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Onfray: "El liberalismo no es para siempre"
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el filósofo pide una nueva moral

Onfray: "El liberalismo no es para siempre"

Michel Onfray analiza las claves de su pensamiento. El filósofo francés, best-seller en su país, defiende un hedonismo enfrentado a los valores consumistas

Foto: Michael Onfray, al fondo, en el escenario de la Casa del Lector.
Michael Onfray, al fondo, en el escenario de la Casa del Lector.

Que vivamos en plena era de las celebrities no quita para que Francia, una vez más, ejerza también de vanguardia cultural en ese campo: es el país con mayor número de filósofos célebres por metro cuadrado. Sí, amigos, en Francia los filósofos salen sin parar en la tele, por absurdo que nos suene esto a los celtibéricos.

Por tener los franceses tienen hasta su propia generación de filósofos vips -la denominada nueva filosofía, que lleva tres décadas enmendando la plana al 68. Hablamos de pensadores como André Glucksmann, Alain Fikkielkraut o el indescriptible Bernard-Henri-Lévy, conocido tanto por sus libros como por su ego y su aspecto de madurito resultón envuelto en fulares; ideal, por tanto, para ser una celebridad en cualquier campo. ¿Qué papel jugaría en este contextoun filósofo popular como Michael Onfray?

El primer legado cultural del 68 es que nos enseñó a destruir el principio de autoridad

Aunque Onfray (Argentan, 1959) pertenece por edad a la generación de los nuevos filósofos, aparece habitualmente en los medios y algunos de sus libros han sido best-sellers en su país (su Tratado de Ateología despachó cientos de miles de copias), políticamente tiene más en común con algunas corrientes del 68 que con los nuevos filósofos posmodernos.“El primer legado cultural del 68 es que nos enseñó a destruir el principio de autoridad. Los profesores no volvieron a hablar igual a sus alumnos. Ni los padres a sus hijos. Ni los hombre a las mujeres. Ocurre que, tras esa necesaria fase destructiva, de negatividad, tocaba hacer propuestas en positivo, volver a llenar de valores la sociedad. Lo que falta ahora es una nueva moral después de la destrucción de la antigua moral. Yo, por mi parte, apuesto por los valores alternativos de reemplazo”, cuenta Onfray a El Confidencial.

Aunque ha venido a Madrid a hablar en la Casa del Lector, la entrevista se produce nada más acabar su abarrotada charla para adolescentes en el Liceo Francés de Madrid.Como ven, Francia no da cuartel filosófico a sus hijos, ni siquiera a los expatriados, lo que nos da pie a preguntar a Onfray sobre la relación entre la cultura y lo público en un momento en que Europa lo apuesta todo al austericidio presupuestario.

En época de restricciones la cultura es siempre una de las primeras víctimas

“Desgraciadamente el debate sobre el gasto público en cultura es el mismo en Francia que en España. En época de restricciones la cultura es siempre una de las primeras víctimas. En Francia se justifican los recortes con el argumento de que ‘no hay dinero’. Eso sí, para guerrear en Afganistán, Libia o Mali sí hay dinero, vaya que si lo hay. Pero a cambio no hay dinero para los intermitentes del espectáculo [trabajadores autónomos y a tiempo parcial de la industria cultural francesa]”, razona.

Fundador de la Universidad Popular de Caen, Onfray ha escrito contra las religiones monoteístas (Tratado de Ateología, Anagrama, 2006) y contra Freud (El crepúsculo de un ídolo, Taurus, 2011), pero su esfuerzo más titánico hasta la fecha son sus volúmenes contra la historia de la filosofía (que en España edita Anagrama). Una contrahistoria donde realza corrientes filosóficas clásicas como los cínicos y los epicurios por encima de Platón y Aristóteles.

placeholder M. onfray

Diógenes y los cínicos, según Onfray, nos legaron una lección política fundamental. “Alejandro Magno se encontró una vez con Diógenes y le dijo: ‘Pídeme lo que quieras, que te lo concederé’. Diógenes le espetó: ‘Lárgate, me haces sombra’”, recuerda Onfray. Es cierto que Diógenes estaba ese día tumbado tomando el sol y Alejandro Magno se lo tapaba, pero la moraleja de esta historia no tiene que ver con ponerse o no moreno, sino con una actitud político/vital: si hay que filosofar, mejor hacerlo desde los márgenes del poder.

Onfray defiende una corriente de pensamiento que denomina “hedonismo ético” y donde habitan los cínicos y los epicurios, pero también los anarquistas de Proudhon. Quizás porque desde mitad del siglo XX nada hay más hedonista que el capitalismo, Onfray se ha molestado en diferenciar entre “hedonismo del ser” y el “hedonismo del tener”, matiz que le ha permitido atizar al liberalismo a su gusto: “El hedonismo que me interesa es el que lucha contra el hedonismo consumista. Es el hedonismo filosófico contra el hedonismo consumista. Igual que defiendo el cinismo filosófico por encima del cinismo vulgar”, aclara.

Aunque una de las labores históricas de la filosofía sería explicar el mundo, en los últimos años dicha tarea parece haberse vuelto demasiado complicada. Si bien todo el mundo parece estar de acuerdo en que las decisiones políticas importantes pasan ahora por la economía, casi nadie parece entender una sola palabra de la jerga económica que nos gobierna. Vivimos rodeados de cifras macroeconómicas indescifrables y extraños instrumentos financieros. ¿Cuál sería entonces la labor del filósofo en medio de esta avalancha de datos de apariencia incomprensible? Según Onfray, entrar al trapo: “La filosofía debe explicar que el liberalismo es superable y no es para siempre. Y proponer economías alternativas a dicho modelo. Las mías son de tipo libertario”, zanja. Correcto. Pues ya saben: a pensar, a pensar, que el mundo se va a acabar.

Que vivamos en plena era de las celebrities no quita para que Francia, una vez más, ejerza también de vanguardia cultural en ese campo: es el país con mayor número de filósofos célebres por metro cuadrado. Sí, amigos, en Francia los filósofos salen sin parar en la tele, por absurdo que nos suene esto a los celtibéricos.

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