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El fotógrafo de la Internacional Juvenil
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Miguel trillo, del comunismo al consumismo

El fotógrafo de la Internacional Juvenil

Miguel Trillo inaugura la muestra 'Afluencias', en tabacalera (Madrid), en la que expone los retratos de los jóvenes del comunismo, islamismo y capitalismo

En el centro está la periferia. Y ahí, Miguel Trillo (Cádiz, 1953), el entomólogo de la adolescencia, con su cámara a la salida de los conciertos, recolectando los comportamientos de la juventud desde los años ochenta, cuando Madrid era una movida. “Me siento un intelectual de la diversión”, suelta. Acabó tan harto del underground convertido en casta, que abandonó para siempre el centro de la capital y se centró en el extrarradio. Allí encontró la salsa de la vida, los colores, la sangre nueva. Mientras los modernos perdían su prefijo contra, en Alcorcón y Móstoles se cruzaba con los primeros grafitis y raperos.

Tres décadas después los alrededores son la causa y la consecuencia de sus fotografías. Pero algo ha cambiado: acaba de estrenarse como profesor de instituto jubilado y como fotógrafo a tiempo completo. Mañana inaugura en Tabacalera de Madrid la exposición Afluencias -producida por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte-, su trabajo más ambicioso, donde se cruzan jóvenes de Hanoi, Casablanca, Nueva York y Los Ángeles. Una enorme elipsis que arranca con una breve pincelada a los ochenta, en blanco y negro, para finalizar en lo más actual.

Entre el comunismo, el islamismo y el capitalismo que recoge deberían saltar las chispas, pero en realidad, el trabajo muestra un juego de espejos que se reflejan de costa a costa, por todo el mundo. “Lo exótico nunca me ha interesado. Todas las culturas son invenciones humanas y me gustan los inventos que me ayudan, no los que me incomodan. El tipismo me suena al traje de lagarterana. Todos los países tienen el suyo, con su música y su danza. Convertirlo en identidad de un país es una falsedad”, detalla el fotógrafo.

Hay retratos de personas de las cuatro partes del mundo que Trillo ha visitado, todos están mezclados hasta perder sus orígenes para subrayar que las comunidades no tienen fronteras: en uno de los apartados de la exposición aparecen sesenta retratos, veinte de góticos, otros veinte de heavys y otros tantos de raperos. Los prototipos destruyen a esos dioses y religiones.

Entre una punki de Casablanca y una de Los Ángeles no hay distancia, ni diferencia. Un testimonio que acaba con los prejuicios y los convencionalismos, curiosamente, insistiendo en ellos, en las costumbres de las tribus, en la repetición mundial de los hábitos. “Para tipismo prefiero el de los nuevos trajes regionales de las camisetas de los equipos de fútbol o de baloncesto. Es un tipismo interfronterizo”, cuenta el fotógrafo andaluz con residencia en Barcelona.

Los microclimas urbanos

Miguel Trillo busca retratos en oasis voluntarios, como le gusta decir, “microclimas urbanos”. Hace la misma foto allá donde esté porque su planteamiento es científico y su argumento la repetición. Quizá alguien, algún día, llegue a alguna conclusión. Él no lo hará nunca. No cuestiona ni el consumismo, ni el comunismo, ni el islamismo, los considera impulsos humanos y no se pregunta para qué creen o para qué consumen sus personajes. “La religión y el consumismo son dos bálsamos complementarios. Uno es para después de muerto. El otro, para estar más cómodo administrando tu fortuna aquí y ahora”.

Tienen en común todos ellos que se presentan contrarios al orden establecido. “Lo llevan en su sangre, porque su cuerpo es un campo de batalla, su ropa, su armadura. Y la música es su batería favorita, que siempre la llevan cargada. Mi fotografía es una prótesis más de ese estado”, dice a este periódico.

Esa sangre se extiende por el atlas mundial, “porque a través de internet” las nuevas generaciones sienten la atracción “del espíritu de rebeldía juvenil”. “En la antigüedad sólo se conocían siete mares, ahora ya ni se sabe. Bueno, se sabe que todos son el mismo mar y que hay una Internacional Juvenil, heterogénea, pero con un abecedario común, más allá de su tierra y de su cielo, y con el cuerpo conjuntado”, añade el fotógrafo que huye del centro de las ciudades tomado por los monumentos y los turistas, de lo que está a la vista y se queda con la atención.

Afluencias también es un repaso a la arqueología y el futuro de la técnica fotográfica, porque habrá positivados tradicionales procedentes de negativos en blanco y negro; imágenes salientes de dispositivas en color, a punto de desaparecer (“Sólo queda una remesa en la Polinesia”, dice); fotografía digital revelada sobre papel tradicional y digital impresa en inyección de tinta.

En el centro está la periferia. Y ahí, Miguel Trillo (Cádiz, 1953), el entomólogo de la adolescencia, con su cámara a la salida de los conciertos, recolectando los comportamientos de la juventud desde los años ochenta, cuando Madrid era una movida. “Me siento un intelectual de la diversión”, suelta. Acabó tan harto del underground convertido en casta, que abandonó para siempre el centro de la capital y se centró en el extrarradio. Allí encontró la salsa de la vida, los colores, la sangre nueva. Mientras los modernos perdían su prefijo contra, en Alcorcón y Móstoles se cruzaba con los primeros grafitis y raperos.

Fotografía Nueva York
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