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Jorge Herralde: “Los que desdeñan lo divertido necesitan medicación"
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ANAGRAMA LANZA 'LA CONJURA DE LA RISA'

Jorge Herralde: “Los que desdeñan lo divertido necesitan medicación"

La editorial Anagrama lanza 'La conjura de la risa' una nueva colección de humor, que negocia con lo trágico empleando la risa

Foto: El editor Jorge Herralde junto a Coral Majó y Anna Bohigas (Colita)
El editor Jorge Herralde junto a Coral Majó y Anna Bohigas (Colita)

Si es cierto, como dejó escrito Enrique Jardiel Poncela, que “definir el humorismo es tan difícil como pinchar una mariposa con un poste de telégrafo”, orquestar una nueva colección de humor tampoco debe ser demasiado fácil.

Y, sin embargo, Jorge Herralde, editor de Anagrama, un sello tradicionalmente escorado al enfoque cómico, lo ha hecho con La Conjura de la Risa. Una conjura para superar el miedoporque, como dice el narrador de Delicioso suicidio en grupo, de Arto Paasilinna, uno de los primeros títulos de la colección: “Ver la muerte cara a cara aumenta las ganas de vivir, ésa es una verdad muy antigua”.

En esa novela, un par de seres humanos hasta las narices de vivir deciden fundar una asociación de “aspirantes a suicida”-en su país, Finlandia, se comenten cada año 1.500 suicidios; las muertes por homicidio apenas alcanzan las cien bajas-y recorren el país en un autobús que es el equavalente fatal y fatalista de aquel otro de los Alegres Bromistas.

No es la única novela de la colección que negocia con lo trágico empleando la risa: en ¡Noticia Bomba!, de Evelyn Waugh, lo absurdo de la guerra y la precariedad del mundo del periodismo (“una noticia es aquello que le importa a un tipo al que nada le importa apenas”); en Alta Fidelidad, de Nick Hornby, la música pop como chupete eterno de hombres inmaduros varados en la fase anal que se comportan como niños apenados (“¿estoy triste porque escucho música pop o escucho música pop porque estoy triste”)… “O en Reunión tumultuosa, de Tom Sharpe, en la que se disecciona con el humor más brutal e indignado el apartheid de Suráfrica”, añade Herralde.

La risa que salva

Explica Peter L. Berger en La risa que salva que la historia de la filosofía occidental comienza con un chiste. Concretamente, en el diálogo de Teetet, de Platón, que pone una chanza en boca de Sócrates: “Se cuenta que cierta tracia, una chica sagaz y divertida, se rió de Tales cuando éste, empeñado en mirar hacia arriba para seguir el curso de los astros, se cayó en un pozo”. No hay que ponerse nunca muy estupendo.

Dicen de la música, por otro lado, que “en el inicio fue el ritmo” y sí es cierto que sólo no se puede ser pedante bailando o riendo. “Pienso que la mejor literatura va unida, casi inevitablemente, al humor en alguna de sus muchas modulaciones”, explica el editor a este diario, “Incluso no pocos autores considerados a menudo como más bien tétricos, véase Kafka o Bernhard, admiten o incluso exigen una carcajada”.

'La conjura de la risa' camina del humor existencialista del yo y la sátira política

Reginald Perrin,creación del autor británicoDavid Nobbs, genio del humor fatalista en el país del té a las cinco, llega a la gran conclusión: “Existo porque soy absurdo y soy absurdo porque existo”. Y la broma se sitúa en un mundo ficticio al lado del cual el nuestro nos parece una tontería. Por eso, entre otras cosas, el enfoque cómico es el único válido para explicar el absurdo -ese absurdo vital que hace que Jardiel sólo quiera decir “Miau” y Vonnegut sólo se atreva a escribir “Pio-pi”-.

