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Gómez critica la oratoria de los políticos en su discurso de entrada en la RAE
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la academia abre sus puertas al teatro

Gómez critica la oratoria de los políticos en su discurso de entrada en la RAE

El actor José Luis Gómez honra a la palabra dicha y reivindica la profesión de cómico en el discurso que le ha dado acceso al silla Z, vacía desde el fallecimiento de Francisco Ayala

Foto:  José Luis Gómez en su casa de Madrid (EFE)
José Luis Gómez en su casa de Madrid (EFE)

José Luis Gómez (Huelva, 1940), actor, director y leyenda del teatro español, ha dado hoy su discurso de ingreso en la Real Academia Española: Brevario de teatro para espectadores activos. Y, como no podía ser menos, han honrado a su tradición, la de la palabra dicha, aunque se encontrara en el reino de la palabra escrita.

La Academia, de hecho, no es país para hombres de teatro. Al menos hasta hoy. La Academia era hasta hora la casa de "la filología, la gramática, la creación y la traducción literaria, la medicina, la física y la biología, la jurisprudencia, la historia, el periodismo, la filosofía, la arquitectura, la economía y otras nobles actividades humanas" que "enriquecieron y ayudaron a determinar el cuerpo de la lengua", aseguró Gómez.

El teatro, por contra, "no tuvo similar representación" en la Academia, pese a ser "la lengua su principal herramienta". ¿Excepciones? Dramaturgos como Francisco Nieva y escritores como Fernando Fernán Gómez.

Por ello, Gómez aprovechó su discursopara sacar lustre a su gremio: los que "usan la lengua de modo esmerado, dando vida a los textos de escritores que enriquecen nuestra sensibilidad y nuestra visión del mundo".

El olvido de la palabra dicha

Tras alabar el "ingente" trabajo de la Academia "en torno a la lengua española", el actor lamentó que dicha tarea"se haya centrado en la palabra escrita". Todo pese a que, originalmente, la institución pretendía también "estudiar la retórica y la oratoria".

Gómez recordó que ya en el remoto 1812 Jovellanos aconsejó la "urgente creación de una academia" para "instruir a los nobles -las élites- y a los actores, y de ahí al pueblo, en un más sensible y acertado uso del idioma hablado".

El manejo de la lengua hablada en la política nos lleva, a veces, a parpadear con estupor

No se hizo. "Bien nos hubiera valido", aseguró Gómez antes de disparar con bala contra una degradación de la retórica que llega hasta nuestros días: "El uso del español en nuestro país sufre deterioro; nos asombra, por comparación, la justeza del habla de las gentes de Latinoamérica; la alocución escénica en nuestros escenarios no está a la altura de otras grandes tradiciones análogas europeas; el manejo de la lengua hablada en la política nos lleva, a veces, a parpadear con estupor". Tortazo a la oratoria de los políticos españoles.

Gómez teorizó incluso sobre los motivos históricos de que los españoles hablemos tan mal. "Se pueden rastrear las causas de estos hechos en la evidentediscontinuidad de nuestras instituciones en la historia y en la posibilidad de no haber hecho lo suficiente para colmar los vacíos que el pasado nos dejó".

También ofreció más de un delicioso ejemplo histórico sobre lo serio que se tomaron algunos países europeos el asunto de la oratoria, como contraste a lo ligero que nos lo tomamos en España. "No es ocioso traer al recuerdo el dato de que, con pocos años de diferencia y al tiempo que las recomendaciones de Jovellanos eran pasadas por alto o relegadas, Napoleón Bonaparte, también en 1812, durante el sitio de Moscú y quizádesde una tienda de campaña, encuentra la ocasión de firmar el decreto que regularía las actividades de la Comédie Française, donde, desde entonces, se ha cuidado con esmero tanto la gran dramaturgia francesa como la lengua que la sostiene".

Un cómico anda suelto

Cómicos, lo que se dice cómicos a secas, no los hubo antes en la RAE

Durante el discurso, Gómez se calificó así mismo como "cómico" en varias ocasiones. Con no poca retranca: "Cómicos, lo que se dice cómicos a secas, no los hubo antes [en la RAE]. Mi presencia aquí y ahora, por lo tanto, puede deberse a un error y en ese caso, que puedo imaginar, no sabría bien dónde meterme".

Hecha la broma, procedió a defender la palabra "cómico" de los ataques históricos de los que ha sido objeto. Y todo pese a que, al principio de su carrera, él mismo mirabala palabra con desconfianza. En efecto, ser considerado cómico no le parecía la mejor manera de que le tomaran en serio sobre las tablas.

Recuerdo que yo no quería ser cómico, quería ser actor, que me parecía más respetable

"La palabra cómico, tan querida por nuestro Fernán Gómez, no me era familiar hasta que me topé con ella, a mi vuelta de los largos años de 'vagabundeo y aprendizaje' fuera de España. Parece que el término se generalizó en el siglo XVIII y vino a sustituir a otros como farandulero, comedianteo histrión. Recuerdo que yo no quería ser cómico, quería ser actor, que me parecía más respetable, y llegar a interpretar un día a Hamlet o a Segismundo".

Con los años, la desconfianza hacia la profesión de cómico mutó en reivindicación. Con ustedes, un cómico llamado José Luis Gómez. "Al volver [a España] constaté que muchos de nuestros mayores actores, referentes obligados, utilizaban y habían generalizado el nombre de cómicos para designarnos profesionalmente. Es un término ambivalente, según se use, y se utiliza tanto con ternura y empatía como con desprecio. Mi profesión sabe de eso: ha vivido la utilización o el rechazo durante siglos. Llamarse cómico incluye tanto la conciencia de la precariedad y el desamparo como el disimulado orgullo, consciente o no, de su función simbólica. Hoy hago mío ese sentir pese a no haber vivido las circunstancias que lo generaron".

José Luis Gómez (Huelva, 1940), actor, director y leyenda del teatro español, ha dado hoy su discurso de ingreso en la Real Academia Española: Brevario de teatro para espectadores activos. Y, como no podía ser menos, han honrado a su tradición, la de la palabra dicha, aunque se encontrara en el reino de la palabra escrita.

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