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Escritor solitario busca novia (no se precisa cuerpo)
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estreno de 'her', DE SPIKE JONZE

Escritor solitario busca novia (no se precisa cuerpo)

El objeto de la inteligencia artificial es emular al cerebro humano. De ahí a la confusión emocional hay solo un paso, justo el que explora Jonze en 'Her'

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– Pareces una persona, pero solo eres una voz que sale de dentro un ordenador.
– Entiendo que la limitada perspectiva de una mente no artificial como la tuya lo vea de ese modo. Ya te acostumbrarás.

Her, desde hoy en cines, es la historia de Theodore (Joaquin Phoenix), un escritor que se gana la vida diseñando tarjetas de felicitación. Le encontramos en un mal momento; su novia acaba de dejarle. Ya saben, la casa se le hace grande, la esperanza pequeña, y cada recuerdo es una punzada de lo que pudo ser y no es. Theodore transita entre skylines nocturnos, toques de piano y pantones azul melancolía cuando conoce a Samantha (Scarlett Johansson), una joven de proverbial empatía que le coge de la mano para devolverle al mundo. Pero no al mundo real, sino a uno ligerísimamente distópico. Porque Samantha no es una mujer, sino un sistema operativo.

Sí, el tipo se enamora del sistema operativo de su ordenador. Siga leyendo, que suena peor de lo que es. La historia nos emplaza en un futuro cercano, quizá diez o quince años adelante, en el que la tecnología se ha integrado en la sociedad por completo. La inteligencia artificial es capaz de comprender las emociones humanas y aflorarlas con suficiente competencia como para confundir al usuario. El software se diseña para dar respuesta al ser humano en todas sus necesidades, incluidas las emocionales. Una suerte de Siri usupervitaminada. Ese mismo momento de colisión primigenia entre el hombre y la máquina que Cameron retrató en Terminator, pero narrado con los usos de Lost in translation. Reminiscencias, quizá, de los días felices del director con la hija de Coppola.

La historia nos traslada a un futuro en el que la inteligencia artificial es capaz de comprender las emociones humanas y aflorarlas con suficiente competencia como para confundir al usuario

Cuidado, que este Spike Jonze no es el de aquellos tiempos. Se ha compactado. En Her se desprende de los jueguecitos visuales de Cómo ser John Malkovich y no retuerce el libreto como en Adaptation (El ladrón de orquídeas). Muy al contrario, Her es una historia reposada, solitaria y melancólica, de corte clásico y largos silencios. Jonze ha trasladado su magia de la sala de montaje a los ojos de Joaquín Phoenix, al que había que nominar solo por esa forma que tiene de perder la mirada. El actor puertorriqueño, que venía de hacer papelones en La noche es nuestra y The Master, alcanza una dimensión superior en Her, donde dialoga noventa minutos sin partener. Difícilmente Hollywood podrá obviar semejante explosión de talento en los premios de la Academia. Jonze canaliza con éxito una actuación memorable para, juntos, actor y director, situar al espectador ante una serie de cuestiones esenciales para las que no encontrará respuesta en los libros de filosofía.

A su manera, Her desmonta cinco siglos de literatura humanista con una triste verdad: la del momento en el que quepamos en un puñado de bytes. El día en que la pasión, el amor y la ira, como el conjunto de reacciones que son, puedan reproducirse nítidamente en unos y ceros. Nos negamos a creer que ese día llegará, aunque lo cierto es que es inevitable. Una mañana alguien se levantará, pondrá la televisión y le dirán que ya comprendemos cómo funciona nuestro cerebro. Lo que viene después, los límites de nuestro sistema, es lo que imagina Jonze. ¿Enamorarse de una voz que le entiende, le ayuda y siempre está a su lado? Theodore baja la guardia y, si lo piensa, no es tan descabellado.

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En cualquier caso, no tenga miedo; no estamos ante una película para adolescentes friquis. Visualmente es exquisita. La banda sonora, mezcla de pianos, folk y trazas de new age, contiene composiciones a recordar. El guión consigue el milagro de sostener una trama que se cuece a ritmo lento. Muy lento. Narrativamente Her sigue los esquemas clásicos del chico conoce a chica con la pequeña salvedad, llámemosla el toque Jonze, de que uno de los protagonistas es incorpóreo. Déjese llevar, que es gracias a esta distorsión que la película se eleva sobre el cine de consumo, del que toma sus herramientas -y presupuesto- para poner sobre la mesa los grandes dilemas del mañana. Her es en sí misma un nuevo subgénero de la ciencia-ficción: uno que baja la tecnología al suelo y, sin rayos láser ni robots asesinos, es capaz de meter el susto en el cuerpo.

Incluso poniéndonos en el peor de los escenarios, que todo sea una paja mental de Jonze el marihuanero, merece la pena por Scarlett Johansson. Les va a encantar, aunque no la vean.

– Pareces una persona, pero solo eres una voz que sale de dentro un ordenador.
– Entiendo que la limitada perspectiva de una mente no artificial como la tuya lo vea de ese modo. Ya te acostumbrarás.

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