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Pixar cuela el merchandising en el museo
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La caixa inaugura el éxito de masas

Pixar cuela el merchandising en el museo

A La Caixa se le ha olvidado las palomitas para hacer la exposición diez. No hay más peros a este paseo por 25 años de la historia empresarial de Pixar

Foto: Exposición de Pixar en CaixaForum de Madrid (EFE)
Exposición de Pixar en CaixaForum de Madrid (EFE)

A La Caixa se le hanolvidado las palomitas para hacer la exposición diez. No hay más peros a este paseo por 25 años de Pixar, que el CaixaForum de Madrid mantendrá hasta el 22 de junio y cuyo pronóstico es evidente: reventón de cifras y taquilla. La muestra incluye 402 piezas entre dibujos, maquetas, vídeos e instalaciones, además de dos instalaciones, llamadas Asrtscape y Zoótropo. Esta última pretende ser una explicación espectacular sobre los principios en los que está basada la animación. Lamentablemente, es más espectacular que explicativa.

No hay más peros. No los hay. Porque es la exposición redonda, la perfecta revelación de nuestros días, la que empieza en la primera planta, en los escaparates de la tienda y acaba en las salas del tercer piso. El merchandising es la obra y así evitamos un paso intermedio, al artista y al arte. En la nueva exposición diez lo que importa es la propaganda y la venta. Importa complacer más que educar, hacer de la cultura una pastillita para la digestión, una manzanilla contra el mal rollo. Que tenemos mucho. La nueva cultura es la cultura del alivio, la que justifica el éxito en función del número entradas, la que cambia visitantes por espectadores, ciudadanos por consumidores, cuya experiencia se resume al consumo audiovisual.

El Zoótropo (EFE).En la confusión todo vale. Vale que se pueda justificar una exposición diez como esta alegando que La Caixa “presta una atención preferente a las manifestaciones artísticas fundamentales en la formación de la sensibilidad contemporánea”. Qué sería de la propaganda sin las palabras. Qué de la ceremonia de la confusión sin la destrucción de las diferencias: Pixar es Georges Méliès o Charles Chaplin.

El producto sobre la mesa

En las exposiciones diez del catálogo de producto de empresas como Pixar todo es bonito y ecuménico, no sabes con qué quedarte. Es entrar en la gran sala, con el recorrido dividido por películas (Toy Story, Bichos, Monstruos, Buscando a Nemo, Los increíbles, Cars, Ratatouille, Wall-E y Up), y que se te estire la sonrisa. Como un chute de anestésico, un analgésico contra la inflamación del estrés.

Así, con exposiciones diez como la de Pixar, da gusto consumir cultura en cantidades industriales, porque es fácil, es inodoro, es sencillo, es reconocible y no incomoda ni nos importunacon la dichosa carga política e ideológica. La cultura es neutralidad, y está más allá del bien y del mal, como este show de Pixar: no hay proclamas ni soflamas, no hay panfletos ni pancartas. Es Mike Wazowski y Mike Wazowski sólo puede ser adorable, como Pocoyóo los Teletubbies. Seres inofensivos.

placeholder Wall-E.
Wall-E.

¿Y quién es Mike Wasowski? Simplemente,la compañía perfecta para el ocio, un ser animado que ha inventado el trabajador de una empresa para que otros compañeros lo reproduzcan en el siguiente paso de la cadena de montaje y termine convirtiéndose en una pelícua deéxito.No hay sospecha de populismo ni de demagogiaen una exposición como ésta, porque no hay intenciones ideológicas detrás.

Sólo es un estudio de cine de animación que ha conseguido colarse en un centro de arte de una fundación privada para mostrar el repertorio de los éxitos con los que se ha convertido en la compañía puntera de su sector. Sí, conocen mil empresas y fábricas que crean de esta manera sus productos. Pero no es igual, esto es arte porque el centro de arte así lo ha catalogado. Cinco años antes lo hizo el MoMA de Nueva York, y una vez consigue el marchamo del referente del arte contemporáneo nadie puede decir que Pixar no es arte. Nadie, ni siquiera este artículo.

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Nuestros artistas no piensan en hacer arte, sólo piensan en el producto de animación. Esa es su misión y su trabajo. Producir películas. No piensan en lo que luego podamos hacer nosotros con su trabajo”, explica durante la visita con la prensa la comisaria de la muestra, Elyse Klaidman, directora de Pixar University y del Archivo de Pixar Animation Studios.

A pesar de la crudeza de sus palabras, minutos antes había insistido en que todos sus trabajadores son artistas y “esto” es arte. De hecho, lo que la empresa pretende conseguir con este montaje es que “los españoles se inspiren en estos dibujos”.Ya saben que el discurso norteamericano sobre las posibilidades de la inspiración parece una canción de José Luis Perales.

¿Y quién es John Lasseter? El padre del show, perdón del “sueño”. “Siempre había pensado que para crear una buena película de animación hacían falta tres cosas: contar una historia emocionante, poblarla de personajes atrayentes y memorables y situar esa historia emocionante y a esos personajes memorables en un mundo creíble. Si logras hacer bien esas tres cosas, el público se dejará llevar y se divertirá de lo lindo”, puede leerse del cerebro de todo el tinglado de Pixar en la pared que recibe al espectador.

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Klaidman trata de justificarse de nuevo, aunque esta vez sus trabajadores ya son algo más: “Los que hacen las películas son artistas, no computadores. Todas las partes las hacen artistas, con pinceles o con ordenadores. Pixar es una empresa de artistas. Consideramos a nuestros empleados artistas”. Acabáramos. De hecho, se puede montar una exposición “de arte” con los desechos del proceso creativo de una película. Basta con enmarcar las pruebas hechas con rotulador y gouache de personajes iconos como Woody y Buzz Lightyear y ya lo tienes. El arte, digo.

Adiós movimiento

La exposición de arte diez, a la que sólo le faltan las palomitas, es perfecta porque se ha centrado en una faceta esencial de la cultura en este momento: el arte es un objeto de consumo, que aclara de una vez por todas que la cultura visual es el nuevo credo y la empresa su creador. El show ha dejado sin movimiento a la animación, porque el museo está sujeto a las normas de la pared, de las que tiene que colgar todo.

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Pero también ha introducido en vitrinas figuras de resina, que son la versión museográfica de moldes de arcilla que los diseñadores hacen de los personajes para marcar la idea de cómo debe ser copiada la creación. La vitrina es esencial en el proceso de conversión de una chuchería en un objeto de adoración y devoción. Ahí adentro ya puede uno dejarla de llamar “figura” o “muñequito” y decirle “escultura”.

Lo mismo pasa con los bocetos a rotulador en una cuartilla sobre una mesa de trabajo que pasan a ser obras de arte cuando son enmarcados en un bonito marco blanco. La confusión puede confundirnos. Por eso, es imposible negarse a una exposición diez: corran a sacar sus entradas, porque no pueden perdérsela.

A La Caixa se le hanolvidado las palomitas para hacer la exposición diez. No hay más peros a este paseo por 25 años de Pixar, que el CaixaForum de Madrid mantendrá hasta el 22 de junio y cuyo pronóstico es evidente: reventón de cifras y taquilla. La muestra incluye 402 piezas entre dibujos, maquetas, vídeos e instalaciones, además de dos instalaciones, llamadas Asrtscape y Zoótropo. Esta última pretende ser una explicación espectacular sobre los principios en los que está basada la animación. Lamentablemente, es más espectacular que explicativa.

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