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El MACBA transforma la censura en pelotazo
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el museo inaugura la muestra con la estatua del rey

El MACBA transforma la censura en pelotazo

Los curiosos se hacen selfies delante de la escultura prohibida, mientras que los comisarios denuncian que todo aquello que querían denunciar se ha vuelto real

Foto: El MACBA inaugura la exposición con la polémica estatua del rey (Miqui Otero)
El MACBA inaugura la exposición con la polémica estatua del rey (Miqui Otero)

Ni siquiera el grupito de señoras de unos sesenta años se escandaliza demasiado. Rosita, Dora y Anna vienen de Cambrils, un pueblo de Tarragona, y, enteradas de la polémica, han decidido entrar en el MACBA. “Hombre, atractiva la estatua no es…”, dice una. “El problema es que es el Rey, ¿no? A mí me da igual que al rey le den por detrás, la verdad. Pero, hombre, impacta. No sé cómo decirlo: es una cultura que tenemos muy metida, aunque no queramos. Tenemos 60 años y durante 40 nos han dicho que eso era intocable. Ojalá mis hijos ya no le tengan ese respeto”, afirma la segunda. La tercera se decanta por la lectura conspiranoica: es incapaz de creer que esta situación disparatada no forme parte de una operación de marketing: “Les ha salido de maravilla. Esto es lo que querían, ¿no? Yo nunca había entrado aquí y, mira, ya lo tienen”. Sus pareceres no son solo anecdóticos.

Lo que miran estas tres señoras-que-van-al-museo es la escultura Haute Couture 04 Transport, de la artista austriaca Ines Doujak. En ella, la activista boliviana Domitila Barrios le da amor a tergo, a una réplica caricaturizada de un Juan Carlos I a cuatro patas, que vomita unas hierbas sobre unos cascos bélicos. El personaje femenino también recibe los envites de un pastor alemán.

Durante 40 años nos han dicho que esa figura era intocable. Ojalá mis hijos ya no le tengan ese respeto

Ocho chicas de veintipocos años se hacen un selfie alborotado delante de la escultura de la discordia. “La verdad es que me parece una operación de marketing perfecta”, dice una de ellas. Esas ocho chicas son, en realidad, estudiantes de la Esden Business School y tenían una clase hoy sobre gestión y promoción de eventos.

Si cuando el director del MACBA, Bartomeu Marí, canceló la muestra el pasado martes receleba de las posibles lecturas que podrían hacerse de la obra y de las consecuencias que podría tener, el caso es que ahora va a tener muchas más posibles lecturas y también muchas más consecuencias (su propio cargo puesto en duda, por ejemplo).

En la noche de ayer decidió que finalmente la exposición se inauguraba esta mañana. Su carta abierta, breve y preñada de disculpa, recordaba poderosamente al “Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”, que entonó el exmonarca en los pasillos del Hospital USP San José de Madrid, después de su episodio con los elefantes de Botsuana. Por los pasillos del MACBA no se ha dejado ver en la mañana de hoy Bartomeu (se decía que tenía una reunión), que ayer a última hora publicó esa carta en la que decía que lo suyo no había sido censura. La misiva acababa con la asunción del error: “Reitero mis más sinceras disculpas y pongo mi cargo a disposición del Consorcio del MACBA”. La misma reina emérita, es la presidenta de este patronato.

Quienes sí han dado explicaciones (todas las que se les preguntaban y más) esta mañana han sido los cuatro comisarios: Hans D. Christ, Iris Dressler, Paul B. Preciado y Valentín Roma. También algunos de los artistas.

“Esto no ha sido un conflicto entre unos comisarios cabezones y una administración recelosa. Nosotros seguimos el protocolo y ellos actuaron unilateralmente”, explicó Roma. “Nos hemos sentido desautorizados públicamente”, añadió Preciado. Una enorme virgen, firmada por el artista catalán Ocaña en 1982, presenciaba el sainete. “Sí, es como la virgen de los maricas. Y la hizo un artista muy transgresor en los años de la falsa Transición. Se ha convertido en nuestra capilla y en nuestro altar pagano durante todo esto, que ha sido un rosario de la Aurora”, añadía Preciado.

Por suerte, en toda esta crisis al final nos hemos convertido en un colectivo político muy unido

Los dos comisarios alemanes no daban crédito e insistían en aprovechar la polémica para plantear un debate internacional sobre la anemia democrática de las instituciones públicas en conflicto con las voces más críticas del arte. La muestra, que cuestiona la soberanía política y los nuevos espacios sacralizados, es una coproducción con la Württemberg Kunstverein de Stuttgat. “Y ni siquiera fuimos consultados cuando decidieron cancelarla y luego abrirla”, se admiraba Iris Dressler. “Claro que alucinan. No sabéis la vergüenza que estoy pasando con esta situación”, admitía luego Preciado en un aparte. “Por suerte, en toda esta crisis al final nos hemos convertido en un colectivo político muy unido”.

