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Julio Cortázar enseña a escribir la 'novela 10'
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clases magistrales del autor en berkeley, 1980

Julio Cortázar enseña a escribir la 'novela 10'

Julio Cortázar llegó a Berkeley a impartir un curso sobre literatura, en octubre y noviembre de 1980, y Alfaguara publica las trece horas de cátedras

Foto: Julio Cortázar
Julio Cortázar

La clase empieza a las dos de la tarde. El escritor Julio Cortázar (1914-1984) llega a la universidad californiana de Berkeley a impartir un curso de literatura en ocho clases, en octubre y noviembre de 1980. Divide cada jornada en dos: la primera parte la dedicaba a la lección y en la segunda, al debate. Espolea a los alumnos con amabilidad y terminaban hablando, además de libros, de política, música y cine.

“Tienen que saber que estos cursos los estoy improvisando muy poco antes de que ustedes vengan aquí: no soy sistemático, no soy ni un crítico ni un teórico, de modo que a medida que se me van planteando los problemas de trabajo, busco soluciones", les comenta en la primera jornada a modo de advertencia. El antimétodo debió de gustar porque tuvo que ampliar su horario de atención al alumno en su oficina: lunes y viernes de nueve y media a mediodía.

Foto: Foto: EFE.

Clases de literatura (Alfaguara) reproduce las trece horas de cátedras de ingenio, fluidez, concreción, sobre las pretensiones de la literatura, las intenciones del autor y el logro del proceso de escritura. Estas son sólo apenas una decena de conclusiones en el vademécum de Julio Cortázar.

UNA NOVELA ES UN PROBLEMA. Siempre en el dilema entre cuento y novela, Cortázar determina que los cuentos no son nunca problemáticos. No como la novela. “Para los problemas están las novelas, que los plantean y muchas veces intentan soluciones”. El autor de Rayuela reconoce que la novela es un gran combate que el escritor libra consigo mismo para desentrañar un mundo entero, donde se debaten juegos capitales del destino humano.

UNA NOVELA ES INFINITA. Así que ya tenemos un problema. La novela, según el maestro, es un juego literario abierto que puede desarrollarse al infinito y según la voluntad del escritor en un momento dado se termina, no tiene un límite preciso. “La novela es realmente un juego abierto que deja entrar todo, lo admite, lo está llamando, está reclamando el juego abierto, los grandes espacios de la escritura y de la temática. El cuento es todo lo contrario: un orden cerrado”.

UNA NOVELA COMPROMETIDA. Si un escritor se considera comprometido y sólo escribe sobre su compromiso, “o es un mal escritor o es un buen escritor que va a dejar de serlo porque se está limitando”. No cree en la mezcla de las cualidades literarias con la lucha de los pueblos, pero sí en la capacidad de la literatura para mover al individuo. Los escritores colaboran, apunta, en la revolución de adentro hacia afuera. “Si algo puede hacer un escritor a través de su compromiso ideológico o político es llevar a sus lectores una literatura que valga como literatura y que al mismo tiempo contenga un mensaje que no sea exclusivamente literario”.

UNA NOVELA NO TIENE LECTORES. Escribir para lectores sin calificarlos. No sirve pensar que se escribe para lectores muy cultos o para los que les gustan los temas eróticos o históricos. “Lo que es importante y además difícil es escribir pensando que uno tiene un destinatario”, uno genérico. Que le acompañe al autor para evitarle caer en una actividad narcisista o peor todavía: en un best seller. “Hay un verdadero contrato entre un señor que escribe para ese público y el público que le da mucho dinero comprando los libros a ese señor, pero eso no tiene nada que ver con la literatura”.

UNA NOVELA ES UNA DERIVA. Para el autor y para el lector de una novela, que “entra en ella y sufre el destino que le corresponde como personaje”. La fatalidad termina por cruzar fantasía y realidad, mezclándolos de una manera que ya no es posible distinguirlos. En el punto de fusión ideal, lo real pasa a ser fantástico y lo fantástico real a la vez. “Esto no creo que se dé en la experiencia cotidiana de todos nosotros, pero sí se da en la literatura y es ahí donde lo fantástico alcanza uno de sus puntos más altos”.

UNA NOVELA ES UNA EXPERIENCIA. Ante las preguntas de los alumnos, Cortázar se define como escritor no autobiográfico. Y a pesar de ello ni sus novelas ni sus cuentos se desprenden de su experiencia personal. Reconoce que en las novelas hay momentos, episodios, situaciones y personajes que vienen de una experiencia vivida “y entran con toda naturalidad”. No ve por qué tendría que rechazarlos. “Se incorporan a lo que estoy inventando y tengo la impresión de que lo inventado y lo no inventado finalmente forman parte de la ficción total del relato”, explica.

UNA NOVELA ES REAL E INSÓLITA. No se puede escribir en clave perfectamente realista sin ningún salto en lo insólito. El cuento que recordamos es, según cuenta Cortázar, aquel que va más allá de la anécdota y de lo que cuenta. El tema es fundamental, pero un relato no puede quedarse en el tema. “La fantasía, lo fantástico, lo imaginable que yo amo y con lo que cual he tratado de hacer mi propia obra es todo lo que en el fondo sirve para proyectar con más claridad y con más fuerza la realidad que nos rodea”.

UNA NOVELA ES RITMO. La prosa que acepta y que busca es aquella que se da con obediencia profunda a un ritmo. Latido y palpitación que nada tiene que ver con la sintaxis. El ritmo cumple con una doble función: primero, la función específica de la prosa literaria y, segundo, crear un contacto especial “que el lector puede no sospechar pero que está despertando en él esa misma cosa quizá ancestral”. Nuestro escritor no se llevaría libros a una isla desierta, se llevaría música. “También el músico de jazz tiene malos momentos y pasajes que son muy pesados, pero de golpe puede saltar nuevamente porque está trabajando en un clima de total y absoluta libertad”.

UNA NOVELA ES HUMOR. El humor desacraliza. Echa bajo tierra la importancia que algo pueda tener. Acaba con los pedestales, con todas las pedanterías y “con todas las palabras con muchas mayúsculas”. Le encanta. “El humor puede ser un gran destructor, pero al destruir construye”. A veces el humor puede encubrir realmente una visión mucho más seria y más trágica de las cosas. Así lo utilizó Cortázar en momentos dramáticos de Rayuela.

UNA NOVELA EN ESPAÑOL. “Mi lengua es el español y lo será siempre”. Un alumno le pregunta si escribe en francés o en castellano y vemos a Cortázar entregado a la defensa acérrima de su lengua. Explica que hay que reivindicarla, porque “si hay un espectáculo penoso es el de latinoamericanos que al cabo de muy poco tiempo en un país extranjero permiten que su idioma se degrade y el segundo idioma comience a entrar”. Vaya, qué diría si pasera hoy por Los Ángeles y se escuchara tanto castellano. “La defensa del idioma es absolutamente capital”.

La clase empieza a las dos de la tarde. El escritor Julio Cortázar (1914-1984) llega a la universidad californiana de Berkeley a impartir un curso de literatura en ocho clases, en octubre y noviembre de 1980. Divide cada jornada en dos: la primera parte la dedicaba a la lección y en la segunda, al debate. Espolea a los alumnos con amabilidad y terminaban hablando, además de libros, de política, música y cine.

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