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Tres siglos de 'Far West' catalán
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libro de combate histórico contra el nacionalismo

Tres siglos de 'Far West' catalán

La espuma de la historia baña la marea soberanista tres siglos después sobre un asunto que se cerró en falso, como hacen todas las guerras

Foto: Imagen de archivo de la Diada de 2012 (EFE)
Imagen de archivo de la Diada de 2012 (EFE)

Para el imaginario nacionalista catalán hay una fecha determinante: 11 de septiembre de 1714, una nefasta noche en la que las tropas de Felipe V, mandadas por el duque de Berwick, inician el asalto a Barcelona, que resiste hasta el día siguiente antes de abandonar su defensa. La ciudad había sido asediada en 1697, 1704, 1705 y 1706 por parte de franceses, austracistas y borbónicos. La guerra de la Sucesión a la Corona de España concluye un año después, con la rendición de Palma. Los acontecimientos suponen la tragedia perfecta, un capítulo decisivo en el Far West catalán que se alarga hasta nuestros días.

La espuma de la historia baña la marea soberanista tres siglos después sobre un asunto que se cerró en falso, como hacen las guerras. En este largo paréntesis se ha evolucionado, por los caminos de la civilización democrática, de la coacción armada y sangrienta a la construcción nacional y el derecho a decidir, que el Gobierno de Artur Mas ha fijado, a falta del permiso, para el 9 de noviembre. La efeméride hecha actualidad y la historia campo de batalla.

El polémico simposio España contra Cataluña: una mirada histórica (1714-2014), dirigido por Jaume Sobrequés y con el patrocinio de la Generalitat de Catalunya y el Institut d’Estudis Catalans, denunció “las condiciones de opresión nacional que ha sufrido el pueblo catalán a lo largo de estos siglos”. El carácter represivo, concluían a pesar de todo, no impidió el “pleno desarrollo político, social, cultural y económico” de Cataluña.

El próximo 11 de septiembre estará en la calle el libro, publicado por Cátedra, 1714: Cataluña en la España del siglo XVIII, el negro sobre blanco de la versión de la otra orilla historiográfica de Josep Fontana, la que se dio en las jornadas La nueva España borbónica y los comienzos de la centralización. Antonio Morales Moya, coordinador del libro y de aquellas charlas, asegura que el volumen reúne 18 voces lo suficientemente heterogéneas como para pretender hacer de este un libro de combate.

“Los autores de este libro pretenden acercar al lector unos sucesos trascendentes cuando ocurrieron, vivos todavía para una memoria histórica infiel muchas veces a la realidad de aquellos, al tratar de construir un universo mítico, inconsistente, arriesgado, encaminado a la invención de una identidad catalana”, aclara la postura el catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad Carlos III de Madrid. El libro trata de desmontar la fantasía nacionalista desde varios puntos de vista y desde el “combate”:

CON HISTORIA NO BASTA

“La historia no puede legitimar el presente político”. Para el catedrático emérito, la construcción de un Estado catalán no se justifica en que tal Estado se perdió en 1714. Artur Mas ha dicho que “quiere defender con los votos lo mismo que los héroes de 1714”. Morales califica esta posición de “victimista”. Para el historiador Ricardo García Cárcel, el conflicto no fue dinástico, sino internacional, y en él la Corona española podía fragmentarse.

CON EMOTIVIDAD TAMPOCO

El último capítulo del libro recrimina a Josep Fontana, el historiador que inauguró España contra Cataluña, que su visión de los hechos es producto de un “pensamiento ilusorio basado en la emotividad y no en la razón”. El pactismo que, según Fontana, habría cuajado en un proyecto político de gobierno representativo de no haber sido por la irrupción borbónica, es una entelequia “imposible de probar”, asegura el historiador Francesc de Carreras. “Detrás del pactismo lo que hay es un pacto social entre la nobleza y la burguesía catalana con el arbitraje de la monarquía y el pueblo como gran convidado de piedra”, explica otro de los autores incluidos, Ricardo García Cárcel. Para estos la guerra de Sucesión no fue una pugna entre un sistema político con intenciones progresistas y un poder monárquico absoluto.

EL ABSOLUTISMO PROGRESISTA

Morales defiende que la España del siglo XVIII aspira a “lograr la felicidad de sus súbditos”, como resultado de un “renovado absolutismo”. Una visión contraria a la defendida en el polémico congreso. El fruto de esa renovación dará, según el investigador, una “orientación centralizadora” y “la necesidad de configurar España como una realidad unitaria sobre la que se ejerza en plenitud el poder real”. Felipe V emprende una fuerte represalia tras su victoria y decreta la abolición de los fueros de Aragón, Valencia, Cataluña y Mallorca. Defiende que lo decretos de Nueva Planta “uniformizaron más que castellanizaron”.

¿EL CATALÁN? BIEN, GRACIAS

“¿Cabe hablar de una política genocida hacia la lengua catalana por parte de los Borbones?”, se pregunta el coordinador de la obra. La respuesta: “La severidad de las propuestas oficiales no parece haberse cumplido de forma radical. El catalán pervivió, como la literatura, en dicha lengua”, explica. Se refiere a las Cédulas de 1768, 1772 y 1773 que prohibían el uso oficial de la lengua catalana. Al historiador las prohibiciones no le parecen severas.

Para Fontana las clases populares han mantenido viva la lengua y no las clases altas. ¿Por qué? La particular visión de Carreras explica que “para mantener unos aranceles altos” y proteger sus productos de la competencia exterior. Es decir, debido a sus intereses económicos los industriales olvidan su lengua para no ofender la unidad de España.

LA BOLSA SONA

El ensayo coral también apuntala la idea de que el siglo XVIII fue, “en general”, “extremadamente positivo para Cataluña”. De esta manera rompe con la lectura de los historiadores “enemigos”, que han documentado una época represiva con los vencidos tras la victoria borbónica de 1714, que destruye órganos de gobierno, las Cortes y la Generalitat, vacía de poder a los municipios y procura la asimilación política de los catalanes. Frente a esta visión aparece la otra, la de la libertad de comercio con las Antillas y América, que “contribuye de forma decisiva” al crecimiento económico de Cataluña y España. Para Morales la “especificidad catalana” no se puede entender sin el despegue económico del que hablamos.

AMENAZA DE GUERRA

Como conclusión, el amplio estudio, patrocinado por las Fundaciones Ortega-Marañón y Alfonso Martín Escudero, lanza una amenaza: “Todos quieren evitar la guerra. Pero cuando se instala el rencor y el espíritu de venganza en los corazones de la gente, cuando las emociones desbordan a las razones, los peligros son muchos y los riesgos pueden conducir a las peores catástrofes”, cierra alarmista Francesc Carreras. Sus razones de corazón dicen que la historia convertida en memoria es una manipulación del poder, que la utiliza como instrumento para construir una nación. “Ciertamente peligroso”, añade. La historia como arma arrojadiza.

Para el imaginario nacionalista catalán hay una fecha determinante: 11 de septiembre de 1714, una nefasta noche en la que las tropas de Felipe V, mandadas por el duque de Berwick, inician el asalto a Barcelona, que resiste hasta el día siguiente antes de abandonar su defensa. La ciudad había sido asediada en 1697, 1704, 1705 y 1706 por parte de franceses, austracistas y borbónicos. La guerra de la Sucesión a la Corona de España concluye un año después, con la rendición de Palma. Los acontecimientos suponen la tragedia perfecta, un capítulo decisivo en el Far West catalán que se alarga hasta nuestros días.

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