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El IVA no salvará a los artistas
  1. Cultura
un oficio no reconocido ni legal ni laboralmente

El IVA no salvará a los artistas

Anna tiene treinta años, ha estudiado Bellas Artes, participado en exposiciones colectivas e individuales, recorrido medio Europa con becas y ha entrado a trabajar en un

Foto: Lucian Freud, en una foto de archivo en 2010, trabajando en su taller. (Efe)
Lucian Freud, en una foto de archivo en 2010, trabajando en su taller. (Efe)

Anna tiene treinta años, ha estudiado Bellas Artes, participado en exposiciones colectivas e individuales, recorrido medio Europa con becas y ha entrado a trabajar en un museo de Barcelona. Anna es la última en llegar a la institución que le retiran subvenciones. Anna es despedida. Anna acude a la oficina del INEM. “Buenos días, ¿a qué se dedica, cuál es su profesión?”. “Soy artista”. El hombre suelta una carcajada. Anna no se ríe y le pide que revise cuál es el epígrafe que le reconoce como trabajadora en la Seguridad Social. No existe. El arte no existe, el artista no tiene oficio. No está regulado.

Anna sale de España en busca de un poco de esperanza. Encuentra una oferta de trabajo en La Haya: se busca artista para impartir clases de bellas artes. Anna es contratada, asegura la comida y su trabajo le libera más de la mitad del día para su alimento, el arte. “Es un lujo”, dice a este periódico. Quiere decir que es una excepción. En la misma sala de La Casa Encendida en la que Anna Moreno ultima la instalación Select the Right Location antes de la inauguración de la decimotercera edición del Premio Generación 2014, de la Fundación Caja Madrid, hay otros nueve artistas, que también han rematado su formación fuera de España. Sólo ella puede pensar en el presente y en el futuro sin echarse a temblar.

placeholder Una de las piezas de la obra de Tania Blanco, en La Casa Encendida.

“En España no estamos reconocidos como trabajadores. En Holanda confían en el artista como profesional”, reconoce Moreno. Un proyector manda contra la pared una obra de teatro, en la que los protagonistas son cinco artistas que han quedado aislados por inundación en lo alto del museo de arte contemporáneo. Obviamente, la catástrofe natural es metáfora de la crisis actual. Los artistas esperan a que amainen la tormenta –ya lo van entendiendo-, pero aquello es como esperar a Godot. Cuelgan una pancarta en la que se lee: “ENTUSIASMO”, como su gran salvavidas. “Pero terminan dándose cuenta que no es suficiente”, dice la artista.

¿Entusiasmo?

El entusiasmo no regula la situación económica del artista, como tampoco resolverá su precariedad la reducción del IVA del 21% al 10% sobre sus ventas directas a coleccionistas y a galeristas. Daniel García Andújar (Almoradí, 1966) es uno de los artistas españoles con más proyección internacional y colaboró con el último Ministerio de Cultura, dirigido por Ángeles González-Sinde, que tuvo este país en la creación de un Plan Estratégico para las Artes Visuales, el primero que se cerraba con el consenso de todo el sector. La intención de aquel grupo de expertos que redactó esta guía de actuación era mejorar la situación socio-laboral de los creadores, entre otros puntos.

“Aquí el arte –la cultura en general- se ha entendido como un mero recurso retórico, un simple elemento de utilización política, un capricho de nuevo rico, algo asimilado como prescindible al interés general y, en consecuencia, absolutamente innecesario, algo donde meter la tijera a fondo sin demasiada consideración. El Estado asume que la práctica artística ha de ser discontinua, flexible, temporal, precaria y transitoria”, explica Andújar al retratar los niveles de explotación y precarización existentes en el mundo de la cultura.

Todo aquello desapareció a los pocos meses de nacer, después de las Elecciones Generales de 2011 y la desaparición del Ministerio de Cultura. Ahora hay un nuevo Plan Estratégico General, redactado por el equipo de José María Lassalle (no por el sector), en el que las reivindicaciones de los creadores han desaparecido. Hay en éste buenas palabras sobre residencias en el exterior, la difusión de su obra o fomentar “un marco de libertad que refuerce la autonomía y la creatividad de los artistas”.

placeholder Un momento del la instalación de Anna Moreno, Select the Right Location.

En aquel plan extinguido se llamaba a la regulación y legislación de la situación socio-laboral del creador, y se exigía a la Administración un “papel más activo en su normalización, regularización y seguimiento”, tal y como recomienda el Parlamento Europeo desde hace más de una década. El reto, aseguraba el documento tirado a la basura, era construir un entorno digno para ofrecer a los artistas las garantías sociales que tienen los demás trabajadores. La resolución del Parlamento Europeo insta a los Estados miembros a tener una legislación laboral (contratación, remuneración, negociación colectiva, etc), una protección social (con normas relativas a la seguridad social, como el seguro de enfermedad, la maternidad, la invalidez, el desempleo, planes de pensiones) y una fiscalidad (mejoras en la regulación y el régimen jurídico).

