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Lassalle deja el mecenazgo en calderilla
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El impuesto de sociedades sólo sube 5 puntos

Lassalle deja el mecenazgo en calderilla

“Ya no hace falta ser rico para ser mecenas”. José María Lassalle ha hablado. El secretario de Estado de Cultura asume el fracaso de uno de

Foto: Mayo de 2012, la comisión de Asuntos Culturales aprueba el borrador del proyecto de ley del Mecenazgo. (EFE)
Mayo de 2012, la comisión de Asuntos Culturales aprueba el borrador del proyecto de ley del Mecenazgo. (EFE)

“Ya no hace falta ser rico para ser mecenas”. José María Lassalle ha hablado. El secretario de Estado de Cultura asume el fracaso de uno de sus mayores proyectos de la legislatura: la Ley de Mecenazgo, de la que ha explicado queda diluida en la reforma fiscal. En el encuentro de editores iberoamericanos, organizado por la Casa del Lector, aseguró que la norma destinada a reemplazar la retirada de las ayudas públicas con un modelo de mecenazgo privado, queda reducida a unos incentivos fiscales para el micromecenazgo. Es decir, los ciudadanos que inviertan 150 euros podrán desgravarse un 75% de dicha cantidad. Y del 35% al 40% en el impuesto de las Sociedades.

La Ley de Mecenazgo son básicamente incentivos fiscales. Si al mecenas no se le ofrecen incentivos fiscales se produce otra cosa que se denomina altruismo o filantropía”, ha declarado Lassalle. Además, subrayó el hecho de que “por primera vez se democratiza el mecenazgo en nuestro país mediante la introducción del micromecenazgo”.

La misma persona que ayer aseguraba que el mecenazgo se resume en incentivos fiscales explicaba en mayo a este periódico que “con ventajas fiscales no basta”, que esperaba de este Gobierno “una Ley de Mecenazgo”. En esta entrevista reconocía que si se incrementaban los porcentajes de desgravación en el IRPF, en el impuesto de sociedades –que es lo que ha ocurrido, en escasos 5 puntos- “me quedaré con las ganas de que este país tenga una Ley de Mecenazgo”.

Insatisfacción en diferido

“No debemos sentirnos satisfechos con incrementar la desgravación. Este país se merece para su normalidad una Ley”, añadió. Meses después, con lo anunciado ayer, su fracaso queda en evidencia. ¿Cuál era la desgravación ideal para el secretario de Estado de Cultura? “Un criterio como el resto de los países europeos. Estoy pensando en el modelo francés, con un 60% en Sociedades y 75% en IRPF”, contestó. Pero insistió en que con desgravaciones no bastaban, que tenían que ser “mucho más ambiciosos en la normalización”. La ambición se ha desinflado hasta la calderilla del crowdfunding.

“Esto es un chiste”. “Es indignante”. “Es muy triste”. “Defraudados”. “Decepcionados”. “Es lamentable”. “Es muy limitado”. “Es populista”. Así ha recibido parte del sector cultural la noticia del enterramiento del gran proyecto desde la oposición de José María Lassalle. En 2012, cuando presentó los primeros Presupuestos Generales, con un hachazo del 15% de las cuentas públicas sobre la Cultura, dijo que para salvar a la cultura de la catástrofe había que definir un modelo de transición que acabase con las artes sustentadas por las administraciones públicas. Uno con “mayor implicación de la sociedad civil”, es decir, una reforma de la Ley de Mecenazgo, que el PP había apuntado en un 70% de las exenciones fiscales para las inversiones, no sólo en cultura.

Sin ley de financiación, se cerró el modelo de subvenciones, en absoluta ausencia de debate y con unas medidas caóticas, que nadie ha logrado entender en estos tres años. Los recortes se hicieron sin un plan y han logrado la agonía del sector, como se ha denunciado constantemente en todo este tiempo. El ministro de Cultura hablaba de Hacienda y el de Hacienda de impuestos.

