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Alberto Schommer: “La fotografía tiene más fuerza y perfección que un cuadro de Goya"
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el fotógrafo entra en el museo del prado

Alberto Schommer: “La fotografía tiene más fuerza y perfección que un cuadro de Goya"

Con artistas como Alberto Schommer la cámara no detiene el tiempo, sino que lo desata. Entra en El Prado con su serie 'Máscaras', frente a la pintura

Con artistas como Alberto Schommer la cámara no detiene el tiempo, sino que lo desata. Así lo ve Vicente Verdú en uno de los textos míticos que analizan de la obra del fotógrafo vasco de 86 años. Para el escritor y filósofo, el objetivo de Schommer dispara una gran historia cada vez que se cierra. “Un ancho campo para la imaginación sin término”. La exposición que inaugura el Museo del Prado, incluida en el Festival PHotoEspaña, no es ejemplo ni de ese ancho campo ni de la imaginación infinita. La muestra es un gesto minúsculo de lo que ha sido Schommer, que juega al cara a cara con unos pocos retratos de intelectuales de la serie Máscaras frente a una selección de otros de la colección del Prado.

En la pequeña sala, José Luis Aranguren mira a Luis de Góngora, Alberti a Goya, Vicente Aleixandre y Antonio Saura a Espronceda, lo mismo Juan Benet y Antonio López a Francesc Torrescassana o Mariano Fortuny. Y presidiendo el conjunto el Demócrito que José de Ribera pintó en 1630, saliendo de la oscuridad, con sus uñas renegridas, calvo, desarrapado, la sonrisa desdentada, humilde hasta la pobreza, agarrado a sus pensamientos anotados a pluma en papeles. Y una sombra que cubre sus ojos para convertir el elogio y la hagiografía pictórica en pura inquietud.

Esa es la misma sombra de estos trabajos que Schommer realizó en los noventa. Borró los ojos de los intelectuales, hizo de su cara su máscara, casi mortuoria. En 1985 los expuso por primera vez en la galería de Juana Mordó, que es la única mujer que aparece entre los homenajeados a ambos lados, lo que supone el retrato más atinado –e involuntario– de los privilegios y prioridades de género que se extienden en España, al menos desde hace de cuatro siglos.

Un día llamé a Miguel Zugaza y le dije que tenía un trabajo que quería enseñarle y vino a mi casa. Un honor”, recuerda el fotógrafo en el salón de su casa de Madrid. El director del Prado acudió a la cita con el arquitecto Rafael Moneo. Les mostró las copias de un metro que tenía, pero el arquitecto, apoyado por el director, dijo que el tamaño era excesivo para ponerlo frente a los retratos pictóricos.

Sin complejos

Un fotógrafo en el Museo del Prado, enfrentándose a la pintura, comparándose con ella. De tú a tú. Un hito que aprovecha el artista para reivindicar que “la fotografía es tan importante como la pintura”. “La fotografía tiene más fuerza y perfección que un cuadro de Goya o de Velázquez”, suelta bravo a este periódico.

El fotógrafo es un especialista en la transformación. Esta serie de las máscaras es una de las mejores pruebas de ello, pero antes ya metamorfoseó al poder político y económico, en tomas muy críticas con sus protagonistas. Y ojo porque avisa que va a volver a preparar una como aquella a la que tituló Transición, publicada en El País, a finales de los setenta: “Ya tengo elegidos a los políticos y lo que quiero hacer con ellos”.Suena a amenaza, porque muestra una media sonrisa que no había aparecido. “Va a ser un puñetazo fotográfico de tal importancia que no os lo imagináis”, y enmudece como un niñoque guarda el mayor de los secretos.

¿Cómo ve la actual clase política al compararla con “los padres de la Constitución”? “No tengo palabras para explicar su extrema memez e ineptitud. Tendría que ser yo un gramático o tendría que ser académico de la lengua, en vez de la de San Fernando”. Por cierto, que tampoco cree que pudiese encontrar intelectuales a los que retratar “enmascarados”.