La denuncia se vuelve real

Según Paul B.Preciado, en los últimos días se ha ido cumpliendo todo lo que la exposición quería denunciar (lo mismo que exponía el pensador Jacques Derrida en el texto que da título a esta propuesta). Querían hablar de soberanía y han perdido la soberanía artística. Querían denunciar la sacralización de la economía neoliberal, de la deuda, de las instituciones públicas, de la sexualidad del cuerpo…. Y tanto la obra de la discordia como la crisis que ha levantado tocan todos esos temas.

Valentín Roma casi bromeaba cuando decía que si este veto se aplicara con carácter retroactivo habría que eliminar un montón de obras importantes, como el Inocencio de Velázquez. Preciado, firme en la denuncia, titubeaba en el uso del tiempo verbal cuando decía que “respetaba-respeta” a Bartomeu y que lo “consideraba-considera un amigo”. Pero desvelaba que ha trabajado un año y medio sin contrato y también la gran opacidad. Ante la duda de si se ha tratado de autocensura o de presiones externas, relataba que Bartomeu bajó a sala a ver la muestra el lunes por la mañana. Hasta que Preciado le pregunto cómo explicaría esta escultura a los medios de comunicación, Bartomeu no puso el grito en el cielo. El resto es el cuento conocido.

Nos llamaron para revitalizar un museo que estaba muerto. Lo que ya no entiendo es que cuando lo hemos resucitado, lo quieran volver a matar

“Nos llamaron para revitalizar un museo que estaba muerto. Lo que ya no entiendo es que cuando lo hemos resucitado, lo quieran volver a matar”, se lamentaba Preciado. “Le propuse aprovechar la ocasión para abrir el debate, justo en el contexto de cosas como lo de Charlie Hebdo. No se puede defender la libertad de expresión, a veces desde el antiislamismo racista, de ese caso y luego olvidarse aquí en casa. Muchas de las obras de esta muestra no podrían exponerse en sus países de origen, en Kazajistán o en Irán, pero lo que no sospechaba es que esto iba a suceder aquí, en Barcelona”.

Más vecinos y más tormenta

La gente del museo esperaba que la emisión de los informativos de mediodía llamaría a más gente por la tarde. Hacia las doce del de la mañana la asistencia era discreta y algunos turistas japoneses no entendían demasiado el bochinche creado, pero se hacían, como el resto, el selfie de rigor (la escena podía llegar a recordar a los que se hacen los fans del cine pornográfico en los espectáculos en directo del Saló Eròtic de la capital catalana).

La primera vez que el Rey Juan Carlos I entró en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, cuando lo inauguró el 29 de noviembre de 1995, llegó algo tarde pero se empecinó en recorrerlo entero y subir con gran vigor la rampa que separaba los dos pisos. Aquel día rabiaba un sol que destallaba en las paredes blancas pensadas por Richard Meier, durante esa inauguración envuelta en sombras y polémicas. Seguramente el entonces rey no podría imaginar que en 2015 volvería a aparecer, pero esta vez a cuatro patas y en una mañana lluviosa.

La polémica siempre ha perseguido a este museo, tal y como se explica en el documental MACBA: La dreta, l’esquerra i els rics. Sobre todo por el protagonismo de personajes totémicos como Leopoldo Rodés, que inyectaron dinero privado a través de una fundación cuando se buscaba la cultura como punto de encuentro común y aproblemático entre clases y espectros políticos remotos. Esos lugares donde la cultura se convierte en dinero y el dinero, en cultura. Rodés, como otras caras célebres de la alta burguesía catalana, fue también crucial para la consecución de los Juegos Olímpicos.

Y ya lo dejó escrito Eduardo Mendoza en la novela Sin noticias de Gurb: “En Barcelona las instituciones actúan como llueve: pocas veces, pero a lo bestia”. Esta mañana el cielo prometía tormenta. Ni siquiera los skaters patinaban por la plaza. Se comentaba por los pasillos que por la tarde el colectivo La Pocha Nostra haría en una sala del MACBA una de sus performances: los artistas bailarían desnudos. Con todas las vergüenzas a la vista.

Ni siquiera el grupito de señoras de unos sesenta años se escandaliza demasiado. Rosita, Dora y Anna vienen de Cambrils, un pueblo de Tarragona, y, enteradas de la polémica, han decidido entrar en el MACBA. “Hombre, atractiva la estatua no es…”, dice una. “El problema es que es el Rey, ¿no? A mí me da igual que al rey le den por detrás, la verdad. Pero, hombre, impacta. No sé cómo decirlo: es una cultura que tenemos muy metida, aunque no queramos. Tenemos 60 años y durante 40 nos han dicho que eso era intocable. Ojalá mis hijos ya no le tengan ese respeto”, afirma la segunda. La tercera se decanta por la lectura conspiranoica: es incapaz de creer que esta situación disparatada no forme parte de una operación de marketing: “Les ha salido de maravilla. Esto es lo que querían, ¿no? Yo nunca había entrado aquí y, mira, ya lo tienen”. Sus pareceres no son solo anecdóticos.

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