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Conciertos para casa sin pasar por caja
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Conciertos para casa sin pasar por caja

La particular manera de Vincent Moon de grabar a músicos tocando ha sido copiada hasta decir basta. ¿Cuál es la receta de su videoclip al estilo Blogoteque?

Foto: Patrick Watson en un momento de la grabación del vídeo de Vincent Moon. (Vincent Moon)
Patrick Watson en un momento de la grabación del vídeo de Vincent Moon. (Vincent Moon)

La particular manera de Vincent Moon de grabar a músicos tocando ha sido copiada hasta decir basta. La receta de su videoclip al estilo Blogoteque consiste en llevar a un grupo a una localización inusual, hacerles interpretar una canción en acústico, grabarlo con la famosa cámara Canon 5D y subirlo a la web. Cuando muchos otros se dieron cuenta de lo barato y agradecido que el formato de los take away shows, Vincent Moon ya estaba en otra cosa.

Nació en París, tiene 34 años y su nombre es un pseudónimo. Ama la música de una manera visceral, a menudo extática, que le lleva a rastrear manifestaciones musicales peculiares. No le vale un grupo que esté en promoción, de hecho cada vez le interesa menos la música pop. Ahora Vincent Moon busca aquello que sirva para explicar qué es lo que nos une a la música de una manera esencial. Sus vídeos están, cada día más, cercanos a la antropología. El éxito de sus trabajos atrajo los encargos de R.E.M. o The National, pero ese mundo ha dejado de interesarle.

“Pop” o “popular”... “Me he dado cuenta de que la música popular es algo que hoy existe muy lejos de las luces y el espectáculo”, explica unas horas antes de visitar Madrid (hoy en la Cineteca) y Barcelona (miércoles en Hangar). “Es una música hecha por el pueblo para el pueblo, en pequeñas comunidades. La mayor parte del tiempo, aunque no siempre, no está representada en los museos y tampoco es muy respetada por la opinión pública. Es una música que vive bajo amenaza en la sociedad capitalista”.

Moon comenzó a viajar de escala en escala. Lo que otros llamarían hogares, para él no eran más que lugares donde almacenar sus discos duros completos. Su vida era nómada y rodaba sin parar. A la vez, criticaba una sociedad obsesionada por registrar todo e intoxicar internet con millones de vídeos que no merecen ser vistos.

En los diez últimos años se ha dejado llevar donde le llamaran, ha rastreado en las escenas locales. Graba sólo a quien quiere y como quiere, nadie le impone ninguna condición, no trabaja bajo contrato ni asalariadamente. Es un tozudo: el día que descubrió las rumbas de Peret no paró hasta que este accedió a ser grabado por él, a pesar de que se estaba recuperando aún del cáncer y se había alejado de la vida pública.

“¿Si soy precario? He vivido cierta precariedad que me ha servido para ponerme en peligro y siempre en una posición de lucha. Trabajar sin dinero, sin producción, depender de la ayuda de la gente… es una vida incierta, sí, pero en el sentido de dejarse llevar, dejarse arrastrar”. En los últimos tres años ha buscado la periferia, lejos de Europa, en busca de cierta etnografía experimental que le ha llevado a Latinoamérica, el sudeste asiático, Rusia, Oceanía y África con su proyecto audiovisual y sonoro Petites Planètes.

Una misa cusqueña, cánticos de curanderos en el Amazonas, arpistas de Etiopía conviven en el mismo proyecto con Juana Molina y Carlinhos Brown. “Para mí es exactamente igual un cantante conocido o desconocido, trato a las personas por igual, no me importa si tienen una carrera o no”, dice. Tampoco cree que vuelva a trabajar nunca por encargo, como algunos videoclips o un trabajo para Coca-Cola: “Es tan simple como que es mucho más importante grabar a gente que necesita ser grabada y no añadir más a un flujo continuo de información, que va toda en la misma dirección. Hay que buscar siempre lo alternativo, y lo alternativo está en constante movimiento”.

Proyectará y comentará en Madrid y Barcelona su trabajo inédito para el festival All Tomorrow’s Parties, que realizó entre los años 2004 y 2009, “sin reglas” ni injerencias de los promotores. Es un relato curioso, pues la estructura de un festival parece el otro extremo del tipo de experiencia musical que busca el realizador. “Hace mucho tiempo ya que no voy a un festival pero solía amar esa idea de que, por unas horas, por unos días, podemos crear una manera diferente de vivir juntos, de aproximarnos a la música, de usar la música como instrumento para crear un mundo mejor, aunque sea efímero”.

Vincent Moon no cobra por realizar su trabajo, tampoco por difundirlo. Toda su obra está en internet (aunque la más reciente está protegida por contraseña), en una fase previa en la que explora canales alternativos de visualización. Así sucedió con An Island, el largometraje rodado en la isla de la que es originario el grupo Efterklang y que pudo verse en cientos de pases privados y públicos organizados por los propios interesados.

Para que aquello que estaba destinado a ser consumo de minoría alcance a las mayorías con relativa facilidad, Vincent Moon elige licenciar sus películas con Creative Commons. En concreto, elige una licencia abierta que permite copiar y distribuir sin permiso y en cualquier formato y también crear obras derivadas. Sólo hay tres condiciones: no perder el nombre del autor, no hacer un uso comercial y compartir a su vez con la misma licencia Creative Commons.

El autor solicita una donación, una aportación económica y voluntario de precio libre para sostener sus proyectos. “Poco a poco —reflexiona— todo el mundo camina hacia la idea de que la cultura siempre ha sido de acceso libre, por consiguiente se demanda un cambio social que comprenda esto. Está creciendo, aquí y allá, en medio del ruido de la sociedad comercial en la que vivimos”.

Cuando Moon realiza una grabación de campo explica a los que participan qué está haciendo y en qué condiciones va a usar este material. “Y siempre les doy lo que grabo, explicándoles que pueden usarlo como quieran, incluso si quieren venderlo, por ejemplo, pueden hacerlo, no me importa”, añade.

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Sharon Vanetten por Vincent Moon.

Su nuevo proyecto se llama Into The Sacred, hacia lo sagrado, un lugar al que se ha ido dirigiendo “lentamente” y que le permite ser un poco menos nómada y asentarse en Brasil, donde está desarrollando este trabajo sobre cultos y religiones. Ha llegado hasta ahí “buceando en músicas muy locales” y volviendo “a las raíces de las que nace la música”.

Después de tanto viajar, descubrir y escuchar ha llegado a la conclusión de que hay en la música una “relación sagrada”, que la convierte en vehículo para “comunicarse con lo espiritual”. “Estoy investigando en esto —concluye—, porque creo que hay una renovación total de esa conexión en la música de vanguardia hoy en día”.

La particular manera de Vincent Moon de grabar a músicos tocando ha sido copiada hasta decir basta. La receta de su videoclip al estilo Blogoteque consiste en llevar a un grupo a una localización inusual, hacerles interpretar una canción en acústico, grabarlo con la famosa cámara Canon 5D y subirlo a la web. Cuando muchos otros se dieron cuenta de lo barato y agradecido que el formato de los take away shows, Vincent Moon ya estaba en otra cosa.

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