Tavares escribe la epopeya del desengaño
Lo peor que se puede decir de este libro es que acaba cuando aún se desea leer mil páginas más. Lo mejor, que es un lúcido
Lo peor que se puede decir de este libro es que acaba cuando aún se desea leer mil páginas más. Lo mejor, que es un lúcido viaje a las profundidades del desengaño. El escritor portugués Gonçalo M. Tavares manda a su protagonista a India para encontrarse con que la ingenuidad es irrecuperable y que “el único que escapa a las grandes tragedias es aquel al que antes de huir, le huye la vida”. No hay remedio, vamos, según escribió Luís de Camões en el siglo XVI. El literato renacentista es la fuente de inspiración de la nueva parada de un autor al que es difícil encontrarle las limitaciones: Un viaje a la India (Seix Barral).
Con el objetivo de ironizar sobre las epopeyas contemporáneas, Tavares recurre a las intenciones y la estructura de Los lusiadas, una de las obras cumbres de la épica renacentista, escrita por Camões tres años después del regreso del autor de su viaje al Oriente. Si entonces se cantaba a los héroes de Vasco de Gama, que volvían con el tesoro del descubrimiento de otro mundo entre las manos, ahora Tavares –también en diez cantos– hace lo propio a las decepciones pequeñoburguesas que descubre el turista europeo ávido de iluminación, en la tierra de la pobreza y la espiritualidad.
“Ha buscado el espíritu en su viaje a la India,
ha encontrado la materia que ya conocía.
Ahora nada lo hace dudar; animales bien educados
y amarrados con collares a los árboles ladran
cuando pasa.
Los zapatos avanzan, se fuma un cigarrillo,
entra en un café y pide un vaso de vino”
Recoger la fórmula de un gran poema épico, con una estructura fija y fragmentada, con sus limitaciones, y convertirlo en la crónica vital del nuevo héroe: un insignificante y pequeño criminal que está convencido de que encontrará su salvación más allá de Europa. “En Kiev veo héroes, personas que han ido hasta la ciudad a hacer la revolución. Ellos han elegido sacrificarse para intentar transformar un régimen político, para luchar por un ideal de Europa”, asegura el autor a este periódico. Un viaje a la India es una defensa de lo europeo, de sus leyes, de sus derechos, a pesar de todo.
Las de Kiev son personas que han decidido su destino y su lucha. Esa es la diferencia con el héroe clásico, dice. Es el camino del héroe crecido en la democracia, no en la teocracia. El destino del hombre no está en manos de los dioses, sino en las suyas propias. Eso les convierte enhéroes más pequeños que Ulises. Bloom es mediocre, no conocemos actos ejemplares y su ejemplaridad está en cuestión. Por eso no es una epopeya grande, porque hoy los grandes discursos han perdido todo el crédito. “Si acaso es una epopeyita… Podría ser un género literario, la epopeyita”, bromea Tavares.
“Pero el destino (últimamente) se ha perfeccionado.
Ahora el barco y el avión llegan a puerto seguro
gracias a la brújula mecánica, que normalmente
funciona al revés que el destino
que, al ser una invención antigua,
va dando ya muestras de cansancio
y hasta de incompetencia”.
En su empeño por destruir las fronteras entre géneros, el resultado es una novela poética y aforística, a la que se le pueden sumar todos los apellidos que se quiera, porque lo tiene todo. Es la escritura total. “Me gusta que escribir sea un verbo intransitivo; escribir no es escribir un verso, un ensayo o una ficción. Escribir es escribir. Toda novela debe hacer pensar y no concibo escribir algo sin ritmo, principal cualidad de la poesía”, explica el autor.
Escribir es natural y en el acto se incluyen todos los géneros literarios. De ahí que cuando escribe nuestro autor en el ordenador, ironiza, no tiene un teclado para la poesía, otro para la novela y un tercero para el ensayo. “El teclado nos enseña mucho. Todo pasa por el mismo teclado, porque mi material de trabajo es el alfabeto”.
Por eso este libro es algo más que un proyecto novelístico, porque narrar una historia no le parece una idea atractiva. Con eso no basta. La literatura es otra cosa y reconoce en la televisión al principal enemigo, porque el sector editorial cada vez se acerca más a ella. “Los escritores podemos contar una historia, pero para que los lectores reflexionen –aclara el autor–. Espero que Un viaje a la India no sea leída sólo como una historia, aunque tenga historia. Si cerramos el libro y nos vamos igual a como entramos en él, no es literatura”.
“Afuera, la realidad huele más. Dentro
de casa, el país se reduce a una hoja A4,
delimitado por una o dos ventanas y un mueble alto.
Quien ve una revolución sangrienta en la televisión de su sala de estar
ni se imagina que fuera pueda haber
un solo muerto. Dentro de casa,
la velocidad del mundo es demasiado reducida,
pero para cualquier cobarde ésa es la velocidad adecuada”
Cada canto está compuesto por cientos de estrofas –como vemos en los ejemplos– con unidad propia, como impactos narrativos hiperbreves. Todas ellas componen un gran friso de miles de partículas o teselas, por las que avanza de alguna manera el gran relato. Pocos escritores como Tavares tienen en tan alta estima el valor de la palabra, de cada una de ellas, de cada línea. No gana la batalla por acumulación, no a los puntos, sino por KO.
