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Edición 'low cost', el futuro del libro es una versión precaria del imperio Lara
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así son los editores que vienen

Edición 'low cost', el futuro del libro es una versión precaria del imperio Lara

Se mantienen en la cuerda floja y no tienen más de diez años de vida. Son los editores del futuro, el relevo empresarial independiente

Foto: José Manuel Lara, su mujer, Artur Mas y su esposa, en el Premio Nadal de 2012. (EFE)
José Manuel Lara, su mujer, Artur Mas y su esposa, en el Premio Nadal de 2012. (EFE)

No tienen empresas editoriales capaces de inundar las mesas de novedades con primeras tiradas de cientos de miles de ejemplares. No cuentan con distribuidora propia y sus best-sellers no pasan de 5.000 ejemplares. Tampoco optan a escaparate en las cadenas de librerías y grandes superficies, ni hacen pilas junto a las escaleras mecánicas. No lo pueden pagar.

No cuentan con una plataforma de medios de comunicación capaces de convertir productos en fenómenos superventas. Carecen de influencia política. Sus libros nacen sin ruido, sin apellidos y sin anticipos que permitan sus autores seguir escribiendo. Sus estructuras empresariales son insignificantes, del tamaño de una familia sin hijos. Son la parte minúscula de la tarta de la concentración editorial del mercado español y están condenados a resistir.

Se mantienen en la cuerda floja y no tienen más de diez años de vida. Son los editores del futuro, el relevo empresarial independiente de un mundo del libro al que, tras la muerte de José Manuel Lara -y la jubilación de los viejos roqueros de la edición-, se le abre una nueva incógnita… otra.

Las nuevas generaciones que decidirán una pequeña parte de las lecturas de este país lo único que tienen en común con Lara es que también son empresarios del libro, que no es poco. Ni siquiera heredaron y partieron de cero –y con un mínimo de 3.000 euros- para formar parte del 70% de editoriales activas de este país, cuya facturación sólo supuso el 39% del total de 2013, 2.181,97 millones de euros. Es la cifra más baja de los últimos 14 años, a la espera de los datos de 2014.

Es decir, el 30% de las editoriales españolas son grandes o muy grandes, y pertenecen a algún grupo empresarial, apenas son 130, producen más de 1.000 libros al año y controlan el 61% de la facturación anual. De hecho, sólo 9 editoriales publicaron más de 700 libros, según los datos del último informe del Observatorio de la Lectura y el Libro (Ministerio de Educación, Cultura y Deporte), del pasado mes de noviembre.

Concentración polarizada

Entre 2009 y 2013, la cifra de facturación ha descendido cerca de un 30%. Y curiosamente, ha afectado en mayor medida a las editoriales más grandes, cuya facturación desciende un 21,2%. Las editoriales muy grandes son las únicas que han perdido cuota de mercado, el resto experimenta un ligero aumento en sus exiguos ingresos.

Es la viva imagen de un sector absolutamente concentrado y polarizado, la prueba de que el modelo actual expulsa a cualquier editorial con aspiraciones independientes. Sólo grandes imperios como el de Lara y Random House soportan e imponen el modelo del gigantismo en los puntos de venta. Son universos incompatibles conviviendo en el mismo planeta.

Apunten sus nombres: Jan Martí de Blackie Books, Elena Medel de La Bella Varsovia, Luis Solano de Libros del Asteroide, Julián Rodríguez de Periférica, Enrique Redel de Impedimenta, Daniel Moreno de Capitán Swing, Diego Moreno de Nórdica, Servando Rocha de La Felguera, Luna Miguel de El Gaviero, José Luis Amores de Pálido Fuego, Valeria Bergalli de Minúscula, Donatella Ianuzzi de Gallo Nero, Irene Antón y Rubén Fernández de Errata Naturae.

Tienen perfiles muy variados, aunque su importancia radica en que mantienen vivo el oficio del clásico editor literario y resisten la tendencia a la homogeneización de la oferta literaria comercial que busca de la repetición de la fórmula de éxito. No son gestores sometidos a las exigencias empresariales de un grupo, aunque entre sus apremios también está mantener a flote la empresa a pesar de que requieran de una inversión pequeña.

Son supervivientes con nuevas ideas y nuevos proyectos, precarios con ilusión que muchas veces inspiran a sus mayores. Por eso suelen rescatar títulos del pasado, libres de derechos de autor, o apostar por nuevos valores literarios, también baratos, que si resultan triunfantes terminan por ascender a las grandes firmas. A veces, son cantera de los grandes grupos.

La proliferación de nuevas y pequeñas editoriales ha ido pareja a la concentración y absorción de las antiguas empresas independientes. Las que quedan al margen de los grupos garantizan una maltrecha diversidad cultural, premiada con una ayuda pública limitada. Concretamente, de las citadas arriba como referencia de la edición literaria de calidad, Libros del Asteroide recibió el año pasado una subvención para la edición de 14.783 euros; Nórdica, 12.267 euros; Impedimenta, 11.009 euros; Errata Naturae, 8.178 euros; Gallo Nero, 6.428 euros; Capitán Swing, 6.291 euros: y Minúscula, 3.145 euros. A Planeta le concedieron 2.830 euros, al sello Seix Barral.

No tienen prisa, no aspiran a las ventas masivas en poco tiempo. Buscan la excelencia literaria low cost y, de momento, no amplían su negocio invirtiendo en medios de comunicación. Son libres: no tienen directores financieros que les obligan a practicar la producción de una renta infalible. Como si eso existiera. No tienen nada que hacer frente al tiburón, pero los lectores necesitan bancos inmensos de peces chicos.

No tienen empresas editoriales capaces de inundar las mesas de novedades con primeras tiradas de cientos de miles de ejemplares. No cuentan con distribuidora propia y sus best-sellers no pasan de 5.000 ejemplares. Tampoco optan a escaparate en las cadenas de librerías y grandes superficies, ni hacen pilas junto a las escaleras mecánicas. No lo pueden pagar.

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