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“La independencia de Escocia podría haber servido para regenerar la política británica”
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WILLIAM MCIIVANNEY, icono de la novela policial

“La independencia de Escocia podría haber servido para regenerar la política británica”

William Mcllvanney, padre de la novela negra escocesa, analiza las claves de su obra

Foto: El escritor escocés William McIlvanney (Iain McLean)
El escritor escocés William McIlvanney (Iain McLean)

“Es una mezcla entre Cary Grant y tipo duro”. Esto es lo que se comentaba en los corrillos justo antes de que apareciera por ahí William Mcllvanney (Kilmarnock, Escocia, 1936), padre de la novela negra escocesa, que a sus 78 años luce exactamente así: como un gentleman que podría liarse a puñetazos en el pub si la ocasión lo requiriera.

Mcllvanney está en Madrid para participar en el festival Getafe Negro y presentar una novela al lector español: Laidlaw (RBA, 2014), publicada originalmente en 1977. Un descenso a los bajos fondos criminales de Glasgow escrito cuando Escocia carecía de tradición policial alguna.

Como toda novela fundacional que se precie, uno de los grandes enigmas de la elaboración de Laidlaw es saber cuáles fueron los referentes de McIIvanney, si tiró de la novela negra de otros países o sisurgió por generación espontánea.

“No había leído apenas novela policial antes de escribir Laidlaw. Lo clásico: Chandler, Hammett y Agatha Christie, pero no me apetecía nada escribir algo tipo Muerte en la vicaría”, cuenta el escritor en tono pausado y cavernoso y marcado acento escocés.

Que la irrupción de Mcllvanney en el policial sorprendió a todos (incluido así mismo) queda claro al comprobar sus antecedentes literarios. Dos años antes había publicado una novela social, Docherty(1975), relato de las desventuras de un minero durante la Gran Depresión con el que ganó el prestigioso premio Whitbread.

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McIIvanney, hijo de minero, analiza los posibles vínculos subterráneos entre novela social y novela negra: “No digo que no los haya, pero la conexión entre mi novela social y mi novela negra fue pura coincidencia. Me apetecía escribir sobre Glasgow, escuché la voz de este personaje y tiré para adelante. Entonces no sabía por qué había escrito estas dos novelas, pero ahora sí lo sé. Cuando escribí Docherty pretendía dotar de voz a la clase trabajadora escocesa, de donde yo venía, y de la que no se habían escrito apenas novelas: estaba infrarrepresentada y merecía una representación literaria. Pues bien: con Laidlaw me pasó lo mismo, pero con Glasgow, una ciudad extremadamente interesante que había aparecido poco en la literatura. Es una ciudad que merecía ser celebrada”, y lo cuenta el hombre que ha retratado en toda su crudeza los ambientes más macarras de Glasgow.

McIIvanney es una voz respetada de la cultura escocesa en calidad de profesor, periodista, novelista y poeta. No han pasado desapercibidos, por tanto, sus artículos y declaraciones a favor del ‘sí’ en el referéndum independentista escocés, celebrado hace unas semanas. Que el ‘no’ se llevará finalmente el triunfo con un 55% de los votos no ha hecho titubear a Mcllvanney, debido quizás a que en Glasgow ganó el ‘sí’ con un 53%. El escritor razona sus motivos:

El laborismo británico parece un socialismo de broma, un socialismo de comedia

“Mi apoyo a la independencia de Escocia no surge de un sentimiento nacionalista: yo no soy nacionalista, sino socialista. Mi postura parte de la creencia de que la política británica está muerta desde los tiempos de Tony Blair y Gordon Brown, o puede que ya lo estuviera antes de que llegaran ellos. El laborismo británico parece un socialismo de broma, un socialismo de comedia. La independencia escocesa podría haber servido para regenerar la política británica. Ese fue mi principal motivo para votar 'sí'”.

Y ya puestos, le mete otro repasito al legado cultural de Margaret Thatcher: “La política en el Reino Unido se convirtió en algo terrible tras el paso de Thatcher. Aniquiló varias décadas de progreso y derechos sociales y ha sido prácticamente imposible recuperarse de eso. Quizás la ruptura con Gran Bretaña permitiría insuflar de justicia social a la política de las islas. Pues es ese, y no otro, el objetivo político principal de cualquier gobierno. O al menos debería serlo. La política sin justicia social no tiene mucha razón de ser”.

Una duda para zanjar la función. Dado que Laidlaw es en buena parte una novela sobre el Glasgow de 1977, cabría preguntarte cuál podría ser la reacción del lector español en 2014. En otras palabras: ¿Qué tendría Laidlaw de universal? “Es una pregunta complicada. Mis novelas siguen funcionando muy bien entre los lectores de Glasgow de hoy día, eso por descontado. Ocurre que hace poco tiempo me pidieron que grabara una para un audiolibro. Y al hacerlo me pareció estar leyendo una novela histórica… Aunque luego veo que el libro se sigue vendiendo y sigue interesando, así que algo de contemporáneo debe tener. Es tentador pensar que una novela que está anclada en un tiempo y un espacio determinado puede tener problemas con el paso tiempo, pero no siempre es así. Cuando uno escribe intenta reflejar las pasiones humanas, que están por encima de la inmediatez y la familiaridad”.

“Es una mezcla entre Cary Grant y tipo duro”. Esto es lo que se comentaba en los corrillos justo antes de que apareciera por ahí William Mcllvanney (Kilmarnock, Escocia, 1936), padre de la novela negra escocesa, que a sus 78 años luce exactamente así: como un gentleman que podría liarse a puñetazos en el pub si la ocasión lo requiriera.

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