Venimos de una gran risa

Y también de un gran silencio. Un silencio impuesto que se burlaba, precisamente, con el humor publicado en revistas infantiles y satíricas y en novelitas de quiosco de ciencia ficción que situaban los tiroteos y bromas lejos de este país. La conjura de la risa, que Herralde se planteó lanzar el año pasado, parte de su propio catálogo: “Son innumerables losautores que conforman el canon de la literatura humorística, desde Wodehouse, Saki, Firbank, Lodge, Dahl, Adams o Hornby… por no olvidarme del humor presente en libros de McEwan, Barnes, Amis and so on”. And so it goes.

Pero esta colección mira en el retrovisor a otras legendarias colecciones españolas que ahora se suelen encontrar en librerías y mercadillos de segunda mano. Es el caso de Al monigote de papel o de aquella otra de Taurus (El club de la sonrisa), absolutamente omnívoras en lo geográfico -risa de todos los países-, insaciables con la carcajada y a menudo fuertemente conectadas con las revistas satíricas del momento. Herralde admite ser un fan devoto de esas líneas editoriales: “De pequeño leí muchísimos títulos de Al monigote de papel que publicó el gran Janés. Allí descubrí, por ejemplo, a Wodehouse y Chesterton”. También a ases de la pluma humorística del país: “Más adelante, si bien recuerdo, incorporó a colaboradores de La Codorniz, en especial muchos títulos de Alvaro de Laiglesia su director. Seguí menos la colección de Taurus, pero recuerdo estupendos títulos de Rafael Azcona”.

Que rían los jóvenes

Muchos de los títulos de esta nueva colección son un clásico en las mesas de los institutos. Esos libros que leen todos los adolescentes, los que serán finalmente lectores y los que dejarán de leer en cuanto encuentren un trabajo. Muchos los leyeron en edición Compactos y quizás los rescataron en colecciones como Otra vuelta de tuerca, ya con más poder adquisitivo.

Es el caso de La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, que también conjura la risa ahora, por poner un ejemplo. Incluso, en algunos círculos, de Patty Diphusa, de Pedro Almodóvar. ¿Es necesario publicar en La Conjura de la Risa libros que ya funcionan en otras colecciones? “No es una audacia ni un capricho. Por ejemplo Wodehouse está en todas las colecciones y también estará en esta, ya que es uno de los mejores escritores anglosajones”.

¿Pero busca con la tapa blanda, la portada colorista y el precio ajustado un público joven? “Busca un público al que le resulte más accesible el precio de estos libros de bolsilo. Y desde luego, si hay lectores jóvenes que siguen leyendo [este condicional cauto da tanta risa como miedo] pueden sentirse más masivamente atraídos”.

Divertido vs. aburrido

Decía Chesterton, en una de sus citas más empleables, de esas que hay que llevar en la cartera en todo momento para esgrimir en cualquier duelo con un pomposo, que “divertido no es lo contrario de serio, sino de aburrido”. Existe en esta colección, según su responsable, una intención de celebrar más que de defender un género que se suele considerar inteligente sólo en retrospectiva, cuando ha recibido la bendición del tiempo y de los mandarines culturales: “Quizás los que desdeñan lo divertido son quienes necesitan una defensa esforzada -aparte de medicación especializada-”.

A menudo, y aún ahora, decir que un libro es “divertido” implica cierta mueca de condescendencia y coloca la novela en una liga inferior a cuando llueven los superlativos, los adjetivos delante de sustantivo -el equivalente narrativo de llevar los calzoncillos por fuera-y las imágenes líricas para definir una tragedia -todo es culpa del maldito Aristóteles, que extravió su tomo de la Poética dedicado a la risa que distrae, libera y denuncia vicios horribles en personas comunes-.

Herralde, que no descarta incluir en esta colección hilarante a autores españoles como David Trueba, Félix de Azúa o Kiko Amat, insiste en que algunos libros se defienden sin abogados: “A la narrativa de La conjura de la risa la defiende su lectura. El paso del tiempo puede hacer de filtro de calidad, pero en algunos casos el reconocimiento es inmediato, como en el caso de los autores aquí citados”.

Si es cierto, como dejó escrito Enrique Jardiel Poncela, que “definir el humorismo es tan difícil como pinchar una mariposa con un poste de telégrafo”, orquestar una nueva colección de humor tampoco debe ser demasiado fácil.

Noadex