“Cuando escribes una frase debes asumir toda la responsabilidad que conlleva escribir una frase. No es únicamente una parte más del todo, es una parte importantísima del todo”. Por eso debe tener la potencia suficiente como para abrir el libro en la página 200 y leer sin necesidad de lo que ha sucedido antes. “El fragmento tiene algo de potencia presente que no necesita del pasado ni del futuro”, asegura.
Su lucha literaria es contra el truco de novelista resabiado en el desenlace. Ese giro curioso inesperado por el que todo termina encajando. Una página tras otra sin recibir nada, pasando el tiempo. “Es que una novela no es un dominó, en el que el único movimiento importante es el primero cuando la primera ficha empuja al resto, que caen por su propio peso. No, una novela debe ser como abrir un animal y encontrar que todo tiene algo, que todo es importante”.
“El dinero se ha hecho moralmente indiscutible. Para los pobres,
las leyes están muy detalladas, para los ricos,
sólo abordan generalidades: después de una masacre
no hay que molestar a los tribunales:
ofenderíamos el buen nombre de esos señores.
¡Y somos tan felices! Las mujeres más perfeccionadas
bailan si se les echa una moneda, como a las viejas máquinas de música.
Al amor, para ser de este siglo, sólo le falta una ranura
adaptada a la moneda actual”.
Una concepción del libro con este brillo por centímetro cuadrado no es apta para tiempos muertos. Tavares defiende el esfuerzo del lector, la dedicación a la lectura. Suelta con generosidad y desproporción perlas humanistas en las que se lee que “las guerras las hacen aviones que no entienden la importancia de saber deletrear el nombre de Pitágoras”; “En el metal de una bala podemos escribir un bello poema sobre la alegría que siente una familia cuando nace su primer hijo”; “Los hombres no son seres vivos que se merezcan especialmente el amor. Sin embargo, el amor existe”; “El mundo es frío no sólo en invierno. Es frío en todas las estaciones del año en las que haya hombres”. Aforismo en estado puro, aunque camuflado en una historia cualquiera.
A Gonçalo Tavares le gusta mucho más leer que escalar montañas. “Yo leo siempre con lápiz”. Que no es un piolet, pero también fija. Contra el complejo en el que se ha sumido la lectura –todo lo que suponga dificultad y molestia no vende– recuerda que el ocio no tiene nada que ver con la literatura. “Los libros no son un pasatiempo. Cualquiera sabe que el ser humano no quiere que el tiempo pase. La literatura rompe en tiempo de manera benigna, lo suspende”, añade.
“Un hombre enamorado es un exceso
de concentración,
como un barco cuya carga
se ha colocado del mismo lado.
Y los barcos con un lado obsesivo se van a pique”
Un viaje a la India no es un ejercicio escapista (que se remata con una infografía en la que resume el itinerario por conceptos), es una novela de contrapoder: “Me gusta la idea de que los libros puedan contribuir a la lucidez de los lectores”, aunque aclara que no acepta la literatura como un arma de objetivo político.
“La literatura es algo paralelo a la realidad, pero nos hace regresar a la realidad con otra mirada. No es una imitación de la realidad”. Es decir, la ficción no sirve para construir otro mundo, sino para ver nuestro mundo de otra manera. “La idea de que para entender la realidad debes estar siempre delante de la realidad es una hipótesis que no acepto. La literatura tiene la capacidad de la ambigüedad, la potencia de ofrecer muchas interpretaciones a los lectores”. Y pone el ejemplo del periodismo: la noticia del periódico intenta decir lo que ha sucedido, pero la escritura literaria no es tanto contar lo que ha sucedido como qué podemos pensar sobre lo que ha sucedido. “Es pensar de nuevo sobre las cosas”.
“Bloom conoce Europa y las Américas,
ha hecho un gran viaje a la India: las palabras,
las maneras: la mitad de las grandes verdades
son pequeñas mentiras”
Este es el viaje a una manera peculiar de entender la literatura, como lugar en constante reforma, revolución y evolución. Es el viaje contra los lugares comunes y lo previsible, donde, de paso, acaba con la Arcadia de la iluminación hindú. Contra el Oriente espiritual, contra la India de postal, contra la admiración de la India por su pobreza material, “una persona que tiene hambre no es libre de decidir”. Bloom se fugó de su crimen, escapó de la materialidad de Occidente y se encontró más de lo mismo. “Oriente va a Occidente en busca de la materia, y Occidente a Oriente en busca de espíritu”. El ser humano es estúpido y “la ingenuidad es irrecuperable”.
Lo peor que se puede decir de este libro es que acaba cuando aún se desea leer mil páginas más. Lo mejor, que es un lúcido viaje a las profundidades del desengaño. El escritor portugués Gonçalo M. Tavares manda a su protagonista a India para encontrarse con que la ingenuidad es irrecuperable y que “el único que escapa a las grandes tragedias es aquel al que antes de huir, le huye la vida”. No hay remedio, vamos, según escribió Luís de Camões en el siglo XVI. El literato renacentista es la fuente de inspiración de la nueva parada de un autor al que es difícil encontrarle las limitaciones: Un viaje a la India (Seix Barral).
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