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Por qué amamos (y odiamos) a Nolan

El realizador estrena el viernes su nueva película, 'Interstellar', y aviva los comentarios de sus fans y detractores. Un director que polariza a la audiencia

Foto: Christopher Nolan y Matthew McConaughey en el rodaje de 'Interstellar' (Warner Bros)
Christopher Nolan y Matthew McConaughey en el rodaje de 'Interstellar' (Warner Bros)

Solo nueve películas han hecho falta para que Christopher Nolan sea uno de los nombres más venerados en Hollywood. El realizador ha obtenido un estatus en el que puede hacer lo que quiera, cuando quiera y con el dinero que le dé la gana. Da lo mismo que sea un filme de superhéroes, una epopeya espacial o un thriller en el mundo de los sueños, la gente quiere ver lo que hace el director.

Pocos realizadores han conseguido polarizar tanto a los cinéfilos. La mitad atacan la yugular de Nolan por cualquier motivo. Un ejemplo: cuando hace un mes se anunció la duración –casi tres horas- de su nueva película, Interstellar, que llega mañana a los cines, las redes sociales echaron humo con todos los haters del director en ebullición por robarles tanto tiempo de su vida. Daba lo mismo que no hubieran visto todavía el filme, la excusa para atacarle estaba ahí, y no se podía desaprovechar.

Entre los segundos se encuentra Quentin Tarantino, que hace días manifestaba su pasión por Interstellar, y comparaba al director con Terrence Malick y Andréi Tarkovski. Pero ¿por qué amamos y odiamos a Christopher Nolan?

No hay nada que irrite más a los ‘puretas’ que un director que recaude más de 300 millones de dólares con sus películas y encima convenza a los medios especializados. No se puede tener todo, o dinero o prestigio. Sus fans más acérrimos reconocerán su labor por hacer un cine popular que no les trate como estúpidos, y se sentirán bien por decir que les encanta la última de Nolan, algo que da más prestigio que decir que son seguidores de Michael Bay.

Da lo mismo que resucite los filmes de superhéroes o que rompa la cabeza al espectador con un thriller onírico, la Academia de Hollywood no quiere a Christopher Nolan. Un sinsentido pensando lo que le gusta a los Oscar premiar a grandes taquillazos, pero lo cierto es que Nolan nunca ha sido nominado al premio como mejor realizador. Sus películas arrasan en apartados técnicos y también se ha sacado de la manga un par de menciones como guionista de Memento y Origen.

La ausencia de El caballero oscuro (y de Wall-E) en el quinteto finalista a mejor película en 2009 fue recibida con picas y antorchas entre los Nolanistas. Hasta el propio Hugh Jackman bromeó sobre ello en su monólogo de apertura. El año siguiente la Academia amplió el número de candidatas a 10 y así en 2011 Origen pudo optar al Oscar a la mejor película. ¿Casualidad?

Ya apuntó maneras con Batman Begins, pero la cumbre llegó con El caballero oscuro. Christopher Nolan sorprendió a todo el mundo con un filme oscuro, serio, adulto y dramático. Una reflexión sobre la justicia y el caos que parecía un filme sobre la mafia en vez de una película de superhéroes.

Los seguidores de este tipo de películas se dividieron, unos recibieron boquiabiertos el giro dramático de Batman, otros querían la diversión y el entretenimiento desprejuiciado de Marvel y otras adaptaciones.

La herencia de El Caballero Oscuro ha pesado como una losa en las películas posteriores sobre héroes enmascarados, que han querido imitar el tono Nolan quedando artificiales y pretenciosas, lo que nos lleva al siguiente punto.

¿Un thriller de acción que quiera ser la metáfora definitiva sobre un matrimonio en descomposición? ¿Una película de superhéroes que analice una sociedad en descomposición? ¿Una película del espacio que quiera hablar sobre la familia, el amor, y la física? Frena, Nolan. La ambición del director no conoce límites y aspira siempre a hacer un filme enorme, que marque historia. Sus pretensiones le llevan a introducir temas y capas a películas que muchas veces necesitarían más ligereza y menos engolamiento.

Es el estilo Nolan, y no va a renunciar a él. Para el realizador los géneros son excusas para pervertirlos y hablar de los temas que realmente le importan (todos sus filmes terminan girando sobre la familia y el paso del tiempo). Sus grandes influencias reconocidas hablan mucho de la grandilocuencia del realizador: Terrence Malick y Stanley Kubrick.

Querer ser poético en medio de un blockbuster de acción es algo que pocos se pueden permitir, Nolan es uno de ellos, y muchos no se lo perdonan. O entretenimiento o profundidad. Christopher Nolan ha reivindicado el blockbuster de autor como género.

Christopher Nolan es un apasionado de la magia. Incluso ha dirigido una película que habla sobre los trucos de dos prestidigitadores, El truco final (2006). Una película que perfectamente podría funcionar como resumen de su filmografía. En ella están las constantes de su carrera y en sus primeros minutos encontramos la declaración más sincera de Nolan sobre sus propias películas. El filme comienza con la voz de Michael Caine (uno de sus actores fetiche) adviertiendo al espectador: “Quiero que estés atento”. Ojos como platos. A partir de ahí una descripción sobre cómo debe ser un truco de magia que dice lo siguiente:

La primera parte, es la presentación: el mago, muestra algo ordinario, una baraja de cartas, un pájaro o una persona. El mago lo exhibe, os puede invitar a que lo examinéis, para que veáis que no hay nada raro, que todo es normal. Pero claro, probablemente no sea así.

El segundo acto es la actuación: el mago, con eso que era ordinario, consigue hacer algo extraordinario. Entonces intentaréis descubrir el truco, pero no lo conseguiréis, porque en el fondo, no queréis saber cuál es, lo que queréis es que os engañen.

Pero todavía no aplaudiréis. Que hagan desaparecer algo, no es suficiente. Tienen que hacerlo reaparecer. Por eso todo efecto mágico consta de un tercer acto, la parte más complicada, este acto es: el prestigio.

Así son las películas de Christopher Nolan, trucos de mago para sorprender al espectador, que siempre le pide un más difícil todavía. Como todos los trucos, cuanto más se repita menos vistoso, y todo el mundo estará atento a buscarle las costuras y la explicación. Ocurre lo mismo con sus películas, mecanismos de relojería en un primer visionado que pierden efectividad en sus revisiones.

Nolan solo pide que sigamos atentos y que nos dejemos sorprender al menos una vez. A partir de ahí el espectador tendrá que hacer una decisión, amar u odiar al director más mediático del Hollywood actual.

Solo nueve películas han hecho falta para que Christopher Nolan sea uno de los nombres más venerados en Hollywood. El realizador ha obtenido un estatus en el que puede hacer lo que quiera, cuando quiera y con el dinero que le dé la gana. Da lo mismo que sea un filme de superhéroes, una epopeya espacial o un thriller en el mundo de los sueños, la gente quiere ver lo que hace el director.

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