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El último mohicano de la guerra del fútbol
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ESTRENO DE 'zoran y los tigres del gol'

El último mohicano de la guerra del fútbol

Un filme cuenta las tribulaciones de un entrenador Sergio para montar una selección nacional en un país africano en crisis

Foto: Zoran Djordjevic posa con la mascota de la selección de Sudán del Sur
Zoran Djordjevic posa con la mascota de la selección de Sudán del Sur

La situación geopolítica es la siguiente: Sudán del Sur se independizó del Nortehaceahora tres años (julio de 2011) tras varias décadas de cruenta guerra civil (las víctimas se cuentan por cientos de miles). En lasreuniones para fundar el país, susgobernantes decidieron quepara crearun Estado era imprescindible montar una selección nacional de fútbol; así que ficharona un entrenador extranjero: el serbio Zoran Djordjevic. Un tipo rapado y de aspecto amenazante, perode gran corazón, y lo suficientemente enfebrecido como para meterse en elberenjenal.

Diálogo de la primera reunión entre el nuevo entrenador y Chabur Goc Alei, presidente de la federación de fútbol del país:

Chabur Goc Alei: Queremos implantar el fútbol en Sudán del Sur. Primero hay que elegir un mote para la selección nacional.

Zoran Djordjevic (chillando): ¡Tigres! Mi apodo es el "Tigre" Zoran. Luchador, ganador... ¡CAMPEÓN! (vociferando y haciendo aspavientos). No se hable más. ¿Lo has entendido? Hombres de verdad. No podemos tener otro apodo. Debemos ser los tigres. El tigre lo tiene todo. (Empieza a rugir como un tigre). Tienen hambre de victoria. ¿Lo has entendido?

Bienvenidos al loco mundo de Zoran y los tigres del gol, documental deSam Benstead que llega ahora a las salas de la manodel ciclo itinerante El documental del mes(también estaráen Filminpróximamente).

Djordjevic había entrenadoen quince países diferentes, de Yemen aBangladesh, cuyas selecciones nacionales dirigió antes de que los gobernantes de Sudán del Sur se pusieran en contacto con él. "Un día me llamaron de un país del que jamás había oído hablar", recuerda. Para allá se fue.

La película sigue las tribulaciones de Zoran para conseguir formar un equipo de fútbol en tiempo récord en un país sin Estado. El entrenador serbio, de hecho, parece el hombre adecuado para tan titánica misión, dadasu inacabable energíay sus formas de veterano de guerra.

He empeñado el pasaporte, el teléfono y mis ahorros. Pero me da igual. Daría mi sangre por ello

Acostumbrados a un fútbol hiperprofesionalizado en el que jugadores y entrenadores van a los entrenamientos en bólidos despampanantes y viven en residenciales blindados para multimillonarios, resulta entrañable ver a Zoran construyendo el equipo con sus propias manos: los primero que hace es trasladar unas porterías (léase barras de hierro) en un camión. "¿Por qué trasladas tú mismo las porterías?", preguntan los documentalistas. "Como entrenador debes motivar a los jugadores. Tú también debes estar motivado para ir más allá de los límites. He empeñado el pasaporte, el teléfono y mis ahorros para estar aquí. Pero me da igual. Daría mi sangre por ello", vocifera desde elcamión.

Una vez instaladas las porterías en un simulacro de campo de fútbol, queda lo más complicado:encontrar a los jugadores.

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El entrenador quiere viajar por los destartalados campos de tierrade la nación a la caza de jóvenes talentos. Para ello pide ayuda económica a los hombres fuertes del país, como el mismísimo vicepresidente, al que Zoran saluda chocando puños tras entrar en su despacho. "Es mi saludo de campeón", dice provocando las risas del mandatario.

Según avanza la reunión en la cumbre, el vicepresidente de Sudán del Sur se va viniendo arriba. Hasta el punto de marcarle unos objetivos laboralesque quizás no eranrazonablesdado que no teníanni balones para entrenar: "Quiero que Sudán del Sur gane la Copa de África y el Mundial de Fútbol", espeta el dirigente.¡Porpedirque no quede!

Zoran, por su parte, baja a ras de tierra para hacer sus peticiones: "Para ser sincero, no tengo dinero ni para coger un taxi". En efecto, el entrenador se mueve por el país gracias a la generosidad de los ciudadanos, que le reconocen y le llevan en sus vehículos. Así que pide tener coche propio, y el políticole consigue uno de un telefonazo (aunque más tarde veremos que Zoran no podrá ni arrancarlo). Eso sí, el entrenador serbiose niega a que le proporcionen un chófer. "Llevaré mi propio mapa", dice. "Esto no es Europa, aquí no hay mapas", le espeta el presidente de la federación de fútbol. Y no bromea.

placeholder La selección nacional de fútbol de Sudán del Sur posa con su entrenador

Lo que sigue es una titánica aventura para lograr levantar un equipo de fútbol en las situaciones más extremas (sin campo de entrenamiento, sin balones y sin dinero para viajar). También vamos conociendo la precaria situación personal de muchos de los jugadores. Uno de los delanteros, por ejemplo, se queja de que, cuando llega a casa de entrenar, el ruido de los críos "le vuelve loco". Quizás no exagere: El muchacho tiene 26 hermanos y 35 hermanas.

Las malas noticias llegan cuando el norte y el sur del país vuelven a ponerse en pie de guerra para controlar los recursos petroleros (los pozos está en el sur y las refinerías en el norte). El sur decide cerrar los pozos como medida de presión y su economía entra en coma. Zoran deja de cobrar su sueldo. Ninguna autoridad quiere ya recibirle. Sin coche, sin dinero... y con malaria, perotodavía en pie, mientras ve como el país se desmorona...

La paradoja es que, pese a lo singular de su situación, su destino no será diferente al de cualquier otro entrenador al que no le acompañan los resultados...

La situación geopolítica es la siguiente: Sudán del Sur se independizó del Nortehaceahora tres años (julio de 2011) tras varias décadas de cruenta guerra civil (las víctimas se cuentan por cientos de miles). En lasreuniones para fundar el país, susgobernantes decidieron quepara crearun Estado era imprescindible montar una selección nacional de fútbol; así que ficharona un entrenador extranjero: el serbio Zoran Djordjevic. Un tipo rapado y de aspecto amenazante, perode gran corazón, y lo suficientemente enfebrecido como para meterse en elberenjenal.

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