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El escándalo del pabellón de la Expo de Milán se convierte en Marca España
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20 millones de euros y un concurso sospechoso

El escándalo del pabellón de la Expo de Milán se convierte en Marca España

La Marca España se creó para hacer coincidir realidad con imagen, es decir, para trucar la realidad, camuflando los errores de un país con errores como

Foto: Teresa Lizaranzu, Ana Pastor, José Manuel García-Margallo e Isabel García Tejerina en la presentación del pabellón de la expo de Milán. (EFE)
Teresa Lizaranzu, Ana Pastor, José Manuel García-Margallo e Isabel García Tejerina en la presentación del pabellón de la expo de Milán. (EFE)

La Marca España se creó para hacer coincidir realidad con imagen, es decir, para trucar la realidad, camuflando los errores de un país con errores como cualquiera. Lo propio de éste es que, en vez de corregirlos, los mete todos bajo una alfombra rojigualda y sale afuera con las castañuelas, el aceite de oliva, los jamones, el AVE, el arsa y el arriquitaun. Así se cumple con la principal característica de la seña española, el disimulo (y la falta de autocrítica). El disimulo es gratuito, pero no gratis: el nuevo capítulo de esa marca costará 20 millones de euros.

Es el precio que hay que pagar por mostrar al mundo lo rico que están los productos de nuestra tierra y lo bien que lo cocinamos todo. Como el concurso público del que salió el estudio de arquitectura que se encargaría del diseño del proyecto de pabellón español en la expo universal de Milán, que se inaugura el próximo uno de mayo y permanecerá abierta siete meses. El lema es "Alimentar el planeta, energía para la vida". El precio que el Estado va a invertir en difundir los valores de una España ideal no ha logrado disipar las dudas de la concesión. En parte porque el proyecto no se ha abierto a las preguntas de la prensa, se ha preferido pasar a la celebración de la presentación por todo lo grande en el Ministerio de Asuntos Exteriores. La urticaria a las preguntas también es muy marca de la casa.

Fermín Vázquez ganó el concurso organizado por Acción Cultural Española (AC/E) con su estudio b720 en un escándalo sonado, del que no se han aclarado ninguna de las dudas que planean sobre la adjudicación. Básicamente, el jurado se decantó por el proyecto más caro de todos (en un momento en el que España está boyante, según Marca España) y se resolvió con unos modos que cuestionaron la transparencia del proceso. Lo más curioso es que el pabellón premiado subraya precisamente eso, lo transparente.

El procedimiento se alteró y primero fue descubierta la oferta económica y semanas después el sobre que contiene las propuestas técnicas de cada uno de los 31 proyectos que se presentaron. Pero AC/E, con Teresa Lizaranzu a la cabeza, decidió, sin dar explicaciones, hacerlo al revés. La candidatura vencedora tenía la puntuación más baja de todas, porque tenía el precio más alto de todos. La sospecha del resto de arquitectos se disparó cuando se compensa al estudio con peor marcador en precio, con la máxima puntuación en la técnica.

Caprichos de arquitecto

El tinglado no acaba ahí. Lo más escandaloso es la diferencia de 49 puntos que hay entre el ganador y el segundo clasificado. Porque es una diferencia inaudita en un concurso al que se han presentado los estudios de primer nivel de este país y porque garantiza la victoria al peor valorado por su alto coste. Ni siquiera la oferta más barata podría disputar la primera plaza, porque esa diferencia de 49 puntos determinaba el resultado en un punto a favor de la propuesta más cara con respecto al segundo. Todo legal, todo escandaloso.

“Es un proyecto difícil, en un tiempo muy limitado y con muy poco presupuesto”, así resumía Fermín Vázquez ayer su proyecto ante la ministra de Agricultura, la ministra de Fomento y el ministro de Asuntos Exteriores. Más allá de lo chocante que resulta escuchar al proyecto más caro del concurso quejándose de poco dinero con el que cuenta, Vázquez aprovechó para reflexionar sobre la naturaleza efímera de este tipo de intervenciones: “A veces es una voltereta estilística, edificios de usar y tirar”.

Señaló que la construcción es rápida y su desmontaje fácil. “Es una secuencia estructural de pórticos que se repiten, inspirados en los edificios donde se han producido los alimentos tradicionalmente en este país. Esa es la síntesis formal”. Además, “celebra el espacio abierto de una España que come al aire libre bajo una sombra vegetal como naranjos”. Y aseguró que “será un éxito de visitantes”.

Vivan las tapas

La cita reunirá a 145 países “con el objetivo de reflexionar sobre los grandes retos de la Humanidad: el hambre, la desnutrición, la seguridad alimentaria y la agricultura sostenible”. Una vez visto el proyecto en su presentación queda claro que España llevará una gran boutique gourmet, con productos y experiencia gastronómica, donde se podrá “disfrutar”, “saborear”, “degustar” y “compartir”. Y una exposición de Antoni Miralda, como presencia cultural.

Quiso Vázquez cerrar su discurso con una sentencia a favor de una arquitectura responsable y sostenible, con menos espectáculo: “La arquitectura es lo opuesto a lo caprichoso y la alimentación es lo opuesto a lo superfluo”. Al acabar la presentación le preguntamos por el porcentaje del presupuesto que repartirá entre arquitectura y contenido: “Un 70% para la arquitectura y un 30% para contenido”. Para no ser un capricho, tiene mucho peso.

También aseguró Vázquez que el resto de arquitectos le han “pedido disculpas por el escándalo” y que está muy orgulloso de su proyecto. Sobre la selección a la propuesta más cara remite al jurado. Sin embargo, este periódico pudo preguntar a César García, mención de honor del concurso con el estudio Fünde, y se mostró muy claro: “Me parece muy mal que el proyecto más caro haya sido el elegido. Además, creo que hay una desproporción entre lo que quiere invertir en arquitectura y contenido”.

En las intervenciones políticas, Ana Pastor aclaró que el pabellón lleva la firma de la mejor arquitectura española y que “no fue fácil para los miembros del jurado elegir porque todas las propuestas eran de una gran calidad”. A tenor de cómo aplicó la puntuación el jurado no parece así. La ministra señaló que el pabellón se estructura sobre la producción alimentaria, la gastronomía, el turismo y la cooperación. “Son también los ejes del gobierno de Mariano Rajoy”, añadió.

Isabel García Tejerina, ministra de Agricultura, habló de lo importante que era para la Marca España la alimentación y la agricultura. Y José Manuel García-Margallo que en tiempos de convulsión y dolor, “las exposiciones son un contrapunto, porque son un lugar de encuentro, de reconciliación y de esperanza en el futuro”. Citó primero al Papa y luego a Ferran Adriá y se atrevió con una broma: “El país está terminado, ahora tenemos que pagarlo”.

La Marca España se creó para hacer coincidir realidad con imagen, es decir, para trucar la realidad, camuflando los errores de un país con errores como cualquiera. Lo propio de éste es que, en vez de corregirlos, los mete todos bajo una alfombra rojigualda y sale afuera con las castañuelas, el aceite de oliva, los jamones, el AVE, el arsa y el arriquitaun. Así se cumple con la principal característica de la seña española, el disimulo (y la falta de autocrítica). El disimulo es gratuito, pero no gratis: el nuevo capítulo de esa marca costará 20 millones de euros.

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