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Yahya Hassan, el poeta danés que escupe a Europa
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traducido a 8 idiomas y más de 100.000 vendidos

Yahya Hassan, el poeta danés que escupe a Europa

Está cabreado. Ha nacido y crecido en un suburbio de Aarhus, la segunda ciudad danesa más grande. Sus padres son palestinos. Hasta que lo meten en

Foto: Yahya Hassan, de 19 años de origen palestino, ayer en Madrid. (EFE)
Yahya Hassan, de 19 años de origen palestino, ayer en Madrid. (EFE)

Está cabreado. Ha nacido y crecido en un suburbio de Aarhus, la segunda ciudad danesa más grande. Sus padres son palestinos. Hasta que lo meten en un internado, con 13 años, sufre su maltrato, su castigo y su odio. Él y al resto de sus hermanos. Yahya Hassan tiene 19 años y llega cuarto de hora tarde a esta entrevista o lo que sea. Ha dejado de delinquir gracias a la literatura, se ha convertido en un escritor de éxito y su destructivo poemario se ha traducido a ocho idiomas, y ha vendido más de 100.000 ejemplares del libro que tituló con su nombre y aquí publica el sello Suma. Sin más. Pero sigue odiando al mundo. Con verdadero asco, con auténtico desprecio. La indignación es un enfado de salón con alfombra y un vaso de whisky sobre la chimenea, él está jodido.

La Justicia le conoció como delincuente y unos años después le protege de quienes quieren verlo muerto. Sus críticas contra la comunidad musulmana danesa y la extrema derecha, impresas en este poemario urgente, brillante y visceral, no han gustado. No está resentido por llevar escolta o por tener que defenderse en los platós de su país. Que haya escrito sobre su vida a borbotones y lo haga en mayúsculas, como un grito impertinente que no va a callar, no es más que un botón –apenas depurado- de todo lo que tiene ahí adentro metido.

“ME DEJASTE ASÍ/ CON UN PORRO EN LA COMISURA DE LOS LABIOS/ UÑAS DE HACHÍS MORDIDAS/ PANTALLA NEGRA Y SUPERMARIHUANA/ YO NO SÉ QUÉ ES LO QUE PASA AHÍ DETRÁS DE LOS ÁRBOLES/ SI ES OTRO EL VIENTO QUE SOPLA/ PERO TE ESTOY LLAMANDO DESDE LA COMISARÍA”.

Hassan acaba de entrar a la terraza del hotel en el que la editorial recibe a los periodistas para preguntarle a su autor por lo obvio cuando tratamos de buscarle sentido a una fiera indomable, que pide un vodka pasadas las once de la mañana o responde con la misma desgana que el que pregunta, de pie, moviéndose de un lado para otro, como un león enjaulado, mientras la traductora resuelve el danés en español, saltándose las palabras que podrían ofender al periodista. Se agarra al cigarrillo y a un mechero con la piedra destrozada y el dedo pulgar chamuscado.

Mientras espera una nueva cuestión se revuelve, tira hojas arrugadas por el balcón. Tampoco se siente cómodo con el papel de escritor, a pesar de que trate de camuflarlo con botines brillantes, traje azul, camisa estampada a mil flores y un pin con la bandera de Palestina en la solapa. “Que no leo. Ahora no. Porque soy muy vago. Antes, por supuesto. He leído muchísimas novelas, pero no tengo suficiente memoria como para recordarlas. Y poesía casi todo el tiempo”. Al periodista inútil no se le ocurre otra cosa más que insistir por la senda de lo previsible. ¿Algo de poesía española? “Desgraciadamente, no soy tan culto como parezco”.

En esencia, Hassan es un kamizake que ha devuelto toda esa miseria que traga desde hace casi dos décadas. Lo ha hecho sin miedo a la represión, a los tabúes o a las amenazas. Un vómito auténtico, y viceversa. Es un adicto a la libertad de expresión. “Por muchas razones no sé nada del futuro, ni me interesa”, contesta. Tampoco sabe si volverá a escribir: “Para que haya expresiones, tiene que haber impresiones”, pero ¿qué puede impresionar a alguien que ha estado en busca y captura?

“CAGO UNA ROSA CON ESPINAS/ MI OJETE SANGRA DE LOCURA Y VENGANZA/ ME METIERON EL ANTISEMITISMO CON LA LECHE PATERNA/ CON LOS DRONES SOBRE LOS OLIVOS/ CON ESTRELLAS Y BARRAS Y FÓSFORO BLANCO/ ME LO METIERON CON EL MURO DE LAS LAMENTACIONES/ CON PENA DESDE EL HOLOCAUSTO/ CON LA PENA DE LOS PALESTINOS/ Y YO ME COMPADEZCO DE ELLOS”

El libro arranca con una paliza. El padre no se anda con chiquitas y uno piensa en todos los disfraces con los que viste Tarantino su violencia para hacerla pop. Aquí hay mugre y sangre de verdad. En su país lo comparan con Walt Whitman desatado, otros con Jean Genet, pero lo que pone sobre la mesa la aparición de Yahya Hassan es el cuestionamiento de la propiedad de la literatura, ¿de quién es? ¿Quién llega a la literatura? ¿Quién pone las fronteras? ¿Quién pide el pasaporte? ¿Quién levanta la barrera?

