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“La música de ‘Birdman’ es demasiado original para los oídos de Hollywood”
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Antonio Sánchez, batería mexicano

“La música de ‘Birdman’ es demasiado original para los oídos de Hollywood”

El músico atiza el ya famoso falso plano secuencia de Alejandro González Iñárritu para reventar la manipulación emocional. La Academia no ha admitido su trabajo a la Mejor Banda Sonora

Foto: El músico mexicano Antonio Sánchez en acción. (Zildjian)
El músico mexicano Antonio Sánchez en acción. (Zildjian)

Nunca un baterista se había regocijado con tanto descaro en la ansiedad de un hombre incapaz de escapar a su fracaso y hacer sonar la tempestad interior que se cierne sobre el ocaso de una famosa estrella del cine. El fraseo improvisado y trepidante aparece fugaz y veloz, acompañando la trama de Birdman por los alrededores y las tripas del teatro de Broadway donde Michael Keaton trata de hacer sobrevivir a su atormentado personaje. Los inquietantes nubarrones con los que el músico mexicano Antonio Sánchez atiza el ya famoso falso plano secuencia de Alejandro González Iñárritu son el mejor aliado que ha tenido el director para multiplicar la manipulación emocional a la que somete al espectador.

Esta sacudida eléctrica aclara lo que sospechábamos: que no habrá paz interior ni para los superhéroes. Ni con sobredosis de Xanax. Todo está fuera de control, puro nervio en un ser que ha hipotecado su vida para montar en un teatro de Broadway una de Carver (De qué hablamos cuando hablamos de amor) y, de esta manera, enterrar el papel del hombre pájaro que le tiene encasillado y ahogado. El disfraz que le ha desfigurado. Lamentablemente, el yoga en calzoncillos tampoco le librará del estruendo al verse cruzando Times Square semidesnudo.

Porque Birdman es, entre otras muchas cosas, un almanaque de las pesadillas recurrentes del oficio del actor: “Alejandro [González Iñárritu] me dijo que era una comedia negra y que la batería complementaría muy bien las escenas. Creo que esto viene de la noción de que la comedia y el ritmo van tomadas de la mano”, cuenta a este periódico Antonio Sánchez, mexicano de 43 años y vocación precoz, que acompaña a Pat Metheny y Chick Corea en sus giras. De hecho, en la escena en la que Keaton y Edward Norton discuten en la calle, aparece un músico negro, interpretando la música de Sánchez. ¿Demasiado mexicano para el estereotipo? “Cuando se filmaron esas escenas yo estaba de gira en Europa, así que por desgracia no pude estar para la filmación”, responde.

La batería surge como pálpitos neuróticos, sobre la trama tragicómica que desvela las miserias frivolonas de un grupo de actores corriendo por las catacumbas del teatro. “Alejandro quería algo muy jazzístico. Espontáneo e improvisado en su naturaleza. No quería nada demasiado planeado”. Explica que como no había nada filmado, el director le describía las escenas con mucho detalle y él, a partir de esos detalles, imaginaba, improvisaba y grababa demos: “Y sacar el mayor jugo emocional a la batería, para describir el estado mental del personaje principal”.

El corazón a mil por esos angostos pasillos. La batería de Sánchez marca la intensidad del latido del espectador. Pum-Pum-Pum-Pum. Un pájaro con ritmo mexicano. “Hay partes de la película que son más tranquilas y reflexivas, pero en las escenas que se requería estrés y angustia funcionó muy bien”. Cree que la complicidad entre imagen y música se debe al método de grabación. Una vez se cerró la versión inicial del montaje entró en el estudio para hacer todo de principio a fin, “pero viendo la película y ajustándome a los movimientos y al diálogo de los actores”.

El resultado no es una música ilustrativa y limitada al acompañamiento. La película que parte como favorita para la gala de los Oscar este fin de semana asienta su identidad sobre la paleta rítmica de Sánchez. “Creo que aporta algo fresco y novedoso. Aunque uno no pueda identificar exactamente qué es lo que está sucediendo musicalmente en la película, el oído reacciona de una manera diferente a esta propuesta que a la música que habitualmente inunda el cine. Es un lenguaje nuevo con el cual ver las imágenes”, asegura. Un lenguaje nuevo que aflora las contradicciones y las torturas de la impostura.

"Es un lenguaje nuevo con el cual ver las imágenes"

La urdimbre tejida entre música e imagen no ha sido suficiente para que la Academia de los Oscar haya permitido a la creación del mexicano opte al galardón de Mejor Banda Sonora. Y no estará entre las nominaciones porque la película también utiliza 17 minutos de temas de Mahler, Ravel, etc, y eso para la Academia es intolerable, a pesar de los 16 temas de Sánchez que figuran en el filme. Músico y director apelaron, pero no consiguieron nada. Ni siquiera tuvieron en cuenta que La Mostra de Venecia sí dijo que ésta es la mejor banda sonora del año.

“No estoy de acuerdo con su decisión”, dice Antonio sobre el rechazo de la Academia. “Me parece subjetiva y arbitraria, porque ellos mismos han roto sus propios reglamentos en otras ocasiones cuando les conviene”. ¿Entonces, cuál es el motivo para dejarlo fuera de la posibilidad a ser candidato? “Creo que no les pareció bien darle atención a una película cuyo centro musical es una batería y no una orquesta sinfónica. Creo que fue demasiado original para sus oídos”. Redoble.

Nunca un baterista se había regocijado con tanto descaro en la ansiedad de un hombre incapaz de escapar a su fracaso y hacer sonar la tempestad interior que se cierne sobre el ocaso de una famosa estrella del cine. El fraseo improvisado y trepidante aparece fugaz y veloz, acompañando la trama de Birdman por los alrededores y las tripas del teatro de Broadway donde Michael Keaton trata de hacer sobrevivir a su atormentado personaje. Los inquietantes nubarrones con los que el músico mexicano Antonio Sánchez atiza el ya famoso falso plano secuencia de Alejandro González Iñárritu son el mejor aliado que ha tenido el director para multiplicar la manipulación emocional a la que somete al espectador.

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