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El Greco contra Hamilton y el batallón Pop
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despliegue espectacular y caro de exposiciones

El Greco contra Hamilton y el batallón Pop

El pasado verano Dalí pudo con Velázquez en la programación del eje cultural madrileño. Este verano, el mismo eje será más contemporáneo.

Foto: 'La visión de san Juan', del Greco, 1608 - 1622. (Museo del Prado)
'La visión de san Juan', del Greco, 1608 - 1622. (Museo del Prado)

El pasado verano Dalí pudo con Velázquez en la programación del eje cultural madrileño y el Museo Nacional Reina Sofía hizo públicas unas cifras estratosféricas, que batían todos los registros de visitantes recogidos hasta el momento por cualquier exposición. El público abarrotó las salas en respuesta a la exposición temporal más popular de las programadas en los últimos ocho años. Los directores insisten en que la taquilla no da la felicidad, pero ayuda cuando todo está en recesión.

Este verano, el mismo eje será más contemporáneo que el pasado estío y mucho más costoso para el erario público. Junto a los mitos del Pop del Museo Thyssen, llega esta semana la retrospectiva de Richard Hamilton en el Reina Sofía (que ya se vio en la TATE de Londres), al tiempo que El Prado inaugura la muestra dedicada a buscar los rastros de El Greco en la pintura de los siglos XIX y XX. Por si fuera poco, la Fundación Mapfre levanta el telón a la revisión de la trayectoria del fotógrafo Henri Cartier-Bresson (que ya se vio en el Pompidou de París).

Los tres museos sustentados por fondos públicos han recurrido a exposiciones espectaculares y caras, para obtener la mayor popularidad y rentabilidaden las mejores fechas para programar, cuando la ciudad tiene más turistas de interior y exterior. Una de las maneras de lograr el acceso al patrimonio cultural de otros países es recurrir al préstamo internacional de obras de arte, que deben ser aseguradas para garantizar su protección. Para lograr acercar las joyas de otras instituciones y colecciones, los museos ponen al Estado por delante, que se compromete a indemnizar directamente al prestamista si durante la exhibición le ocurre algo a la obra prestada.

El Prado ha combinado 25 obras del Greco con 81 de pintores modernos, desde Manet a Bacon, pasando por Cezànne, Picasso, Zuloaga, Jackson Pollock, Alberto Giacometti, Antonio Saura, Marc Chagall, Diego Rivera, Max Beckmann, Egon Schiele, Robert Delaunay, etc. El comisario de la exposición, Javier Barón, explica a este periódico que llegó a anotar cerca de 300 nombres en su primera selección de artistas influidos por el pintor griego, pero se decantó por los menos elocuentes.

El Prado vuelve a ser moderno

“Se trata de que la exposición hable por sí sola y que el visitante encuentre los vínculos entre todos ellos y El Greco. La intención es redescubrirlo a través de artistas obsesionados y fascinados por un pintor que trabajó al margen del poder de la corte”, cuenta. Cuando se inaugure la muestra este martes se podrá ver un repertorio de arte moderno en una pinacoteca de arte clásico.

La última vez que El Prado se acercó a la contemporaneidad triunfó: los fondos del Hermitage recibieron cerca de 600.000 visitas, en 2011. La exposición de Sorolla registró 430.000 visitantes, en el verano de 2009. El tirón del Greco, combinado con la pintura moderna y un montaje espectacular, puede ser un nuevo hito en las listas de éxitos, atendiendo a los precedentes de El griego de Toledo, en el Museo de Santa Cruz, que según la organización ha superado las 200.000visitas.

Frente al montaje exclusivo y el trabajo historiográfico del Prado, el Museo Reina Sofía presenta el mundo inconformista y crítico de Richard Hamilton, desde el próximo viernes. La institución ha unido fuerzas por primera vez con el Museo Thyssen para ofertar una entrada conjunta y culminar la ruta del pop. La antología de Hamilton refleja la búsqueda de la experimentación constante de un artista que parecía cientos. “Puede dar la impresión de que se trata de una colectiva de diferentes artistas”, dijo el director del museo, Manuel Borja-Villel, en la TATE.

La diferencia entre Londres y Madrid es que aquí veremos una meta exposición: no será una muestra de obras, sino una “exposición de exposiciones”. Porque para el artista montar sus temporales era un arte en sí mismo. El padre oficial del pop británico ha logrado el homenaje que se merecía.

