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Silvia Pérez Cruz, no: ¡Silvia Eres Luz!
  1. Cultura
ovación junto con raül fernández en teatros del canal

Silvia Pérez Cruz, no: ¡Silvia Eres Luz!

El dúo es la mejor formación que hay. En la vida. Silvia Pérez Cruz y Raül Fernández Miró lo son en el escenario. Juntos, sobre una

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El dúo es la mejor formación que hay. En la vida. Silvia Pérez Cruz y Raül Fernández Miró lo son en el escenario. Juntos, sobre una alfombra con forma de isla mullida, como una unidad bífida, una voz bicéfala, como dos supervivientes en medio de un escenario gigante, de un auditorio frío, gélido, congelado. Y un patio de butacas abarrotado y entregado… a pleno corazón. Una extraña pareja tan afinada como Jack Lemmon y Walter Matthau, contra viento y marea, capaces de vencer a los molinos de viento y los aires acondicionados… a pleno pulmón.

Ayer presentaron su disco granada en los Teatros del Canal, de Madrid, con un concierto que confirmó la maestría superdotada y apasionada de estos dos músicos. Melancólicos, tiernos, anárquicos, hipnóticos, vitales y dolorosos. Melancólicas, tiernas, anárquicas, hipnóticas, vitales y dolorosas. Ellos y ellas, los músicos y las canciones, se funden en la epidermis.

Erizada y vuelta del revés cuando suena Compañero (Elegía a Ramón Sijé). Es el tema que da sentido a esta experiencia. Anoche la vehemencia de la improvisación y la confusión de la guitarra de Raül, la pasión imprudente de la voz de Silvia, se encontraron con los versos de Miguel Hernández. Fue el momento más desgarrador. Un calambre de altísimo voltaje. En su exorcismo estallan mientras tratan de despertarse y olvidarse del dolor. Lo más increíble es que, por alguna extraña razón, Raül parece el cuerdo de los dos, el que sostiene el torbellino emocional de ese animalillo indefenso con el que actúa.

La noche empezó cantando a la revolución y la victoria con Abril 74, la versión de Lluis Llach de los claveles lisboetas y los militares democráticos. ¿Y con qué cerró? Chicho Sánchez Ferlosio, prestó su Gallo Rojo, Gallo Negro, para montar un trayecto redondo, oportuno por asuntos que atraviesan la esperanza, el amor y la soledad. Pero, sobre todo, la política. Política de la buena, de la que une a las personas, de la que no suena a políticos. Política para despertar desde la penumbra. Política para no olvidar: “Ay, si es que yo miento/ que el cantar que yo canto/ lo borre el viento./ Ay, qué desencanto/ su me borrara el viento/ lo que yo canto”. Mientras el aire acondicionado soplaba y movía las faldas de Silvia, y ella suplicaba, inútilmente, que lo detuvieran… para que no se llevara lo que cantaba.

Con el repaso completo a los 15 temas del disco, a los bises el dúo varió el tono -sólo un momento- y jugó con una inclasificable versión combinada de Amy Winehouse y Beyoncé. Y tras la ovación y el conciertazo, una duda fruto de la evidente superioridad técnica de la intérprete de Palafrugell: ¿Acabará la perfección de Silvia Pérez Cruz devorando a Silvia Pérez Cruz?

El dúo es la mejor formación que hay. En la vida. Silvia Pérez Cruz y Raül Fernández Miró lo son en el escenario. Juntos, sobre una alfombra con forma de isla mullida, como una unidad bífida, una voz bicéfala, como dos supervivientes en medio de un escenario gigante, de un auditorio frío, gélido, congelado. Y un patio de butacas abarrotado y entregado… a pleno corazón. Una extraña pareja tan afinada como Jack Lemmon y Walter Matthau, contra viento y marea, capaces de vencer a los molinos de viento y los aires acondicionados… a pleno pulmón.