor. La pregunta clave es la siguiente: qué hacer con los estadounidenses de origen japonés que viven en Los Ángeles. Terror, rencor, zozobra, paranoia, brutalidad y asesinato. ¿Ven cómo esta edificante atmósfera es perfecta para Ellroy?

'Me interesa establecer nuevos hechos y reescribir la Historia a mi conveniencia'

“Las cuatro primeras semanas tras Pearl Harbor fueron un caos; me refiero a que la política hacia los ciudadanos de origen japonés, los internamientos y demás, se desarrolló de un modo caótico, lo que me permitió imaginarme lo que allí ocurrió sin demasiados límites. Lo que me interesa es meterme en el ajo de la narración cuanto antes, establecer nuevos hechos y reescribir la Historia a mi conveniencia”, cuenta.

P. En su Trilogía Americana – formada por las novelas América (1995), Seis de los grandes (2001) y Sangre vagabunda (2009)- se sumergió usted en las cloacas de los años sesenta. Dijoque quería mostrar la “pesadilla privada de las políticas públicas”. ¿A qué se refería?

R. El poder siempre tira de tipejos que operan por detrás: El fontanero, el adulador, el que te rompe las piernas... Lo que yo cuento es la Historia vista a través de los ojos de los tipos que juegan sucio.

P. Al hilo: Uno de sus personajes típicos sería, en sus propias palabras, el “rompe piernas derechista”, que en libros como Sangre vagabunda y El gran desierto juegan un papel clave: poner firmes a los subversivos.

R. No recuerdo haber usado la expresión ‘rompe piernas derechista”, quizá sea una traducción un poco forzada, en cualquier caso, son los que te pinchan el teléfono, los provocadores,los que transportan la bolsa con el dinero negro…

P. ¿Siempre tiene que haber alguien que haga el trabajo sucio?

R. Sí.

P. ¿La maquinaria política no puede funcionar bien sin ellos?

R. Bueno… digamos que son los ejecutores de perfil bajo de la Historia… Son tipos que me gustan. Les quiero.

P. ¿Por qué?

R. Porque son unos cabronazos, porque son americanos, porque se enamoran perdidamente… Porque en el fondo, bajo toda esa superficie mugrienta, se esconden tipos sentimentales y divertidos.

P. ¿Empatiza también con ellos como escritor cuando recurren a la violencia expeditiva? ¿O le generan rechazo?

R. Juzgo a todos mis personajes moralmente y rechazo alguno de sus comportamientos, pero eso no quita para que habite dentro de sus almas. El lector puede intuir en las últimas páginas cuáles me caen bien: los que logran cambiar al final del viaje.

Los años salvajes

El escritor se hizo un nombre en los ochenta gracias a su trilogía sobre un sargento de homicidios de la policía de Los Ángeles: un hombre inflamable y obsesivo (como casi todos los policías de Ellroy) llamado Lloyd Hopkins. Títulos comoSangre en la luna (1983), A causa de la noche (1984) y La colina de los suicidas (1986), que como novelas negras eran trepidantes, aunque Ellroy aún no se había convertidoen un género en sí mismo.

Ellroy se dio cuenta entonces de que era tan bueno que el policiaco se le quedaba pequeño, pero en lugar de dar el salto a la alta literatura, decidió ampliar los confines del género: había llegado la hora de escribir la crónica oculta de su ciudad, Los Ángeles, como metáfora de todo un país: el EEUU del siglo XX contado desde las alcantarillas del poder.

Hablamos del Primer Cuarteto de Los Ángeles: La dalia negra (1987), El gran desierto (1988), Los Ángeles Confidencial (1990) y Jazz blanco (1992). ¿Qué podemos decir de estas obras? Que quizá estemos ante el mayor hito del género negro desde los años ochenta. En serio: este reportero se leyó el Cuarteto de Los Ángeles en los noventa y aún no se ha recuperado de la pedrada; brutal.

P. Su trilogía sobre Lloyd Hopkins era novela negra más o menos ortodoxa, pero en el Cuarteto de Los Ángeles reinventó usted el género negro al ampliar sus límites. ¿Fue una decisión consciente?

R. Primero de todo: me honra quediga que he reinventado el género. Lo que hace el Primer Cuarteto de los Ángeles es fundirnovela histórica connovela negra. La Trilogía Americana, por su parte, fundíanovela histórica, novela política y novela negra.

P. Creo que usted ya no escribe novela negra, sino novela de género “Ellroy”. ¿En qué consiste el género Ellroy?

R. ¡Género Ellroy! ¡Me encanta! La infraestructura secreta de los grandes acontecimientos públicos consiste en lo siguiente: hombres malos que se enamoran de mujeres fuertes. Si hay algo parecido a un género Ellroy, ahí está el quid de la cuestión. Eso y una gran cantidad de trabajo con el lenguaje.

El bocachancla

Ellroy es conocido también por sus declaraciones explosivas: del martillazo político a la pasada de rosca egocéntrica. Ocurre que este tipo de titulares ellroyanos hay que cogerlos con pinzas, o al menos no tomárselos del todo en serio, como si detrás del escritor se escondiera elshowman. “Ah, le voy a explicar cuál es el asunto, muchacho”, dice bajando el tono de voz. “Suelo dar unas 400 entrevistas al año. De cuando en cuando, la cosa se vuelve monótona, así que no me queda otra que intentar pasarlo bien”.

Lo que Ellroy entiende por pasarlo bien es soltar algún exabrupto (contra Obama) o alguna declaración histriónica (en favor de Reagan) cada cierto tiempo. Palabras que pueden llegar a escandalizar a alguno de sus fans progresistas más impresionables; fans, por cierto, que son legión: Ellroy tiene seguidores a ambos lados del espectro ideológico,quizá porque sus retratos de las cloacas del poder son extremadamente ambivalentes; o quizá porque, simplemente, estamos ante un escritor superdotado.

P. El problema de sus titulares explosivos es que se ha creado un mito periodístico en Europa que podríamos denominar así: James Ellroy, el derechista fuera de sí. ¿Se reconoce usted?

R. Ya… Mire: yo soy conservador, eso sí… Pero hoy no quiero hablar de política…

P. No, no, si yo tampoco. Me interesa más bien cómo maneja los mitos que circulan sobre usted…

R. Mire, amigo, es que voy sobre la marcha… De pronto estoy en mitad del puto Glasgow dando doce entrevistas al día y me topo con un periodista que me saca de quicio… y voy y suelto lo que suelto. Entre usted y yo: a veces no sé ni lo que digo. Años después viene alguien y me dice: ‘Oiga, hace cinco años dijo usted en Escocia’... Y alucino escuchando las cosas que ponen en mi boca…

P. ¿No teme desconcertar a sus lectores?

R. No, al fin y al cabo lo importante es que acaben leyendo el libro. Si esta entrevista me genera nuevos lectores, a mí ya me va bien.

Las fajas de los libros son un género en sí mismo. O cómo las editoriales tratan de vender el producto en una sola frase, en un tono entre amable e hiperbólico. Correcto. Ahora bien: ¿Qué se puede decir de una faja que califica a un escritor de “perro diabólico”?En efecto, no suena muy amable. ¿Se imaginan ustedes la faja de un libro de Javier Marías anunciando “el regreso del perro diabólico de las letras españolas”?

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