“Escribo porque es mi forma de expresarme”. El escritor continúa de pie y en el contrapicado desde el sofá del lujoso lounge, para holgazanear mirando los tejados de la ciudad, se asoma el rastro del acné juvenil cruzado por alguna que otra cicatriz. Un niño salvaje, colmado de rabia, dolor y alegría. Ésta en menos cantidad que los otros dos componentes básicos de su poesía a la que llegó como plan de rehabilitación del municipio. A los niños en riesgo social les ofrecían cursos de creatividad para sacarles de quinquis. “Tuve que decidir entre ir a clases de danza o rap”. No le hemos visto bailar.

Así que empezó escribiendo letras para canciones de rap y pronto se cansó de la caricatura de cantarles a chicas y chicos enamorados de sus coches y de su ropa. “Ahora escribo de forma más libre”. En el poemario desvela que escribir es como una habitación sin ruidos, en la que se aísla con las palabras y sus vivencias, sin ser perseguido por nadie. “No buscaba tanto una poesía como expresarme libremente. Al final, parece que es poesía, porque es lo que más libertad me da. Pero no me importa si es novela, relato o lo que sea”.

“UN MUSULMÁN DEL PARQUE DE GELLERUP/ DA CON NUESTRO PORTAL/ LEE EN LOS BUZONES/ Y LLAMA A LA PUERTA CON MÁS NOMBRES DE CHICA/ VALORA LA PROLE/ QUIERE A MI HERMANA PEQUEÑA DE AMA DE CASA/ CREARLE UN PARAÍSO EN OTRO BLOQUE DE CEMENTO/ CON ALÁ COMO GUÍA Y UNA DIFERENCIA DE 20 AÑOS/ SER EL PRIMER HOMBRE EN LA PRIMERA NOCHE/ FOLLAR CON SU BARBA Y DAR GRACIAS A ALÁ POR TODO/ OTRO MUSULMÁN DEL PARQUE GELLERUP/ DA CON NUESTRO PORTAL/ VALORA LA PROLE/ QUIERE A MI HERMANA MAYOR DE AMA DE CASA/ ELLA COCINARÁ Y OBEDECERÁ/ PARIRÁ 10 RATERILLOS PARA DESENTENDERSE DE ELLOS/ SI SE HACEN INFIELES”.

Los poemas avanzan como lo haría un diario, desde la infancia a la adolescencia, pasando por persecuciones policiales, prisiones preventivas, porras extensibles, centros de día, insultos a Alá y a la hipocresía de la sociedad europea. No queda títere con cabeza, su ateísmo es un escupitajo que se ríe del agua contaminada que beben en la mezquita como si fuera la del pozo que el arcángel Gabriel hizo aparecer por arte de magia en el desierto cuando Abrahán e Ismael se morían de sed. Pero también hay ración de ironía para el cristianismo y la Policía. Y el periodista, que acaba de soltar estúpidamente la palabra prohibida: “inmigrante”.

Hassan cambia de tono drásticamente y el torrente en danés crece para aclarar que no es inmigrante, que nació en Dinamarca, que le molesta esta jerga nuestra de los medios de comunicación. “¿Qué es un inmigrante? Una persona que se pone unas botas, mete comida en la mochila y cruza fronteras. Poco más. Pero qué hay detrás de la persona, cómo es su historia. Y qué es la literatura de la inmigración. Eso no existe”.

Parecía imposible, pero su enojo crece. Ha sido la tecla de la política, del menosprecio europeo a la migración. “La gente no quiere preguntarse ni entender el pasado de nadie. Es más fácil ser solamente un inmigrante. Como la sociedad no quiere asumir la responsabilidad ante los inmigrantes, prefiere crear unos estereotipos”. La obra de Yahya Hassan, precisamente, es eso, un vaciado de la experiencia personal sin concesiones, ni adversativas. Eso sólo puede hacerlo alguien con una biografía negra y resaca, de corazón enorme. Entonces, ¿utopía? ¿La literatura cambiará esto? “Evidentemente, la literatura no cambiará nada porque tú me has preguntado por la inmigración”.

“LOS CAMINOS DE ALÁ TERMINAN AQUÍ/ NUNCA LLEGARÁ UN DÍA CON COCHE AMARILLO Y CARICIAS/ ESTO ES LO MÍO/ ORACIÓN DEL VIERNES Y CERVEZA/ FALTA DE OXÍGENO EN EL GUETO/ TENSO COMO EL CINTURÓN DEL HIMALAYA”.

Está cabreado. Ha nacido y crecido en un suburbio de Aarhus, la segunda ciudad danesa más grande. Sus padres son palestinos. Hasta que lo meten en un internado, con 13 años, sufre su maltrato, su castigo y su odio. Él y al resto de sus hermanos. Yahya Hassan tiene 19 años y llega cuarto de hora tarde a esta entrevista o lo que sea. Ha dejado de delinquir gracias a la literatura, se ha convertido en un escritor de éxito y su destructivo poemario se ha traducido a ocho idiomas, y ha vendido más de 100.000 ejemplares del libro que tituló con su nombre y aquí publica el sello Suma. Sin más. Pero sigue odiando al mundo. Con verdadero asco, con auténtico desprecio. La indignación es un enfado de salón con alfombra y un vaso de whisky sobre la chimenea, él está jodido.

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