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Almudena Grandes: “En España nadie reivindica a Franco ni a la dictadura”
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Almudena Grandes: “En España nadie reivindica a Franco ni a la dictadura”

Las dos Españas se han acabado. Punto final. No hay enfrentamiento. Ese duelo visceral que el Golpe de Estado creó se ha superado.

Foto: Almudena Grandes presenta su libro, 'Las tres bodas de Manolita' (EFE)
Almudena Grandes presenta su libro, 'Las tres bodas de Manolita' (EFE)

Las dos Españas se han acabado. Punto final. No hay enfrentamiento. Ese duelo visceral que el Golpe de Estado creó se ha superado. “En España nadie reivindica a Franco ni a la dictadura”, explica la novelista Almudena Grandes, que presenta una de las bombas comerciales que están llamadas a salvar un año negro para la industria editorial: Las tres bodasde Manolita (Tusquets). Salón reservado en el Hotel Wellington para conceder entrevistas y más de veinte medios preguntando por la tercera parte de esos seis “episodios de una guerra interminable”. Esto parece una casa de citas, en la que la autora no cesa de producir y multiplicar cientos de entrecomillados por minuto.

Eso sí, no todo iban a ser buenas noticias: “Sigue habiendo una división insuperable en el tratamiento del pasado. La población española es partidaria del falseamiento. No tanto del silencio, porque el silencio no es posible”, se refiere a las series de televisión que triunfan y que “pasan en un país que no es España”. Series que le recuerdan a Londres de los cuarenta y cincuenta, pero no a este país.

Dice que mucha gente se resigna con el silencio y con los cuentos de hadas: “Quieren que les cuenten que sus abuelos vivían en un país bonito, que aquí se podía vivir bien durante la dictadura, que las mujeres eran elegantes y había alta costura y que en la calle todo el mundo era elegante y feliz”. Hasta hace poco, frente a la entrada del Hotel Wellington había una vaca decorada con muy mal gusto, que no escapaba a la cámara del turista. Hoy toca posguerra y sobriedad con lámparas de araña. Unos camareros mayores recogen los restos del bufé que ha dejado una convención de suecos que se celebra junto a la sala donde entramos y salimos periodistas cada media hora. Una casa de citas, vamos.

El drama garantizado

Manolita es una mujer de 18 años y debe hacerse cargo de cuatro hermanos porque su padre y su madrastra han sido encarcelados y su hermano Antonio está escondido en un tablao flamenco. Por si fuera poco sarao, Manolita termina enamorándose de un preso que sabe manejar una multicopista con la que imprimir propaganda clandestina. Él está en el destacamento penitenciario del Valle de los Caídos y ella decide irse a vivir allí, al pico del monte del Cuelgamuros para estar cerca de su amado y pasar con él una hora y media al día. Desde luego, no es un capítulo de Cuéntame.

Aislarse del entorno en el que hablamos con la autora con este planteamiento dramático no parece sencillo. Aunque parece que nada haya cambiado en el Wellington de los años cuarenta y éste. Hasta el vestuario de los trabajadores podría ser de entonces.

Así que Las tres bodasde Manolita es un ejercicio contratelevisivo. “No, para nada”, asegura Almudena Grandes. Ella escribía el libro y nada de esto que nos ha caído encima había pasado. Ni esta melaza de crisis de la que no escapan más que los de siempre. “El desahucio, el paro, el hambre, la pobreza, el empobrecimiento de una familia que nunca había sido pobre… nunca pensé que ese mundo de Manolita fuera a ser tan actual. Jamás pensé que tuviera la menor complicidad con el lector contemporáneo. Pero hemos llegado a esto”.

Manolita es feliz. Sí, a pesar de todo, el personaje se conforma con la hora y media que ve a su amado y esa es su arma de resistencia. O al menos así ha sido creada la protagonista de ficción: vive en unas condiciones extremas en el barranco de Cuelgamuros, en una “casa” sin gas, sin luz, “pero baja al campamento sonriendo a verle porque así se defiende de la agresividad, con la felicidad”. Aclara su autora que no es una idea naíf.

La crisis de la memoria

Y lo peor no es la crisis económica, dice. Porque en eso coincide con Mariano Rajoy, la económica se resolverá. Lo peor son las otras crisis que apunta: la territorial, “que no se va a resolver sola”, la institucional, “que no se va a resolver sola”, la política y moral, “que no se van a resolver solas”. Lo dice como si el Presidente del Gobierno optara por la estrategia del problema púdrete tú solito… “Lo siento mucho, pero creo que la piedra angular de todas esas crisis es la memoria y el tratamiento que se le dio a la dictadura en la Transición”.