¿El IVA?

“Aunque intelectuales y artistas tendemos a afirmar que la cultura siempre ha vivido en estado de crisis, la realidad es que las crisis, como todo en la vida, va por barrios, familias, estratos sociales y castas…”, dice Daniel García Andújar, que se lamenta por todo el trabajo perdido años atrás. “¿El IVA? El artista apenas notará la reducción del IVA. Son medidas de gracia de cara a las Elecciones Europeas. Subirlo fue un fallo que dejó sin competitividad a las galerías españolas”, añade.

Según los datos ofrecidos por el informe El mercado español del arte en 2012, realizado por la Fundación Arte y Mecenazgo, se estima que al menos el 63% del valor del mercado de subastas de bellas artes en España respondió a las ventas de obras de artistas españoles. Sin embargo, la cuota del mercado español en la cuota del global del arte apenas es un 0,6%. Es el sexto mercado del arte de la UE y el séptimo en exportaciones. El arte moderno y contemporáneo supone el 42% de las ventas en subastas. En el informe se asegura que se devengaron al Estado en concepto de impuestos al menos 128 millones de euros.

placeholder La obra Sara Munguía, titulada 'Tierra de campos'.

“Los políticos y gestores deben asumir un compromiso serio para paliar esta situación de degradación”, explica el vicepresidente de la Asociación de Artistas Visuales de Cataluña (AAVC). Este panorama sería rectificado con una reivindicación histórica que no cuaja: el estatuto del artista, en la que se incluirían los términos antes tratados, con medidas encaminadas a mejorar la condición del artista y en las que el IVA aparece en un plano muy secundario.

“Empecé la carrera de Bellas Artes cuando todo iba bien y la acabé cuando todo va mal. Para mí esta situación de precariedad es lo único que conozco, no conozco otra cosa”, cuenta Sara Munguía (Santander, 1989), otra de las artistas premiadas con 12.000 euros en el proyecto Generaciones. “Es muy difícil vivir de esto. La propia indefinición del artista en la sociedad crea mucha inseguridad: lo que tú haces es algo en lo que los demás deben creer. No está admitido que el artista sea una profesión”, dice.

¿Las facturas?

Sara junta becas con premios para ir tirando, pero no sabe hasta cuándo podrá seguir. Muchas veces tiene la sensación de que no es más que una carrera de resistencia, en la que gana el que más aguante. Su trabajo Tierra de campos es una reflexión del tiempo, el olvido y la pérdida de elementos culturales del paisaje. Inquietante y teatral. “Para hacer algo de calidad necesito dedicarme en cuerpo y alma a ello”, asegura.

Tania Blanco (Valencia, 1978) presenta Unexpected Documents in a Waiting Room, la pieza con más ironía y acidez de toda la muestra de La Casa Encendida: ha recreado una sala de espera, con revistas y periódicos de barro, alterados en sus noticias y línea editorial. Documentos inesperados, en una sala de espera. Sobre la estrategia de manipulación de la opinión pública, arte contra medios en la representación de la realidad. El artista es esencial en la representación de una realidad que se esconde tras la publicidad, la propaganda y los intereses. Ellos piden a cambio respeto, interés y deleite.

“La precarización del artista es absoluta. Tengo la desgracia de ser de Valencia, donde hay un desmantelamiento total del arte y de la cultura. Por el eso el estatuto del artista es tan importante, para protegernos con nuestros derechos como trabajadores”, pide Blanco. Quieren dejar de practicar el lado B de la economía, quieren estar regulados y protegidos. “Ninguno de los artistas que conozco cotiza”, cuenta. Daniel Andújar confirma esta situación y dice que quizá un 10% pueda hacerlo en estos momentos.

Vuelve tajante Tania Blanco: “Mi plan de pensiones es irme de España. El nuevo IVA no va a cambiar nada. ¿Tú sabes cuántas veces un artista puede vender en blanco?”. Ahí deja la pregunta y la respuesta. La situación es retórica, no habrá paz para los artistas.

Anna tiene treinta años, ha estudiado Bellas Artes, participado en exposiciones colectivas e individuales, recorrido medio Europa con becas y ha entrado a trabajar en un museo de Barcelona. Anna es la última en llegar a la institución que le retiran subvenciones. Anna es despedida. Anna acude a la oficina del INEM. “Buenos días, ¿a qué se dedica, cuál es su profesión?”. “Soy artista”. El hombre suelta una carcajada. Anna no se ríe y le pide que revise cuál es el epígrafe que le reconoce como trabajadora en la Seguridad Social. No existe. El arte no existe, el artista no tiene oficio. No está regulado.

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