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Eugenio Merino versus Francisco Franco, la pelea continúa
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de los tribunales a la sala de exposiciones

Eugenio Merino versus Francisco Franco, la pelea continúa

Unos meses después de que la justicia declarase a favor de Eugenio Merino y en contra de la Fundación Francisco Franco, el artista regresa con más pólvora

Foto: Eugenio Merino durante el proceso de creación de 'Always Franco', en 2011. (P. Temboury)
Eugenio Merino durante el proceso de creación de 'Always Franco', en 2011. (P. Temboury)

Ha vuelto. Con Franco. Sólo unos meses después de que el juzgado de primera instancia número 26 de Madrid declarase a favor de él y en contra de la demanda puesta por la Fundación Nacional Francisco Franco, que le acusaba de “intromisión ilegítima en el honor” por la pieza Always Franco, expuesta en ARCO 2011. La jueza lo dijo claro, la obra podía disgustar a unos y gustar a otros, y aunque los demandantes la consideren desafortunada, no puede estimarse que se dañe la reputación u honor de la Fundación.

Eugenio Merino (Madrid, 1975) cierra el año y medio esperando juicio y sentencia, censurado por la dirección de ARCO y quienes le representan, con una reivindicación de la pieza que le ha traído de cabeza y que ha demostrado que en este país todavía hay asuntos pendientes con los que mejor bromear con abogado. Esta vez ha reducido la figura a su mínima expresión: Franco ha perdido el cuerpo, sólo asoma la cabeza dentro de la pequeña nevera. Es un refrigerio concentrado lejos de la capital, en la galería Louis 21, de Palma de Mallorca.

La exposición se titula Siempre, y en ella Merino plantea la posibilidad de que el tiempo se haya congelado y sea imposible adivinar algún cambio real hacia “unas condiciones auténticamente democráticas”. Ha montado tres piezas en el espacio diáfano: el dictador fresco, unos recogedores que forman la palabra “Democracia” y el escudo español dibujado sobre papel en el que la expresión “Plus Ultra” ha sido reemplazada por “España está llena de hijos de puta”.

El “Más Allá” no le interesa, le importa lo que pasa aquí, ahora. “Sí, España está llena de hijos de puta, pero callamos y nos los tragamos. ¿Quién dice algo? Nadie, porque sabes que levantar la voz supone el despido y el rechazo”, explica a este periódico el artista. Un retrato lacónico de España. Uno se ríe pero es severo.

¿Es humor o es la puta realidad? Como El verdugo, muy gracioso pero un drama”. El humor y el franquismo, una combinación espinosa. Merino cree que de haber tratado estos asuntos con seriedad, como hacen y han hecho otros, otro gallo cantaría. El espacio ayuda a la contundencia: los recogedores “democráticos” frente al Franco de nevera.

“Después de todo este tiempo creo que tenía derecho. Ahora es cuando puedo exponer esta pieza sin tener problemas con la justicia”, y asegura que hará lo que quiera si le parece oportuno e interesante. Es el triunfo de la libertad de expresión. Pero hay cuentas pendientes: “La ley dice que puede ser, aunque ARCO dice no. El presidente de IFEMA [José María Álvarez del Manzano] apoyó a la Fundación Franco por carta y ahora debería reconocer que se equivocó. Yo no me equivoqué y lo dice la justicia”.

Eugenio Merino antes de aquel fatídico ARCO es ese que tienen en la foto que encabeza este artículo, mientras remataba la pieza que le daría los quince minutos de gloria para quitárselos quince minutos después. Reconoce que tenía mucho miedo de ir a juicio, pero en este momento pasa, incluso, por un instantede orgullo y de reivindicación de la defensa hasta los tribunales de su actividad: “Ahora entiendo que parte de la labor del artista es llegar a juicio en algún momento. Para eso necesitas un abogado”.

Un avance del final de la serie para la que estaba pensada este Franco: el próximo junio, en su galería estadounidense, culminará el proyecto original con siete dictadores en neveras expuestos en una sala oscura. Entonces se verán las piezas en su conjunto, sin sacarlas de contexto y “no como una crítica personal, sino a una forma de gobierno”.

Ha vuelto. Con Franco. Sólo unos meses después de que el juzgado de primera instancia número 26 de Madrid declarase a favor de él y en contra de la demanda puesta por la Fundación Nacional Francisco Franco, que le acusaba de “intromisión ilegítima en el honor” por la pieza Always Franco, expuesta en ARCO 2011. La jueza lo dijo claro, la obra podía disgustar a unos y gustar a otros, y aunque los demandantes la consideren desafortunada, no puede estimarse que se dañe la reputación u honor de la Fundación.

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