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estreno de 'la venus de las pieles'

Sadomasoquismo teatral

La última película de Roman Polanski vuelve a a las obsesiones del autor: el teatro, las relaciones autodestructivas, el poder y la seducción

Foto: Escena de 'La venus de las pieles', de Roman Polanski
Escena de 'La venus de las pieles', de Roman Polanski

Una cita del Libro de Judit del Antiguo Testamento introduce La venus de las pieles, la novela de Leopold von Sacher-Masoch que otorgó entidad literaria y denominación a la práctica de buscar el goce a través del dolor: “Dios le castigó, poniéndole en manos de una mujer”. Esta frase, esta idea del hombre sometido al poder femenino, entendido a priori como una maldición bíblica, planea y se discute en la nueva película de Roman Polanski.

Como en la anterior Un dios salvaje (2011), el director polaco vuelve a recurrir a una pieza dramática reciente y de cierto éxito, Venus in Furs de David Ives. Este juego metateatral inspirado en la obra homónima de Sacher-Masoch le ofrece a Polanski una serie de elementos que puede adoptar como propios sin esfuerzos.

La acción transcurre en un escenario único (un destartalado teatro, aquí parisiense y en el texto original neoyorquino) que le permite desarrollar una nueva obra de encierro en que, como en tantos otros de sus films, los personajes parecen tocados por el síndrome de El ángel exterminador: por mucho que insistan en querer abandonar el lugar, y hagan amagos de cruzar el umbral de la puerta, nunca llegan a salir del mismo. En este ambiente a puerta cerrada las relaciones humanas devienen de nuevo un espacio claustrofóbico que sumerge a los personajes (a algunos de ellos) en una espiral de autodestrucción.

La excusa argumental de la obra de Ives, un director de teatro lleva a cabo una audición a una actriz para el papel de Wanda en La venus de las pieles, le facilita a Polanski entrelazar a través de un denominador común dos de sus temas preferidos. Las relaciones entre director y actriz, por un lado, y entre hombre y mujer por el otro, se acaban rigiendo por las mismas dinámicas de poder y seducción, y desvelan así su naturaleza sadomasoquista.

La venus de las pieles resigue, a través de este ensayo inesperado de la novela de Sacher-Masoch, un cambio de roles de dominación sobre el escenario: a medida que avanza la película, los personajes de la ficción literaria fagocitan la relación entre el prestigioso director teatral y la humilde aspirante a actriz.

La venus de las pieles se apoya en un atractivo típicamente teatral: ver cómo se metamorfosean ante nuestros ojos los personajes, cómo se quitan (o se ponen) las máscaras para que aparezca su verdadero yo. La película se regodea en la contemplación de cómo esa mujer de apariencia y comportamiento vulgar se convierte en una sofisticada dominatrix mientras que el atribulado director con aires de grandeza que solo quería regresar a su casa tras una agotadora jornada de audiciones acaba totalmente sometido a sus encantos.

El rifirrafe entre ambos está salpicado por continuos comentarios sobre la vigencia de la obra de Sacher-Masoch: ¿es La venus de las pieles una novela sexista? o ¿la corrección política induce a simplificar la valoración moral de ciertas obras de arte? Un debate que sin duda se podría extender a la filmografía de Polanski, cosa de la que él mismo es consciente. Aunque tampoco se profundiza demasiado en el asunto. Como sucede con el sadomasoquismo, convertido en la película en un juego de seducción menos perturbador de lo que se esperaría ver en manos de Polanski.

La venus a la fourrure premiere - 66th cannes film festivalPorque La venus de las pieles acaba funcionando más como un entretenimiento por parte de un cineasta buen conocedor de los recursos teatrales que como una pieza de cámara que ahonde en los abismos de la naturaleza humana. La película está repleta de continuos guiños para mantener distraído al espectador: giros inesperados, cambios de registro, revelaciones supuestamente sorprendentes, las chanzas del personaje de Vanda, las intromisiones de los personajes fuera de campo a través de llamadas telefónicas... La película no abandona cierto tono irónico apuntado ya por el hecho que los dos protagonistas se mueven entre unos decorados de western: la obra que representan en el teatro en esos momentos es la versión musical de La diligencia (sic). La música juguetona de Alexandre Desplat también subraya esta idea de entender el film como un divertimento.

El último guiño que ofrece Polanski tiene algo de autoparódico. En este juego de espejos entre teatro, trabajo y vida que dispone La venus de las pieles los personajes también acaban reflejando al propio director y a su esposa, que es la actriz protagonista. Porque la metamorfosis que sufre Thomas/Severin von Kusiemski tiene mucho de física: a medida que avanza el metraje, Mathieu Amalric, el fantástico actor que lo encarna, se va pareciendo cada vez más al propio Polanski. Y mientras la maldición del libro de Judit parece cumplirse en la ficción, la película se cierra dejándonos con el convencimiento de que también acabamos de contemplar un regalo que Roman Polanski ofrece a su mujer. Difícilmente veremos a Emmanuelle Seigner brillando tanto en un papel como en el de esta Vanda/Wanda von Donajew que le sienta como un guante.

La venus de las pieles

Dirección: Roman Polanski

Duración: 96 minutos

Nacionalidad: Francia

Género: Comedia negra

Intérpretes:Mathieu Amalric, Emmanuelle Seigner

Una cita del Libro de Judit del Antiguo Testamento introduce La venus de las pieles, la novela de Leopold von Sacher-Masoch que otorgó entidad literaria y denominación a la práctica de buscar el goce a través del dolor: “Dios le castigó, poniéndole en manos de una mujer”. Esta frase, esta idea del hombre sometido al poder femenino, entendido a priori como una maldición bíblica, planea y se discute en la nueva película de Roman Polanski.

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