A costa del Estado

Las 246 piezas de la exposición de Richard Hamilton se avalarán con un seguro de 115.610.046 euros. El transporte de las obras desde Londres ha ascendido a los 423.500 euros. Los mitos del Pop han sido fiados por 267.266.869 euros por 58 piezas. Y la exposición del Greco, con uno de los avales más caros, 632.411.451 euros, para 78 obras de arte (y con el transporte más caro de la historia de los museos, por encima del millón de euros).

Las peticiones de garantías del Estado se han multiplicado en los tres últimos años: en 2012 se habían presupuestado sólo 13 y se concedieron 31. Para 2013, se presupuestaron 22 y se realizaron 30; en 2014 se subió hasta las 28, y aunque todavía no se sabe cuántas se van a conceder, con los montajes del año del Greco es probable que se multipliquen. Es un movimiento paradójico, cuando todos los museos –con cerca de un 40% menos de ayuda pública– miran hacia sus tripas y fondos para ajustar costes al presupuesto y revisar la herencia olvidada. El Prado es el caso más claro, con exposiciones como Las furias. De Tiziano a Ribera o Roma en el bolsillo. Cuadernos de dibujo y aprendizaje artístico en el siglo XVIII.

Desde el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte se asegura a este periódico que el “límite global” para este año de la cobertura de la garantía del Estado “es de 2.250 millones de euros y el límite máximo de valor para una sola obra es de 100 millones de euros”. Celia M. Caamiña, profesora titular de derecho Internacional Privado de la Universidad Carlos III de Madrid, asegura que “si bien el hecho de que los bienes culturales sean trasladados a otros países beneficia el intercambio cultural, ello conlleva importantes riesgos y costes para los mismos”.

La fórmula del superávit

En 2013, precisamente, las tres instituciones para las que se han tramitado más garantías del Estado, como asegura el Ministerio, fueron: el Reina Sofía, El Prado y el Thyssen-Bornemisza, “cada uno con 5” concesiones. El Ministerio reconoce que en los últimos años se ha producido un progresivo aumento del límite global de la garantía del Estado, “así como la ampliación de un mayor número de instituciones beneficiarias”.

La conmemoración y la celebración de la política cultural española se han disparado en los años, en los que tocaba ajustar las cuentas y probar nuevas estrategias para atraer al público a los museos. Sin embargo, estos han insistido en la fórmula del superávit y los grandes nombres de neón como salida a la caída de presupuestos y de visitantes.

A cambio, los museos devolverán las garantías y los transportes con reducciones mínimas en el precio de la entrada. En el Museo Thyssen no hay ni un minuto de gratuidad en su temporal Pop y es la más cara de visitar, sólo hay reducción de 4 euros (de 11 a 7) para pensionistas, estudiantes y ciudadanos con discapacidad. En el Museo del Prado tampoco hay gratuidad en la temporal, pero reducen 7 euros la visita en las dos últimas horas del día (de 14 a 7). La gratuidad tampoco aparece en el Reina Sofía, que cobra la entrada más barata en las temporales: 5 euros.

La Convención de la UNESCO de 2005 sobre la promoción de la diversidad de las expresiones culturales señala entre sus principios rectores “el principio de acceso equitativo a una gama rica y diversificada de expresiones culturales procedentes de todas las partes del mundo”. El acceso público equitativo queda cuestionado con la política de precios de los tres museos mencionados –sobre todo, el Museo Thyssen–, que convierten la accesibilidad al conocimiento en una oferta de mercado. La ley de patrimonio inglesa, de 1980, señala en su artículo 16.3 que la garantía del Estado no será concedida si el préstamo de la obra de arte “no facilita el acceso público a la obra o no va a contribuir a la comprensión”.

El pasado verano Dalí pudo con Velázquez en la programación del eje cultural madrileño y el Museo Nacional Reina Sofía hizo públicas unas cifras estratosféricas, que batían todos los registros de visitantes recogidos hasta el momento por cualquier exposición. El público abarrotó las salas en respuesta a la exposición temporal más popular de las programadas en los últimos ocho años. Los directores insisten en que la taquilla no da la felicidad, pero ayuda cuando todo está en recesión.

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