Un plan sin plan

Lassalle nunca pasó a la acción, manejó como nadie los términos retóricos para decir que la política cultural que se ha mantenido durante la democracia “ha generado una dependencia insostenible”, que ha tenido una “ineficiente planificación” y que carecía de “visión estratégica”. Exigió e imputó un cambio de paradigma dependiente de la consolidación fiscal. Pero no había consolidado nada con Cristóbal Montoro y, además, no fue capaz de negociar con él ni con su secretario de Estado de Hacienda.

Con su elocuencia de malabarista criticaba allá donde iba “el control de los gobernantes sobre las artes” y proponía “la quiebra del monopolio del Estado sobre la política cultural”. Le gustaba rematar el pastel con un “es una lucha lenta que implica un cambio de cosmovisión”. Ayer su cosmovisión se fue al traste y a su proyecto político le suma la mayor derrota de su proyecto político.

La directora general de la Fundación Arte y Mecenazgo de La Caixa, Mercedes Basso, es contundente: “Ha jugado con nuestras expectativas. Han puesto al sector a reflexionar, a aportar y para esto. Y lo peor es que no ha habido explicaciones. Es muy triste. Nuestra Fundación está profundamente decepcionada”. Precisamente, la entidad a la que representa ha trabajado desde 2011 en un intenso programa de conciencia de mecenazgo, del que destaca un riguroso informe en el que proponían, entre otras cosas, una reducción del 95% en el impuesto sobre sucesiones y donaciones.

Con el micromecenazgo basta, ni con las desgravaciones. Basso explica que la reforma planteaba un observatorio, captación de mecenas y su reconocimiento público. “Es mucho más que una fiscalidad”. En esa línea explica Rosina Gómez Baeza, codirectora de YGB ART, que la cultura necesita apoyo y estímulo. Siempre crítica, pero con soluciones, reconoce que “el crowfunding es escaso, limitado y cortoplacista”. “Es interesante, pero no es suficiente. Esta no es la solución. España perderá peso internacional. Hemos abandonado a la cultura. Es muy indignante, pero es una muerte anunciada”, ha dicho a este periódico.

Una medida populista

“Diciéndolo de manera suave es lamentable. Es ridículo”, así lo ha resumido el director de Estampa, Chema de Francisco. “De esta manera no vamos a facilitar la llegada de las grandes empresas a la cultura. Los empresarios no son gratis, necesitan atractivos. Lo del micromecenazgo es ridículo, es una tontería, una cosa simpática y sin ningún sentido. Es algo muy populista, de cara a la galería. La reforma era esencial para el desarrollo de la cultura en España”, añadió.

También Jaime Sordo, presidente de la Asociación de Coleccionistas Privados 9915, se siente decepcionado. El coleccionista fue uno de los agentes más implicados en el fomento de las nuevas medidas de incentivos fiscales. “Es lamentable. Es un palo a las reivindicaciones del sector y en concreto al ámbito del coleccionismo. Esperábamos el borrador que manejaba el PP en la oposición y nos quedamos en el micromecenazgo. Es un jarro de agua fría contra la generación de actividad de los artistas y la cultura”.

Lo más preocupante de la medida es que ni siquiera el aparato estatal ha sido preparado para asumir esos donativos ciudadanos, porque impera el criterio de “caja única”, por el que no se puede invertir en, por ejemplo, los museos estatales. Únicamente en la Biblioteca Nacional, el Museo del Prado y el Museo Reina Sofía. La casa por el tejado.

“Ya no hace falta ser rico para ser mecenas”. José María Lassalle ha hablado. El secretario de Estado de Cultura asume el fracaso de uno de sus mayores proyectos de la legislatura: la Ley de Mecenazgo, de la que ha explicado queda diluida en la reforma fiscal. En el encuentro de editores iberoamericanos, organizado por la Casa del Lector, aseguró que la norma destinada a reemplazar la retirada de las ayudas públicas con un modelo de mecenazgo privado, queda reducida a unos incentivos fiscales para el micromecenazgo. Es decir, los ciudadanos que inviertan 150 euros podrán desgravarse un 75% de dicha cantidad. Y del 35% al 40% en el impuesto de las Sociedades.

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