El Wellington no es el mejor sitio para armar los planos de un nuevo país, eso está claro. Si interrumpiésemos la entrevista –impensable en la nueva dictadura, la del cronómetro y la promoción- para buscar partidarios de una nueva España, y comprobásemos quién se toma un Dry Martini en la barra del bar, anularíamos de inmediato la operación “RDE” (Refundación Democrática Española). Así que lo de sacar aFrancoyJosé AntoniodelValle de los Caídos, ¿cómo lo ve? “Debo ser la única que piensa en mantenerlo para convertirlo en un centro de la memoria”, explica.

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La visita a Mauthausen, en Austria, tampoco es agradable, pero el efecto inmediato. “Sacar a Franco de ahí sería lavarle la cara y debe quedar claro que este señor, en un momento en el que el país se moría de hambre, se gastó un dinero descomunal en levantarse una pirámide. Los españoles del futuro tienen derecho a ver esa pirámide y juzgarlo. Dinamitarlo me parece una barbaridad por el dinero, las muertes y el sufrimiento que costó”. Ni siquiera lo ve como un espacio para la reconciliación. Simplemente, historia y divulgación.

La teoría de la manzana

Hay café, zumo de naranja y unos bombones japoneses deliciosos. Bebemos agua, que tampoco estamos de celebración. En fin. Que hablamos de represión, tortura y calamidad. De comisarios tan execrables como el comisario Roberto Conesa Escudero, que tiene un lugar privilegiado en el epílogo, y fue maestro del famoso Luis Antonio González Pacheco, Billy el Niño, “policía, torturador y asesino” condecorado. Conesa transitó a la democracia sin mácula.

“Tengo la esperanza de que la batalla de la memoria se ganará con la ley de la gravedad, no de la memoria histórica” –y se explica- “Las manzanas se caen de los árboles, aunque haya dos millones de personas soplando para arriba, tratando de que la manzana no caiga. La manzana caerá”. Incluso sobre las alfombras azule, con cenefas doradas, tan delicadas del Wellington. Amortiguarán el ruido del golpe. Ahora, con los centros florales de plástico no sé qué pasará.

“España no puede seguir siendo toda la vida un país anormal ni la excepción en Europa. Somos la única democracia que no tiene una política pública de memoria, la única que no ha roto expresamente sus vínculos con la dictadura fascista. La estructura moral y simbólica de la democracia española ya no se tiene en pie”. Algún día.

Blesa, Bárcenas y la realidad

Quién sabe. También se habla de la crisis del sector editorial y ahí sigue, en pie, sin apenas moverse de su sitio, sin revoluciones, ni mejoras. Lo más atrevido que ha hecho la industria es acercarse cada vez más a la tele y a sus ocupantes, para que levanten las ventas. Con la que está cayendo… “Estoy segura de que esta época va a dar grandes novelas. Blesa y Bárcenas están muy cualificados para ser personajes de la historia de la caída”. Chirbes contó la ascensión. “La literatura necesita tiempo, pero habrá grandes novelas sobre esta crisis”.

Habrá que dejar pasar el tiempo suficiente para dejar de vivir cada noticia de los corruptores como una novela. Aunque luego llegan los relatos basados en hechos reales y uno ya no sabe qué pensar. Si el Congreso el 23F fue una charlotada de Garci o de Évole. “Cuando se escribe una novela basada en hechos reales hay que mantener un compromiso muy delicado entre la lealtad con la realidad y la libertad del creador”. ¿Eso qué quiere decir exactamente? “Que tú puedes escoger lo que cuentas, pero no puedes contar mentiras. Yo escribo una novela, no me invento la realidad, ni describo un país que no existe”. Aclarado.

Una última cuestión: si la realidad es un elemento inviolable, ¿qué diferencia hay entre un historiador, un periodista y un novelista? Y no es un chiste. “La Historia es una ciencia y como tal el historiador debe documentar exhaustivamente lo que escribe. En el momento en que se encuentra con una laguna documental no puede seguir. Un escritor puede rellenarlas con ficción”.

Además, dice Grandes, que todo lo que escribe el historiador debe ser verdad, “aunque parezca mentira”, y un escritor debe escribir historias verosímiles, “aunque sean inventadas”. “Pero la aportación fundamental de la literatura es la emoción. El lector cuando lee ficción establece unos vínculos emocionales más fuertes que con la historia, porque lo que le estás contando son los sentimientos, las dudas, las contradicciones, las zozobras de una persona”. Por eso asegura que la literatura no es un arma cargada de futuro, aunque pueda alterar el estado de ánimo de un país.

Las dos Españas se han acabado. Punto final. No hay enfrentamiento. Ese duelo visceral que el Golpe de Estado creó se ha superado. “En España nadie reivindica a Franco ni a la dictadura”, explica la novelista Almudena Grandes, que presenta una de las bombas comerciales que están llamadas a salvar un año negro para la industria editorial: Las tres bodasde Manolita (Tusquets). Salón reservado en el Hotel Wellington para conceder entrevistas y más de veinte medios preguntando por la tercera parte de esos seis “episodios de una guerra interminable”. Esto parece una casa de citas, en la que la autora no cesa de producir y multiplicar cientos de entrecomillados por minuto.

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