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El milagro de la emigración salvará Barcelona (y al resto del mundo)
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ojos de escritor y fotógrafo para un libro

El milagro de la emigración salvará Barcelona (y al resto del mundo)

Javier Pérez Andújar y Joan Guerrero han seguido por el extrarradio barcelonés a los emigrantes, los nuevos héroes, uno con libreta, el otro con cámara de fotos

Foto: El fotógrafo Joan Guerrero paseó con el escritor Javier Pérez Andújar por Barcelona, buscando el héroe contemporáneo. (JOAN GUERRERO)
El fotógrafo Joan Guerrero paseó con el escritor Javier Pérez Andújar por Barcelona, buscando el héroe contemporáneo. (JOAN GUERRERO)

“Dejar de emigrar es dejar de vivir, por eso el emigrante lo es durante toda su vida, como el río es río desde que nace hasta que llega a la desembocadura”. Javier Pérez Andújar y Joan Guerrero los han seguido por el extrarradio barcelonés, uno con libreta, el otro con cámara de fotos. Ambos apuntando gente normal y corriente que “sólo por el hecho de haber llegado de otro sitio renuevan la tierra y la transforman en democracia”. Gente que pisa charcos, como ellos, como la que sale en estas fotografías de Milagro en Barcelona. Emigrantes hoy, porque emigrante soy (Ariel), un libro de instantes, experiencias y actualidad, porque “nada es más contemporáneo que estar en la calle con la gente”.

La idea recoge la tradición del fotolibro de Lumen, con dúos míticos como los de Camilo José Cela y Joan Colom, en Izas, rabizas y colipoterras (1964). Sin embargo, el acierto de Pérez Andújar ha sido incorporar la experiencia de la cámara, el viaje y los encuentros de Guerrero a su relato, al relato del milagro. La tradición española de los fotolibros había dejado para los fotógrafos la mera ilustración de los textos sagrados del literato. Aquí no. En este caso Guerrero le pone ojos a Pérez Andújar y le cuenta lo que hay más allá de la fotografía, lo que se escapa del encuadre. Lo que interesa. Y Andújar lo mezcla –porque este libro es la Biblia de la mezcla y los márgenes- con su inteligencia irónica y sensibilidad.

“Para ser contemporáneo basta con quedarse un rato en un sitio; con sentarse en un murete de cualquier plaza, como esas mujeres junto al Museu d’Art Contemporani de Barcelona. Lo que hace contemporáneo al museo son los traseros de esas señoras. La contemporaneidad se demuestra sentado, a diferencia del movimiento”. Porque ser contemporáneo es que no le echen a uno de donde se asienta. Por eso jamás un pobre y un rico podrán ser contemporáneos. Jamás lo será Pérez Andújar, que el milagro que mira es el suyo también: “Uno es lo que es, carne de radiocasete, de canciones que se quedaron engastadas en el cerebro de una manera freudiana. Ajeno a toda lógica burguesa”.

El escritor persigue al fotógrafo por las calles de la periferia, hasta que uno se transforma en el otro: el que antes escribía, ahora fotografía con palabras; el que fotografiaba, se dedica a narrar con imágenes. “En su emigración por las calles y los solares, a través de los polígonos de estos barrios de las afueras, en el norte de Barcelona”. Dice Javier que quiere adivinar lo que ven los ojos pequeños y profundos de Joan, que “brillan como estrellas lejanas”.

Charco eres y en charco te convertirás

Pasan por zonas de charcos, buscando los seres de charcos. Guerrero se detiene en uno a mirar el reflejo de un edificio moderno o de un hombre que pasa. El charco es el espejo del extrarradio, porque aunque hayamos utilizado unas líneas más arriba “periferia”, el autor de este libro prefiere escribir y decir “extrarradio” o “marginal”.

