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El Diccionario hace las paces con América
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habrá que esperar tres meses la versión digital

El Diccionario hace las paces con América

La Real Academia Española acepta la importancia de América en el español y lo deja por escrito, en el nuevo Diccionario de la lengua española (DRAE)

Foto: Llega el nuevo diccionario de la RAE. (EFE)
Llega el nuevo diccionario de la RAE. (EFE)

El Diccionario de la lengua española (DRAE) es el artefacto cultural de mayor calado político. Hiere sensibilidades, traiciona a la historia, altera la realidad, se usa en los tribunales, siempre llega tarde y procura reparar los errores con cada edición. El español ha nacido con ésta 23 veces y la mayor novedad no es que sea más de Twitter que de Facebook -aunque no es un dato menor-, ni que mantenga términos tan ofensivos como “judiada” o “gitanada”, ni siquiera que se incluya la acepción “matrimonio homosexual” en “matrimonio”. Lo verdaderamente significativo es que la Real Academia Española acepta la importancia de América en el español y lo deja por escrito.

Una vez acaba, en la sede de la RAE, el acto de presentación del nuevo instrumento del español oficial, el director de la Academia Mexicana de la Lengua, Jaime Labastida, enviste para mostrar su gran satisfacción por un pequeño paso para la tipografía, pero un gran salto para América: el Diccionario no va firmado a la Real Academia Española, como ocurría hasta el momento, sino a la “Asociación de Academias de la Lengua Española”. Ya no son meras franquicias del español, son socias del producto.

Pero no está del todo contento con la edición y señala la clave dolorosa: en el lomo del tocho de casi 2.500 páginas de papel semibiblia, no se mantiene esa comunión. El logo de la Real Academia Española aparece por encima del logo de la Asociación de Academias de la Lengua Española y el académico se pregunta con acerada ironía: “¿Pero no está la Española dentro de la Asociación?”. Al subrayar el hecho muestra que el Diccionario se ha convertido –además de best seller para Espasa, con tirada inicial de 100.000 ejemplares, repartidos al 50% en América y España- en un delicado asunto de política geoestratégica.

En el preámbulo del volumen podemos leer que la RAE, “hoy en estrecha colaboración con la Asociación de Academias de la Lengua Española” ha realizado desde la aparición del anterior Diccionario una intensa actividad en la elaboración de otras obras como la Ortografía, la Gramática y, la más importante, el Diccionario de americanismos. Si la anterior edición se esforzó en aumentar el número de voces y acepciones americanas, el Diccionario de americanismos ha sido una base esencial para la elaboración del nuevo Diccionario de la lengua y la incorporación de 18.712 acepciones con alguna marca americana. Para incorporarse debían demostrar tener vida en, al menos, tres países.

Cómo hacer un best seller

El secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española, Humberto López Morales, asegura que la colaboración con las academias latinoamericanas “ha sido entusiasta” y añadió que “nuestras peticiones han sido aceptadas”. Aclaró que la primera edición todavía tiene puntos que deben ser enmendados, sin aclarar cuáles, pero resume la colaboración como “muy satisfactoria”.

Como vemos, la diplomacia de la RAE tiene sus límites a la hora de rebajar sus logos, pero la amplían en la creación –española- de una obra que “incluya una nutrida representación de los usos específicos de cada país”. Y convertirla de esta manera en el best seller intercontinental. De 500 millones de hispanohablantes, poco más de 40 son españoles y aún así la RAE mantiene el monopolio de la lengua en todo el mundo.

Al detalle, la 23 edición cuenta con 93.111 entradas, frente a las 88.432 anteriores. En el conjunto de la obra se han incluido cerca de 140.000 enmiendas que afectan a unos49.000 artículos. En la edición 22 se suprimieron 6.000 voces y en esta sólo 1.350. El director académico del Diccionario, Pedro Álvarez de Miranda, ha señalado que “todavía hay mucho que aquilatar”. “Hay un lastre de ediciones anteriores que debemos aligerar para la próxima edición, para lo cual la Academia debe emprender la tarea de revisar términos débiles que es mejor desalojar y llevarlos al Diccionario Histórico”.

El director de la Academia, José Manuel Blecua, dijo que se ha pretendido ser “científicamente correctos”. Y aclaró que “la Academia no pretende meter el dedo en el ojo a ningún colectivo”, porque “la función primordial de un lexicógrafo es describir la lengua desde un punto de vista científico”. Para Blecua este Diccionario intenta reflejar cuál es la situación de la lengua española en estos momentos. “El Diccionario intenta acercarse lo más posible a un modelo, no a una realidad. Los diccionarios no son fotos ni películas de la realidad, son modelos aproximados de la realidad”, añadió.

Muy social, poco tecnológico

En ese acercamiento a la realidad, destacan las incorporaciones de las voces como “tuit”, “tuitear” o “wifi”. Incluso “nube” en la acepción de “espacio de almacenamiento y procesamiento de datos y archivos ubicado en internet, al que puede acceder el usuario desde cualquier dispositivo”. Aunque se sigue manteniendo “internauta”, como aquella “persona que navega por internet”.

Álvarez Miranda quiso aclarar que lo peculiar de tuit y tuitear es que “pertenecen al léxico común”. “No ha entrado Twitter, ni Facebook, porque los nombres de marca son nombres propios y no tienen cabida en el Diccionario”. Sin embargo, la marca de las redes sociales de los 140 caracteres sí apareceen las definiciones. “El inglés convierte con facilidad sustantivos en verbos, es prematuro pensar en incluir otros verbos como googlear o facebookear. Es el Diccionario de la lengua y no se adelanta a los acontecimientos”, dijo.

Desde 2003, apuntó Darío Villanueva, secretario de la RAE, que el Diccionario es de acceso libre en la web de la institución y que el mes de septiembre recibió 43 millones de consultas y 8 millones de usuarios únicos. Pero la nueva versión digital de la nueva edición no estará lista hasta dentro de tres meses. Lo más chocante es que se mostró menos tajante que en otras ocasiones al hablar del diccionario del futuro. Si en este periódico anunciaba que la RAE estaba segura de que el orden del formato iba a cambiar, y “de la versión gutemberiana pasaremos a una obra concebida como plataforma digital”, ahora se muestra más contenido. Y anuncia que habrá que debatirlo.

Precisamente, a su lado, mientras hablaba con cuidado sobre el futuro del diccionario, estaba Ana Rosa Semprún, directora editorial de Espasa, que adelantó: “No sabemos cómo será el diccionario del futuro, pero Espasa estará siempre dispuesta a hacer diccionarios en papel”. A 99 euros.Y así se define el Diccionario más digital (contenido), pero menos tecnológico (forma).

El Diccionario de la lengua española (DRAE) es el artefacto cultural de mayor calado político. Hiere sensibilidades, traiciona a la historia, altera la realidad, se usa en los tribunales, siempre llega tarde y procura reparar los errores con cada edición. El español ha nacido con ésta 23 veces y la mayor novedad no es que sea más de Twitter que de Facebook -aunque no es un dato menor-, ni que mantenga términos tan ofensivos como “judiada” o “gitanada”, ni siquiera que se incluya la acepción “matrimonio homosexual” en “matrimonio”. Lo verdaderamente significativo es que la Real Academia Española acepta la importancia de América en el español y lo deja por escrito.

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