Toda una vida

Es un hombre lleno de leyendas y anécdotas. La más famosa es la de la foto que le tiró a Andy Warhol, en 1983, envuelto en una bandera de los EEUU que él mismo pinta, como si el artista construyera su propia identidad. El mito del Pop no se dejaba y le preguntaba qué quería hacer con todo aquello. Schommer, un hombre bien plantado, de férreo rigor alemán, alto y de melena plateada, le dijo que iba a hacer arte, a lo que el otro le replicó que arte sólo hacía él. Cuando vio la Polaroid de la sesión terminó convencido y le firmó un autógrafo que cuelga de una de las paredes de la casa abarrotada de piezas de Oteiza, Chillida

Y aclara: “Nunca le hubiera hecho una foto a Franco, aunque tuve ocasión. También pude habérsela hecho a Fidel, en Cuba. Pero hay ciertas personas con las que no quiero que mi objetivo se manche”. ¿Y alguna cuenta pendiente? “No pude hacerle el retrato a Picasso. Ya estaba todo preparado, viajaba a Francia con Dominguín, muy amigo suyo, pero murió”. Si pasaron por su estudio Miró y Dalí.

El sainete de Jesús Prieto

En la presentación de la muestra del Prado el sainete lo protagonizó Jesús Prieto, director general de Bellas Artes, al que por fin se le ve en un acto similar vinculado a su cargo. El hombre, preso de la improvisación y la falta de preparación, ya avanzó que esta que se inaugura es la exposición con la que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte homenajea al Premio Nacional de Fotografía de 2013. Primera noticia.

Pero Prieto siguió: “La fotografía española no está suficientemente valorada todavía en España”, comenta el máximo responsable de las artes en la inauguración de una exposición de PHotoEspaña. Está tan poco valorada que nadie de su equipo ha preguntado al fotógrafo por el estado de conservación de su colosal archivo, que está a la espera de que alguien se haga cargo de su protección para preservar nuestra memoria.

Y para rematar, el político le felicitó por ser el primer fotógrafo en exponer en el Prado… No hay que olvidar que Prieto es un vocal nato del Patronato de este museo, aunque desconozca la actividad de la pinacoteca más importante de este país.

Del Prado al MoMA, MET yReina Sofía

Una de las asesoras de Prieto aclara a este periódico que el director general no recuerda –y lo peor es que no extraña, visto lo visto- que ya se le ha hecho una “de itinerancia internacional” y que con eso ya han cumplido. Se refiere a Retratos y escenarios, comisariada por Alejandro Castellote, en la galería FotoWeek de Washington DC, en 2011, dos años antes de su premio.

“Me gustaría que la exposición que te hacen cuando te dan el Premio Nacional de Fotografía fuera en el Museo Reina Sofía”, reconoce. “Exponer en El Prado es tan importante como hacerlo en el MoMA o en el Metropolitan de Nueva York, pero no me conformo. Quiero exponer en el Metropolitan y en el MoMA”.

El Reina Sofía tiene tres fotos de Schommer en sus colecciones. Dos son retratos del cardenal Tarancón y otro de José Luis López Vázquez. Ninguna de las tres está expuesta, aunque –la paradoja- el museo utiliza la otra para los tickets de entrada, un bodegón de 1960. ¿Cree que su trabajo ha sido bien tratado? “Lo mío ha sido vergonzoso”, resume la queja sobre el menosprecio. La vida y obra de uno de los fotógrafos más influyentes de la historia de la fotografía patria es una historia invisible.

“El Reina Sofía también es un buen lugar para mi archivo, pero ¿sabe lo que ocurre? Un archivo debe estar vivo, si no, muere enterrado. Le ha pasado eso a Julio López, al que le han barrido toda la obra que tenía expuesta. Ha desaparecido del museo. Es como si no existiera”, dice apesadumbrado y asumiendo la sencillez con la que el rastro del pasado puede borrarse.

Con artistas como Alberto Schommer la cámara no detiene el tiempo, sino que lo desata. Así lo ve Vicente Verdú en uno de los textos míticos que analizan de la obra del fotógrafo vasco de 86 años. Para el escritor y filósofo, el objetivo de Schommer dispara una gran historia cada vez que se cierra. “Un ancho campo para la imaginación sin término”. La exposición que inaugura el Museo del Prado, incluida en el Festival PHotoEspaña, no es ejemplo ni de ese ancho campo ni de la imaginación infinita. La muestra es un gesto minúsculo de lo que ha sido Schommer, que juega al cara a cara con unos pocos retratos de intelectuales de la serie Máscaras frente a una selección de otros de la colección del Prado.

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