Urbanismo no es sinónimo de urbanidad. “El urbanismo es la forma de tiranía de los ayuntamientos, es un abuso de poder. La palabra “periferia” parece escrita con compás, y quien la traza está clavando su pata en el centro, razón por la que todo lo demás se le antoja periférico. Sólo la vanidad que resulta del ejercicio del poder explica semejante visión de la vida”, escribe.

El texto sigue a las fotos, es una ilustración inversa. Juntos se convierten en una pareja similar a las de los viajes del Lazarillo y el ciego, los de don Quijote y sancho Panza, Tony Curtis y Sidney Poitier… Parejas detrás del milagro marginal. Porque, como dice Javier, los charcos son importantes, porque “ser de barrio es ser de charco”.

¿Milagro de qué?

Pero, ¿qué demonios quiere decir con “milagro” precisamente alguien que no cree en ellos ni en todo lo que les rodea? “Es ironía”, aclara a este periódico el autor de Catalanes todos. Santa ironía. El milagro de Barcelona es un guiño al cine neorrealista del que bebe Guerrero, Milagro en Milán (1951). Ya saben, esa película de Vittorio de Sica en la que todo se arregla si tenemos fe.

“Es un libro mágico más que religioso, porque es una lectura mágica del emigrante. Y mágica en el sentido antropológico del término: el héroe es el que baja al infierno para regresar y fundar la nueva nación”, cuenta Pérez Andújar. De ahí toda esa paisajística aplicada sobre ese escenario llamado Barcelona, para destacar que la gente que viene de muy lejos repite el estándar del héroe. “Vienen de lejos para fundar la nueva Cataluña y una nueva democracia”, dice.

Así que barcelonés sólo es un adjetivo pintoresco. Sirve cualquier ciudad, cualquier historia, toda la literatura, para demostrar que quien deja su tierra y funda algo es un héroe, un mago. El relato, cosido con la intimidad del escritor, reivindica la migración como estructura narrativa heroica. Aunque Pérez Andújar insiste en que ha dicho “no” al discurso combativo.

“Me da vergüenza combatir por los demás, me parece hipócrita y arrogarse una categoría superior. Queríamos retratar la emigración, pero no teníamos derecho a poner fotos y cobrar nosotros los derechos de imagen, vender el libro y encima ir de bueno. Prosperar moralmente a causa de la adversidad y de la lucha de otros es asqueroso”, sentencia Javier Pérez Andújar.

Quizás este párrafo pueda condensar el mar de imágenes, con las que el escritor ilustra la obra del fotógrafo: “Siempre Santa Coloma, siempre el barrio de fondo, sus calles atestadas de vecinos llegados de mil tierras, que desbordan las aceras con los carritos de los niños, con las bolsas del supermercado, los farolillos a la puerta de los restaurantes asiáticos y el suelo brillante y pegajoso de pringue y humedad, como si estuvieran derritiéndose todos los que viven ahí. Pero quedándose pegado al asfalto, al cemento que se pisa, así es como uno se hace del sitio al que pertenece”.

El trasiego por Barcelona cierra con la metáfora con la que se abre este artículo: el río Besòs entra en el mar, se integra en él “para seguir emigrando aunque parezca que ha dejado de existir”. “Cuando se le pide a alguien que se integre, se le exige a la vez que se desintegre, que se diluya y se haga contemporáneo”. Este libro tampoco se desintegra.

“Dejar de emigrar es dejar de vivir, por eso el emigrante lo es durante toda su vida, como el río es río desde que nace hasta que llega a la desembocadura”. Javier Pérez Andújar y Joan Guerrero los han seguido por el extrarradio barcelonés, uno con libreta, el otro con cámara de fotos. Ambos apuntando gente normal y corriente que “sólo por el hecho de haber llegado de otro sitio renuevan la tierra y la transforman en democracia”. Gente que pisa charcos, como ellos, como la que sale en estas fotografías de Milagro en Barcelona. Emigrantes hoy, porque emigrante soy (Ariel), un libro de instantes, experiencias y actualidad, porque “nada es más contemporáneo que estar en la calle con la gente”.

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